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Domingo, 19 de octubre de 2014

CINCO PELíCULAS DE RICHARD LINKLATER PARA SEGUIR EL CRECIMIENTO DE UN AUTOR

MÁS VALE LATER QUE NUNCA

It’s Impossible to Learn to Plow by Reading Books (1988)

Aunque es cierto que cualquiera que esté interesado en la filmografía de Richard Linklater y en el estimulante y entusiasta panorama del cine independiente norteamericano de los ’90 se las habrá ingeniado para ver hasta sus películas menos difundidas, hoy parece un poco extraño que sus tres primeros largometrajes no hayan llegado a los cines argentinos. La primera de todas es de 1988 y su circulación también fue muy marginal dentro de Estados Unidos, al punto de que fue recuperada como disco 2, el “extra”, de la cuidada edición que hizo Criterion de la que hoy se considera la verdadera ópera prima del director: Slacker.

It’s Impossible to Learn to Plow by Reading Books tiene todas las marcas de un experimento universitario de su época. Está filmada en súper 8, que era el formato de iniciación de muchos cineastas un par de generaciones atrás, y hoy sencillamente le da una textura absolutamente inu-sual, así como cierta crudeza y contiene mínimos diálogos. El protagonista (el propio Linklater) viaja por el país encontrándose con otros personajes por el camino, y dedicándose a las actividades más mundanas. Es el tipo de película de la que suele decirse que no tiene conflicto ni clímax, o, más despectivamente, en la que “no pasa nada”. Lo cierto es que no hay sucesos extraordinarios que vayan marcan el devenir de su protagonista ni su travesía; se puede decir, sin sobreinterpretar, que acá ya se encuentra en germen la misma inquietud de la que parte Boyhood, cuyo subtítulo en castellano (Momentos de una vida) hace explícito cuál es su búsqueda y su materia prima. It’s Impossible... se puede ver completa en YouTube.


Slacker (1991)

Cuando terminó de filmar It’s Impossible to Learn to Plow by Reading Books, Linklater le mandó su película al gran veterano de los independientes americanos de los ’60 y ’70, el autor del western existencialista, Monte Hellman, quien años más tarde escribiría sobre la ópera prima que “también podría haberse llamado Es imposible aprender a hacer películas leyendo libros: dado cierto talento o aptitud natural, la mejor manera de hacer películas es haciéndolas, y yo quedé muy impresionado por este esfuerzo primerizo”. En el mismo texto Hellman aclara que él no suele leer las cartas ni los guiones que le mandan los estudiantes de cine, pero que por alguna razón vio de principio a fin la de Linklater y le mandó una entusiasta y elogiosa carta que el joven de Austin usó como recomendación a la hora de reunir la financiación para Slacker, en 16mm, un paso más hacia su profesionalización. Total: unos 3 mil dólares.

El argumento de Slacker es sencillo, aunque su esencia es quizás otra cosa, que se corre de las tradiciones narrativas incluso del indie. No es sino el retrato de un día en la vida de Austin, Texas, una “subcultura habitada por jóvenes excéntricos y sobreeducados”, según lo describe la elegante sinopsis de Criterion. Linklater y su equipo de amigotes desecharon toda noción convencional de argumento, dando forma a un tapiz conformado por más de un centenar de personajes, una mirada sobre “una generación emergente de agresivos no-participantes”, y por el camino creó un género: el “cine slacker” se multiplicó en los años ’90 y hasta podría decirse que toda una zona del nuevo cine argentino –el que está protagonizado por adolescentes y veinteañeros que dan vueltas por la vida sin rumbo– está íntima, espiritualmente ligado a este film y el “movimiento” que encarnó.


Dazed and Confused (1993)

Si Matthew McConaughey, consagrado este año con un Oscar y con su participación en True Detective después de largas temporadas de ser considerado el protagonista clase B de berretadas románticas o de acción, decidiera editar sus propios “Momentos de una vida”, a lo Boyhood, debería recurrir a sus escenas en esta película, que fue el primer gran estreno comercial del también texano Linklater, y el debut en cine del actor. La idea de Dazed and Confused también es, como en Slacker, la concentración temporal. Todo ocurre a lo largo de una única jornada, el último día de clases de 1976, y como corresponde a su época, hay canuto y pipa, patas de elefante, y un soundtrack rockero de colección en el que sonaban, entre otros, Aerosmith (“Sweet Emotion”), Deep Purple (“Highway Star”), Alice Cooper (“School’s Out”, claro); Peter Frampton; Dylan; Black Sabbath; ZZ Top; Kiss, The Runaways; Lynyrd Skynyrd y Dr. John. El efecto más genuinamente Linklater es cierto naturalismo en el registro de las conversaciones de chicos y chicas, graduados y recién iniciados, hermanos mayores y hermanos menores, bullys y apocados, y demás. Por ahí se escribió que este regreso a los ’70 tenía mucho menos de nostalgia, de “Los Mejores Años de Nuestras Vidas”, que “del aburrimiento, la angustia y la ansiedad de ser un adolescente... a la espera de que algo ocurra”. Es decir, un programa Linklater clásico, pero narrado por una vía opuesta a la de Boyhood: retratar el paso del tiempo aunque, en lugar de extenderse a través de los años, concentrarse en menos de 24 horas. Acá no se estrenó en cines pero se editó en video (y se dio bastante en cable) con el equívoco título Rebeldes y confundidos.


Tape (2001)

Otro experimento de Linklater con el tiempo, Tape es una obra de cámara –escrita por Stephen Belber sobre su propio argumento teatral– con solo tres personajes, interpretados por Ethan Hawke, Robert Sean Leonard y Uma Thurman; grabada con una cámara de video, y ambientada en un único escenario y en tiempo real, sus compactos ochenta y pico de minutos. Todo tiene lugar en el interior de una habitación de hotel en Lansing, Michigan. Vince es un dealer de Oakland que alquila esta habitación en su pueblo natal, con el pretexto de ayudar a un viejo amigo suyo del colegio, el documentalista Jon Salter, que está ahí para presentar su película en un festival local. Pero su verdadero objetivo, vamos descubriendo, es otro: conversando sobre su adolescencia compartida, surge el recuerdo de Amy, y la conflictiva relación que la unió a ambos en el pasado. Eventualmente, la chica –ex novia de los dos– se suma al encuentro, y lo que sigue es un tortuoso juego de culpas, remordimientos, y cuentas a saldar.

El influyente Roger Ebert elogió en su momento la potente verosimilitud de una puesta austera, armada de mínimos recursos: “Tape me hizo creer que estos son hechos que podrían ocurrirle a gente real más o menos de la manera en que se ven en pantalla, lo que no es un logro menor”.

Vista en un Bafici y editada en un DVD que ya no se consigue por acá, fue la cuarta de las ocho películas que Linklater lleva filmadas con Ethan Hawke.


Bernie (2011)

Inspirada en un artículo sobre un caso real publicado en 1998 en la revista Texas Monthly, Bernie es la crónica del bizarro asesinato de la millonaria octogenaria Marjorie Nugent en el pequeño pueblo de Carthage, Texas, y lo que vino después. El asesino fue su acompañante, cuarenta y tres años más joven, Bernhardt “Bernie” Tiede, asistente del funebrero local y hasta entonces un tipo muy apreciado por toda la comunidad. En los últimos años de vida de Nugent, Bernie (Jack Black, que ya trabajó con Linklater en Escuela de rock) se había convertido en el único amigo de la vieja adinerada, a quien muchos de los vecinos encontraban desagradable. Después de un tiempo, asfixiado por el carácter posesivo de la mujer, Tiede terminó matándola, y durante nueve meses consiguió ocultar el crimen usando el dinero de la vieja para hacer donaciones y aportes entre comerciantes y vecinos. Eventualmente, el agente financiero de Nugent, preocupado por su larga ausencia, inició una investigación que terminó con el descubrimiento del cadáver en un freezer para carne. Shirley Mac Laine dio una de las interpretaciones de su vida en el papel de la oscura Marge Nugent, y Matthew McConaughey –que desde Dazed and Confused solo había vuelto a trabajar una vez con Linklater en La pandilla Newton– está muy bien también como el fiscal que condenó a Bernie a cadena perpetua. Hay cierto efecto de verdad en la película, que resulta en parte de un recurso inusual empleado por el director: la inclusión de los testimonios documentales de algunos vecinos reales de Carthage que conocieron a Bernie. Durante la producción del film, Linklater trabó amistad con el verdadero Tiede, que fue excarcelado en mayo de este año, tras cumplir 17 años en prisión, a condición de que conviviera con el cineasta en Austin, Texas. Bernie está editada en DVD en Argentina, pero no pasó por los cines.

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