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“Pensé en rezar el ‘Padrenuestro’, pero me pareció que se trataba de una oración demasiado larga para el momento que estaba viviendo, que no serviría para evitar el final, ya que cuando él llegara yo todavía no habría terminado de rezar. Me era necesario encontrar una oración que, por su extensión, consumiera el tiempo que pudiera durar la caída, pero no más. Solamente así podría llegar al Amén antes de que todo se hubiera terminado. Entonces cambié por el ‘Gloria’. Sin embargo, cuando me disponía a rezarla, también decidí dejarla de lado. Me dije que era demasiado breve, que no me permitiría quedar lo suficientemente bien con Dios. Finalmente encontré la solución: rezaría el ‘Avemaría’, una oración que no es tan larga como el ‘Padrenuestro’ ni tan corta como el ‘Gloria’. La caída duró exactamente el tiempo que yo, en medio de la excitación general, demoré en rezar el ‘Avemaría’. Empezamos a caer cuando comencé con la oración y terminamos estrellándonos cuando la terminé. Ésa fue la duración exacta del accidente.”