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“Los ‘médicos’ (Canessa y Zerbino) nos trajeron unas tiritas de carne en una bandeja. Habían sido cortadas con cuidado, con minuciosidad. Con el paso del tiempo, los cortes llegarían a hacerlos cualquiera de nosotros. Yo no tuve inconvenientes en comerlas. Se trataba de carne cruda, por supuesto. Aunque puede sonar irreverente, yo me acuerdo que dije que aquellas tiritas tenían el mismo aspecto de un famoso jamón que vendían en una fiambrería muy conocida de Carrasco. Desde chico, yo en mi casa agarraba la carne picada y me la comía tal cual estaba, sin cocinar. Me había acostumbrado, me gustaba comer carne cruda. Por lo demás, uno de mis platos favoritos es hoy el steak tartare, que es carne sin cocinar. De nada tengo que avergonzarme, nada de lo que hice me parece inmoral y mucho menos delictivo.”