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Domingo, 31 de diciembre de 2006

Abuelo, padre e hijo

 Por Mariano Kairuz

En el hoyo es el segundo largometraje de Rulfo. Sus películas anteriores nacieron como intentos de reconstruir su memoria familiar. Primero, con un cortometraje (terminado en 1995; su tesis como licenciado en Comunicación de la Universidad Autónoma) llamado El abuelo Cheno y otras historias. Allí exploró la zona de Jalisco en la que su propio abuelo fue a principios del siglo XX un gran hacendado, y en el que los ancianos son los únicos que parecen poder recuperar, fragmentariamente, los eventos que condujeron al asesinato de Cheno, en 1923, en pleno fragor post revolucionario. Una historia pasional que Juan Rulfo aparentemente nunca quiso narrarle a su hijo. Luego hizo Del olvido al no me acuerdo, su primer largo, en la que buceó en los recuerdos algo destartalados de los antiguos habitantes de esa misma región, en busca de testimonios sobre su padre, a quien se menciona como Juan, a secas. Dos películas, dice, en las que lo más importante es el lenguaje y el paisaje como una manera de expresar una percepción del tiempo y de la memoria.

En una entrevista con el sitio Indiewire.com en ocasión del paso de En el hoyo por el festival de Sundance (que ayudó a financiar la película), Rulfo dijo haber empezado su carrera realizando documentales “porque era más fácil para mí: no se me ocurrían historias para escribir”. Una pregunta posible –una que ya le habrán hecho unas cuantas veces– era la de por qué, entonces, no aprovechar la herencia. ¿Por qué no filmar Pedro Páramo? “Yo lo estudio mucho y lo admiro, pero me pasa con esa literatura y con los cuentos de mi padre que con Del olvido uno descubre toda una geografía, un lugar, un espacio, que es el lugar en el que probablemente se crió Pedro Páramo, y en el que definitivamente hay mucho por hacer. Mucha gente me ha dicho que ha visto en Del olvido al no me acuerdo que es Pedro Páramo, que tiene muchos de sus espacios y personajes. Pero Pedro Páramo y los cuentos de El llano en llamas ya están ahí. Ya se han hecho, ya existen, y lo que me interesa es que hay muchas cosas ahí que todavía no se han hecho. Inspirado por supuesto en el punto de vista que enseña mi padre; como un homenaje a la gente en la voz, y en los tiempos y en la paciencia, en los tiempos de los viejos, y en el aprender a escuchar. Uno ve a Pedro Páramo y por supuesto que se viaja, y alucina muchas historias alrededor y puede imaginarse los espacios, incluso ver a los personajes. Pero lo que es difícil es enfocarte solamente en decir las cosas como las dice el protagonista: los textos ya son así, y a cada película que han hecho de Pedro Páramo (que fue filmado en 1967 y en 1978) le fue muy difícil recitar los textos como tal sin crear un drama alrededor. Después de tener la opción de darme una vuelta por la vida de mi padre, me alimenta mucho más hacer algo nuevo que quedarme en lo que él hizo. No por desprecio, sino muy por el contrario, porque enseña que el camino sigue, que hay que seguir adelante. Aunque esta expresión suene medio payaso, creo que es así.”

Rulfo admite que sí, que tal vez podría llegar a filmarlo alguna vez. “Pero no de una manera directa, sino como un homenaje de pasajes. Pero si Del olvido ha disparado todo eso en la cabeza de algunos espectadores, qué mejor: eso es un logro, teniendo una referencia de alguien como mi padre con una literatura tan económica y tan sólida, es una locura intentar encontrar un equivalente. El aprendizaje tiene que ver con escuchar a la gente. En En el hoyo, todo ha pasado como en Del olvido: llegar y esperar a que pasen las cosas. Y si no pasan, pues esperar a que pasen u otro día regresas, pero no obligas a que ocurran las cosas. En general el documental y el reportaje televisivo fuerzan las cosas, van a sacarle una nota a la gente y punto, no les interesa la gente sino tan sólo la nota.” Sólo esperando, dice, es posible “agarrar a una serie de personajes, muy a lo lejos, fríos, polvosos, llenos de fe”. Que, como dijo en una entrevista con El Universal de México, “no son algo fantasmagórico, sino el país que somos. Quizá por eso mi padre no ha tenido suerte: a mucha gente no le gusta el país que hay en sus libros”.

Del olvido al no me acuerdo se proyectará por única vez el viernes 19 de enero a las 18.30 en el Malba.

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