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Domingo, 8 de julio de 2007

Tranquilo, tigre

 Por Stephen King

Ryan Adams dice que fue por esta chica con la que estuvo saliendo; el título del álbum es su culpa. “Ella quería salir a cenar a las ocho, y yo quería salir en ese mismo momento. Ella me dijo: ‘Tranquilo, tigre’ (‘Easy Tiger’). Y eso me impactó. Me lo quedé pensando hasta que tuve que llamar a Neal (Casal, el guitarrista de The Cardinals) y le dejé un mensaje en el contestador con esas palabras.” “No te olvides de esto –dije– porque quiero usarlo.”

Adams se ríe y agrega: “Creo que todavía conserva el mensaje”.

Y eso lo entiendo. Algunas cosas hay que guardarlas, porque vale la pena volverlas a pasar.

Pienso que en estos días hay sólo dos tipos de cds de música pop. Están los que se escuchan una vez o dos, de los que quizá se baja la única canción buena para el iPod o la computadora; después están los que se hacen más fuertes, dulces y necesarios con cada escucha. Gold era un disco así; Cold Roses era así, y también Jacksonville City Nights. No diré que Adams es el mejor compositor norteamericano desde Neil Young, pero tampoco diré que no lo es. Lo que sé es que nunca antes hubo un disco de Ryan Adams tan poderoso y completo como Easy Tiger; tiene la suficiente alma de ojos azules y electricidad –con un desvanecido tinte country–, que me hizo pensar tanto en Marvin Gaye como en los Righteous Brothers. Algo probablemente ridículo, pero cierto. Y las canciones son hermosas –las letras concisas y breves, el sentimiento de calma melancólica que probablemente será una revelación para los fans que recuerden al viejo, a veces enojado Ryan Adams–.

Está de acuerdo con que el tono de Easy Tiger es diferente –no oscuro, sólo diferente– y sugiere al pasar que puede tener que ver con haber crecido (tiene 32) y con la sobriedad. Después empieza a hablar del proceso, que claramente es algo que atesora. “Uso una máquina de escribir”, dice. “Me levanto, tomo una taza de café y me siento ante la máquina de escribir. Nunca pasé un día inútil ahí.” Yo digo amén por eso, pero él sigue adelante. “No sé, a veces es como perseguir a una chica linda por la playa. Y cosas que nunca pensé que podría hacer... me encuentro haciéndolas.”

Le menciono lo prolífico que es, sabiendo que podría estar tocando un punto doloroso. Después de todo, hay muchos críticos que parecen pensar que eso es algo malo. Adams, sin embargo, solamente se ríe.

“Sí, sí, en Estados Unidos la gente te tira mierda por trabajar duro”, dice. “Pero se trata de procesar, eso es todo. Yo proceso cosas. Me metí en el negocio de los sueños. Si la gente los necesita, tengo extra.”

Habla con entusiasmo de todo el material inédito que planea liberar en una edición especial, quizás a fin de año. (“Si la gente escucha todo, entonces encontrará las conexiones”, dice), pero eso es dentro de un tiempo. Ahora está esto, quizá el mejor disco de Ryan Adams. Y sé que quieren escucharlo de inmediato. Pero desaceleren. Tómense un tiempo. Este disco lo pide, y les recompensará toda su atención.

En otras palabras: tranquilo, tigre.

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