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Domingo, 10 de noviembre de 2002

Cámara, acción

Javier Cámara habla de cómo empezó, de cómo llegó
a ser uno de los actores más codiciados de España y
de cómo fue trabajar con Almodóvar.

POR H. F.
Para quien no haya visto las dos Torrente de Santiago Segura o Lucía y el sexo de Julio Medem, la revelación de Hable con ella será Javier Cámara, en cuya perfecta interpretación se apoyan algunas de las mejores sorpresas de la historia. Si no fuera por la precisa ambigüedad, el humor y la ternura que Javier logra transmitir a su personaje, estaríamos viendo otra película. Aunque en España es una estrella –viene de protagonizar una tira muy exitosa llamada Siete vidas, de la que reniega un poco– en Argentina aún es una cara nueva.
En muchas de sus películas tiene un aspecto físico distinto, ¿intenta cambiar para cada personaje?
–Como en España hice algunas series de TV que tuvieron mucha repercusión, a veces los directores quieren cambiar mi imagen radicalmente. En el caso de Torrente, el director Santiago Segura quería crear una pareja muy distinta. A mí me costó trabajo adelgazar y al él le costó trabajo engordar. Nos dábamos envidia el uno al otro, imagínate. Hable con ella fue un trabajo que pude disfrutar plenamente porque tuve mucho tiempo para dedicarles a los personajes. Tuve cuatro meses sólo para estudiar a Benigno en profundidad. Los actores disfrutamos mucho cambiando la manera de andar, el aspecto físico... En definitiva, dejarte llevar por los sentimientos de un personaje y crearlo de la nada.
¿Almodóvar es un director tan estricto como se dice o tuvo libertad para crear su personaje?
–Pedro nos dio total libertad a todos los actores. Pero, por otro lado, él ha creado, vivido y llorado ya esos personajes en su cabeza. Imagino que su experiencia como director le lleva a dejar aportar al actor todo lo que esté por encima de ese listón que Pedro ofrece. Tuvimos mucho tiempo para desechar muchas cosas y aceptar otras. Como Pedro también es guionista, participa en el proceso de sus personajes y los ama profundamente, los acompaña de la mano con extrema delicadeza, comprendiéndoles y extrayendo de ellos todo lo que desea. Con respecto a mí, me dio libertad total. Aceptaba todo lo que iba saliendo en los ensayos. Si te refieres a que existe alguna fama de que Pedro marca sobremanera a los actores, lo desmitifico. Al mismo tiempo, te digo que yo tuve que realizar varios cursos, entre ellos manicura y bordado, cosas que parecen sencillas pero que no lo son. Además de los cursos de enfermería, para los que contamos con enfermeros diplomados.
¿Cómo fue la relación profesional con Darío Grandinetti?
–¡Darío es el mejor! Tiene muchas virtudes como actor. Yo me quedo con su mirada, su fuerza tranquila, su quietud inquieta. Pedro se deshace en elogios para Darío.
¿Por qué cree que Almodóvar eligió a un actor argentino para el rol?
–No creo que lo eligiera por argentino. Probablemente quisiera dar la sensación de alguien que viene de un sitio lejano, sin ningún miedo a seguir adelante. Creo que lo eligió a él porque es el mejor actor que podía hacer ese personaje. Y demostrado está.
Sus roles siempre tienen algo de humor, ¿así es el tipo de papeles que usted elige o el humor es su aporte al rol?
–Hombre, los personajes no los eliges, te eligen ellos a ti. O en su defecto, los directores hacen ese trabajo. Lo milagroso es que te elijan con la cantidad de actores buenos que hay. Creo que la comedia me eligió a mí. La comedia es disfrute de principio a fin.
Hoy usted es uno de los mejores actores jóvenes de España. ¿Cómo empezó su carrera?
–No lo tengo claro. Fue una huida de mi pueblo. Un sitio maravilloso pero pequeño. Tenía ganas de tener más aire en los pulmones y probé Madrid. Allí estudie en RESAD, la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Siempre pensé que lo único que haría sería teatro clásico, al que algún día volveré. Cuando llegué a Madrid trabajé de acomodador. Fue unacoincidencia maravillosa: fui a buscar trabajo al teatro Fígaro y justo necesitaban acomodadores. Fue algo muy práctico: por la mañana en la escuela sentía lo poético de la profesión y por la tarde en el teatro veía la parte práctica, lo difícil que es poner una obra sobre el escenario. Antes de salir de la escuela ya conocía una realidad que me ayudó a entender pronto mi profesión.
¿En su próximo proyecto va a interpretar a un actor porno?
–Ese film ya se terminó de rodar. Es una película muy pequeña, muy interesante llamada Torremolinos 73, en la que trabajé con Candela Peña. Los dos hemos puesto nuestro pudor a juicio público.
¿Qué hace actualmente?
–Ahora estoy aprovechando el parón de cine que hay en España y me estoy gastando unos ahorrillos que tenía en conocer Nueva York y de paso aprender inglés. En la gira de Hable con ella demasiada gente me hablaba en ese idioma y, entre nosotros, yo no me enteraba de nada. Aunque en dos meses de estudio tampoco me voy a enterar de mucho. Imagino que lo hago para llenar la caja de memorias de cosas interesantes. Vivir en Nueva York es muy interesante.
¿Con quién le gustaría trabajar?
–Hay actores maravillosos como Javier Bardem, Victoria Abril, Fernando Fernán Gómez, Geena Rowlands, Susan Sarandon, Pacino, De Niro, todos lo que le gustan a todo el mundo. Phillip Seymour Hoffman me encanta. Sería maravilloso trabajar con ellos, cambiar de países en los rodajes, en fin... Es la una de la mañana en Nueva York y como es hora de dormir me pongo a soñar.

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