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Domingo, 28 de diciembre de 2014

SANTA FE › LOS HIJOS DE SILVIA SUPPO DECLARARON EN LA CAUSA POR EL CRIMEN DE SU MADRE

"A los únicos que investigaron fue a nosotros, las víctimas"

Andrés y Marina Destéfani relataron las profusas irregularidades en la investigación policial del asesinato de la testigo de la causa Brusa, el 29 de marzo de 2010, de nueve puñaladas, en su negocio de Rafaela. Las pistas que nunca se siguieron.

 Por Juan Carlos Tizziani

Desde Santa Fe

Andrés Destéfani pudo hablar con su mamá, Silvia Suppo, cuando la llevaban al quirófano del hospital de Rafaela tras las nueve puñaladas que le costaron la vida. Fue un momento. Le preguntó si la habían robado y ella le contestó: "¿Cómo me robaron?". El ignoraba que serían las últimas palabras de Silvia y el rostro de sorpresa, su última imagen, que guardó en la memoria. Andrés y su hermana, Marina Destéfani, declararon ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga a los imputados por el crimen, Rodrigo Sosa y su primo Rodolfo Cóceres. Los hijos de Suppo relataron el espanto del 29 de marzo de 2010, hace ya cuatro años y su demanda de justicia, pero también las "irregularidades" de la investigación, los manejos de la policía, las escuchas secretas a la familia y hasta un acoso telefónico. "Los únicos investigados fuimos nosotros", dijo Marina al revelar que en la causa se desgrabaron los diálogos con sus abogados y funcionarios del programa nacional Verdad y Justicia. "Los únicos escuchados e investigados fuimos las víctimas", denunció. "¿Y cómo siguió su vida?", le preguntó la querellante Lucila Puyol. "Con mucho miedo y tensión", contestó.

Sosa y Cóceres son juzgados por supuesto "homicidio agravado" en ocasión de robo. La hipótesis del crimen político está varada en primera instancia, con dos imputados a los que la Cámara Federal de Rosario les dictó la "falta de mérito".

Silvia fue testigo en la causa Brusa, que terminó en diciembre de 2009 con condenas de entre 19 y 23 años de prisión para cinco genocidas santafesinos. Era la primera por delitos de lesa humanidad en la provincia de Santa Fe.

Andrés dijo que ese lunes se levantó temprano. Cruzó a Silvia antes del desayuno y se fue a trabajar. La casa está al lado del negocio de los Destéfani, con una puerta que los comunica. Intentó apagar las luces del local, pero las dejó encendidas porque frente a la vidriera había un "hombre alto, robusto, pelado", que miraba hacia adentro. Salió a la calle. El hombre empezó a caminar atrás de él, un buen trecho, hasta que se cruzó de vereda.

*La carrera desesperada. Eran casi las diez, cuando Andrés recibió un llamado para que volviera al negocio de su madre porque habían pedido una ambulancia. Corrió. Y cuando llegó, la ambulancia partía hacia el hospital. "El local estaba lleno de gente", les dijo a los jueces. Y recordó lo que había visto en la parte posterior del negocio. Un cuadro del asalto: el charco de sangre, los zapatos de su mamá desparramados, los anteojos rotos y el cristal suelto, con salpicaduras rojas. "Mi mamá fue atacada en el fondo del negocio", interpretó. Andrés dijo que la policía nunca preservó la escena. "Nos pidieron que buscáramos los cuchillos" y después "nos dijeron: 'Si quieren limpiar, limpien'". Ellos no limpiaron.

Marina se enteró del ataque por un llamado de Andrés. Y al llegar, la impactó el desorden, la confusión. "Había vecinos pisando la sangre y con mi cuñada, Estefanía Orellano, tratamos de sacarlos afuera". Un policía nos pedía que "buscáramos el arma, que el cuchillo debía estar por allí". Y se revolvió todo. "La Policía nos dijo que limpiáramos".

¿Qué medidas de seguridad se adoptaron para preservar la escena? le preguntó otro de sus abogados, Guillermo Munné.

- Ninguna - contestó Marina. Y explicó que las cosas que supuestamente se llevaron Sosa y Cóceres no tenían valor de reventa. "Eran objetos de plata muy identificables". "Había cosas de más valor que no se llevaron". Silvia ahorraba en euros porque tenía previsto un viaje a Europa para visitar a su hermano, Hugo Suppo, que también va a declarar en el juicio, en febrero.

La fiscal de la causa y hoy jueza de Rafaela, Cristina Fortunato, recién apareció al día siguiente. "Teníamos derecho a que estuviera en ese momento", se quejó Marina.

- ¿Por qué usted dice: 'la fiscal'? preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal

- Porque después nos enteramos que era la doctora Fortunato -dijo Marina. Y siguió: "Mamá tenía muchas heridas" y "muy precisas". "Las nueve puñaladas eran indicios de algo muy extraño".

*El otro suplicio. "La policía nos pidió los números de teléfonos de la familia y se los dimos. Al poco tiempo, comenzamos a recibir llamadas extrañas, solicitando servicios sexuales", relató Marina. El acoso lo sufrió ella y su cuñada. Después, Andrés comentó que eran "llamadas de Rafaela, Buenos Aires y de Santa Fe". Y hasta "tres o cuatro ocasiones en distintas noches".

"Los únicos teléfonos investigados fueron los nuestros", apuntó Marina. Las escuchas a la familia se agregaron a la causa. "Los únicos que fuimos investigados y escuchados fuimos las víctimas". Y entre esas desgrabaciones, había diálogos con sus abogados o funcionarios del programa Verdad y Justicia. En esa etapa, el juez de Rafaela, Alejandro Mognaschi, llegó a rechazar como querellante a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que hoy es parte en el juicio.

Andrés dijo que el juez ordenó a la policía investigar el origen de las llamadas, pero sin resultados. "Una era de un hotel de Rafaela, donde había una lista con teléfonos y el de Estefanía se agregó a mano. Se le preguntó al hotel de qué habitación habían realizado la llamada y contestaron que no sabían porque el conmutador estaba roto".

*El video oculto. La trama de las filmaciones de la terminal de ómnibus de Rafaela volvió a salir en el juicio. El hecho ocurrió en las 48 horas siguientes del asesinato. Uno de los responsables de la empresa, Hernán Gunzinger - que está citado a declarar- dijo que entregó el CD al ex subjefe de Policía de Rafaela, Leandro Amaya, pero no le hizo firmar ningún papel. Amaya negó haberlo recibido y el video recién se incorporó a la causa, cuando Gunzinger entregó una segunda copia al juez Mognaschi, tres meses después, en junio de 2010.

Marina recordó el episodio en el juicio y dijo que en video se pueden ver a Sosa y Cóceres (antes de fugarse a Santa Fe, donde fueron detenidos) junto a otras dos personas: la hermana de Sosa, Marcela, con un bebé en brazos y "un hombre de pelo corto, de unos 40 años. Ese hombre nunca se identificó". Denunciamos el hecho "ante Asuntos Internos, pero no se hizo nada".

"La policía se manejaba de manera irregular con nosotros. Venían a las horas más imprevistas, incluso a la noche, para que reconociéramos algo o intentar que firmáramos algo", comentó Marina

*El hombre de afuera. Cuando declaró Andrés, el fiscal le preguntó sobre ese hombre que había visto al salir de su casa, el 29 de marzo, y lo siguió en el trayecto a su trabajo. "¿Lo volvió a ver?", le planteó Suárez Faisal.

- Sí - contestó Andrés. Lo ví dos veces, en un auto Megane blanco. Lo ví en dos ocasiones en la calle, en Rafaela.

- ¿Conoce a los imputados?

- Sí, a Sosa - respondió- . Porque cuidaba y lavaba autos en la cuadra del negocio de Silvia y a la vuelta de la esquina, frente a un restaurante. "Era un habitual de la zona, lo conocía toda la cuadra", dijo. Por eso, Andrés cree que "la intención de matarla estaba desde el primer momento porque si ella sobrevivía lo iba a reconocer", concluyó.

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Marina y Andrés reclaman que se investigue el crimen de Silvia Suppo como asesinato político.
 
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