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Lunes, 29 de septiembre de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › LA REALIDAD FERROVIARIA SEGúN PINO SOLANAS EN "LA PRóXIMA ESTACIóN"

Trenes herrumbrados, síntesis de país

En su cuarto film, el líder de Proyecto Sur repasa las privatizaciones, la lógica corrupta de la entrega del patrimonio nacional y el presente de los ferrocarriles. La palabra de trabajadores, técnicos y políticos desinformados atraviesan el documental.

 Por Leandro Arteaga

La próxima estación. Argentina, 2008

Dirección y guión: Pino Solanas.

Fotografía: Fernando Solanas, Alejandro Mouján, Mauricio Minotti.

Montaje: Alberto Ponce, F. Solanas, M. Minotti.

Música: Gerardo Gandini.

Duración: 115 minutos.

Diseño de sonido: Lena Esquenazi.

Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.

Puntaje: 7 (siete) puntos.

La próxima estación se inscribe en el fresco fílmico﷓documental por medio del cual su director, Pino Solanas, propone acercar, desde la memoria inmediata, razones históricas y políticas sobre los últimos avatares argentinos. Su destinatario preferido, en palabras del mismo realizador, es la nueva generación, desconocedora de los motivos que han permitido que hoy, por ejemplo, se haya desmantelado el servicio ferroviario y que sus actuales funciones de cara al ciudadano sean, cuanto menos, lamentables.

Desde allí, desde la concepción del cine como herramienta cognoscitiva, Solanas construye La próxima estación, cuarto capítulo que complementa las anteriores Memorias del saqueo, La dignidad de los nadies y Argentina latente. Películas que vuelven sobre los pasos narrativos que Solanas y Octavio Getino propusieran con La hora de los hornos, film clandestino rodado en Argentina entre 1968 y 1969.

No sólo volvemos a encontrar aquí la utilización recurrente de intertítulos, que ordenan al film de modo esquemático, sino también la presencia habitual de la voz en off de su director, recurso que hace de La próxima estación un film en primera persona. Mientas se esboza una breve genealogía de los trenes en Argentina, el film entrevista a ex﷓ferroviarios, trabajadores y dirigentes políticos. Recuerda con imágenes de archivo la responsabilidad dirigente y traslada la desolación que ahora impera donde antes existían trenes y rieles.

En este sentido, habrá que celebrar que la película dé cuenta, desde encuadres sin montaje, provistos por el archivo, de que no sólo Carlos Menem obró en beneficio del desempleo y vaciamiento del patrimonio, sino también sus acólitos, de rostros reconocibles de forma inmediata por el público de Rosario, quien acompañó con silbatinas sus apariciones, las cuales inundaron la sala e impidieron escuchar buena parte del relato fílmico. Lo mismo puede decirse en cuanto a las razones que Solanas expone como negociados respecto del "tren bala", contrastantes ante lo que suponen las voces oficiales y su defensa de un medio de transporte veloz pero sectario.

Desde estos lugares, uno no puede aislarse del discurso fílmico y estar en desacuerdo. Lo que genera sensaciones dispares, que culminan por revelarse desde otro costado discursivo, vinculado al plano ideológico. En este sentido, Solanas no evita citar fílmicamente a Perón, en su explicación del modo a través del cual se compraron los ferrocarriles a los ingleses. Luego de ello, La próxima estación da pie a la fiesta peronista que supusieron los consecuentes años de gobierno. Trabajo, comida, sueldos suficientes. Del mismo modo en que Leonardo Favio hizo lo propio con Perón, sinfonía del sentimiento, la cual es citada desde las imágenes de Solanas.

En este sentido será útil recordar que La hora de los hornos se compuso desde una gesta ideológica peronista﷓revolucionaria, film del que no se dudó en amputar, para su estreno en 1973, la imagen final del Che Guevara. Uno no está recriminando esto, sino sólo señalando el carril de ideas por el que transitan los trenes de Pino Solanas.

Desde allí, pueden hacerse diferencias o, por lo menos, nuevas críticas. Porque el didactismo peronista ha sido, muchas de las veces, si no engañoso sí insuficiente. Pensar una masa obrera renacida de las cenizas podría dar cuenta de esto. Así como también el análisis que supondría permitirnos entender que es el mismo movimiento político el que nacionalizó y privatizó y vilipendió las empresas estatales, con complicidad de sindicatos de misma identidad.

Pero habrá que destacar que dichos planteos, si nos son posibles, lo son por emanar del mismo film de Solanas. La próxima estación es de visión imprescindible. Observar pequeños pueblos fantasmas que no se dignan a desaparecer, y que limpian y barren su vieja y querida estación ferroviaria, es motivo suficiente. Ante tantas voces conformistas, La próxima estación expone una mirada que, si bien previsible, molesta. Y molesta porque altera e interfiere con promesas no cumplidas mientras expone el reclamo de trabajadores por dignidad.

El quiebre emocional que experimenta uno de ellos es -si se me permite señalarlo- uno de los mejores momentos del film. Allí, cuando el recuerdo devuelve la vivencia y el honor vencido por prácticas políticas obscenas, afloran lágrimas que se respetan.

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Una postal repetida: pasajeros viajando en malas condiciones
 
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