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Martes, 18 de noviembre de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EL MACRO CUMPLIó CUATRO AñOS DE EXPERIMENTACIóN, ACIERTOS Y ERRORES

Construcción de la contemporaneidad

Pocas ciudades del país cuentan con un proyecto que permita a los ciudadanos interesados por el arte observar y arriesgarse a participar en experiencias diferentes de su cotidianeidad, que pintan la ciudad de distintos sabores.

 Por Marcela Römer

El domingo pasado se hizo un gran festejo por los cuatro años del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el anexo más joven que posee el prestigioso Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino. Los silos Davis, pintados de fuertes y atrayentes colores, albergan la colección de arte contemporáneo argentino más importante del país. Durante estos cuatro años de experimentación y construcción de políticas públicas referidas a las artes plásticas sucedieron en el Macro innumerables aciertos, y también interesantes errores. Los riesgos de construir contemporaneidad artística. Como dice en el texto de este aniversario, refiriéndose a la inauguración del Museo, su director artístico Roberto Echen: "Cuando tuve que elaborar el perfil del museo que estábamos por crear pensé que -paradójicamente- el macro tenía que sostenerse desde y en la inestabilidad, la incertidumbre y la puesta en suspenso constante de conceptos como el de museo, colección y -en fin- arte, si queríamos que fuese no sólo un museo de arte contemporáneo sino un espacio contemporáneo".

El domingo pasado, no tan inestables situaciones se sucedieron en los festejos, desde el otorgamiento de premios y menciones al proyecto "Curador Polimodal 2008", que se viene realizando desde hace tres años (cuyos ganadores fueron escuelas y docentes del ámbito publico y privado de la ciudad), hasta intervenciones como la del artista Leandro Yadanza, ganador de la beca de la Fundación Nuevo Banco de Santa Fe en la parte externa del museo.

Todos los pisos tienen muestras curadas por personalidades del arte nacional: el primer piso es para el afamado artista Marcelo Pombo, que en esta oportunidad ofició de curador realizando una divertida y crítica intervención a nuestro acreditado -y muchas veces olvidado- Grupo Litoral. Pombo construyó una interesante dinámica resignificando obras y nombres de artista en una especie de post historia del grupo mencionado, así conviven Musto con Giacaglia, o Bertolé con Knop, Lydis o Ouvrard.

En el segundo y tercer piso se pueden ver piezas de la Colección Primavera Verano del museo, mientras que llegando ya al cuarto piso se puede distinguir la interesante y sutil puesta en escena titulada Heteróclito, de las tapas de los libros de la editorial rosarina Beatriz Viterbo realizadas por el conocido artista Daniel García desde 1991 hasta la actualidad. Además de reconocer muchas imágenes que hemos visto en los libros, en la cuidada edición curatorial se puede observar que no existen diferencias entre el hacer artístico y la supuesta ilustración -muchas veces pensada como un arte menor- en una tapa de libro.

En el quinto y sexto piso, curada por Andrés Duprat, la muestra titulada Temporal de la conocida artista rosarina Laura Glusman escenifica inmensas fotografías de una gran sutileza técnica y conceptual. Son "silenciosas, tristes y húmedas, porque así se le revelan las cosas y los otros" a la artista, dice su curador en el texto de catálogo.

En el séptimo piso una instalación titulada Nocturno, de Diana Schufer, bucea en un inconsciente oral donde la escucha se muestra como lo más importante. Dentro de un espacio totalmente oscuro ciertos sonidos de conversaciones nos atraen para poder así escuchar desde unos redondeles parlantes desconocidos que cuentan intimidades.

El Macro terminó su cumpleaños con fiesta y proyecciones varias en los silos de colores. Desde que se inauguró, se ha mostrado como un espacio de experimentación de lo contemporáneo. No todas las ciudades de Argentina tienen la posibilidad de poseer un proyecto estatal y privado de estas características. El Macro fue un acierto de la gestión municipal. Muchas veces es difícil comprender qué sucede allí adentro, o por qué. El ciudadano interesado por el arte debe arriesgarse a observar, o participar, en proyectos que aunque se vislumbren como incomprensibles, sólo son experiencias diferentes a su cotidianeidad y pintan su ciudad de distintos sabores. Los espacios institucionales públicos abiertos a nuevas interferencias son aciertos. Por eso es necesario que sean apoyados y defendidos. El Macro es de todos, y todos somos parte de él.

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Lifschitz recorre la muestra del séptimo piso del museo junto a autoridades de Cultura.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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