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Domingo, 29 de enero de 2006

CULTURA / ESPECTáCULOS

"El teatro político siempre es una ilusión óptica, una utopía"

Los escritores y dramaturgos rosarinos Patricia Suárez y Leonel
Giacometto acaban de ser premiados en Bilbao por su obra "Herr Klement"
que cuenta los tres días en los que el criminal nazi Adolf Eichmann, permaneció secuestrado en Argentina por los agentes del Mossad israelí.

 Por Julio Cejas

Los escritores rosarinos Patricia Suárez y Leonel Giacometto, con su obra "Herr Klement" fueron los ganadores del premio correspondiente a "Obras en castellano"; del reciente "IV Premio de Textos Dramáticos "Serantes", que organiza el Ayuntamiento de Santurce (España). El premio además del dinero incluye la edición de la obra a cargo de la editorial Artezblai perteneciente a Artez, la prestigiosa Revista de Artes Escénicas del País Vasco que inaugura este año la Librería de las Artes Escénicas en la ciudad de Bilbao, donde se distribuirán entre otros importantes textos de teatro, la obra premiada. "Herr Klement" relata los tres días en que el criminal nazi Adolf Eichmann permaneció secuestrado en Argentina por los agentes secretos del Mossad israelí.

El estilo y la temática de la obra se inscriben dentro de una poética propia que recala sobre el pasado histórico para sorprender por su vigencia en una sociedad como la argentina, que no ha suturado todavía la gran herida abierta de los años de plomo.

Estos dramaturgos rosarinos vienen acumulando en los últimos años una serie de premios y reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional por su intensa y original escritura dramática que ya cuenta con el respaldo de diferentes directores argentinos que han llevado a escena varias de sus obras.

La importancia de este primer premio, según Patricia Suárez; autora entre otras de la trilogía teatral "Las polacas" (2002); va más allá de lo económico. "El premio representa para nosotros no sólo la gratificación porque el texto haya gustado, sino la ilusión de que algún grupo español quiera representarla, nunca se han representado obras nuestras en el exterior, y esto sería una gran alegría".

En "Herr Klement", retorna otro de los temas preferidos de la escritora Patricia Suárez: El destino de los jerarcas nazis que con la caída de Adolfo Hitler se dispersan por el mundo y recalan en gran parte en Argentina. Algunos antecedentes de la obra recientemente premiada se pueden rastrear en "Valhala" (Premio Argentores 2000); "El sueño de Cecilia" (2003) y "Rudolf" (2002), puesta que se vio el año pasado en Rosario; donde ya se perfila la figura del criminal de guerra Adolf Eichmann.

Esta estrategia discursiva de "humanizar" a los genocidas o torturadores encuentra en la historia del teatro argentino a uno de sus precursores, el psicoanalista, actor y dramaturgo Eduardo Pavlovsky, autor de "El señor Galíndez", una de las primeras obras que derrumbaba el estereotipo de estos seres que al ser demonizados perdían su apariencia humana y simplificaban la complejidad de sus actos.

"`Herr Klement' -argumenta Suárez- no está 'humanizado', sino que es humano. Los jerarcas nazis eran seres humanos, eso es lo terrible del asunto, que eran seres humanos igual a todos nosotros pero con una mente y un proceder que hace que los consideremos como monstruos".

Para Leonel Giacometto, autor junto a Suárez de las obras "Santa Eulalia" (estrenada en Rosario por el grupo Fe de Ratas); "Puerta de hierro"; "Besaré tus pies"; "Plató" y "Trilogía peronista", entre otras; el tema se constituye "en una de las cuestiones más fuertes de la literatura; tener la certeza de que esta gente era y son seres humanos; que la maldad es indetectable desde el afuera; que pueden ser los mejores vecinos y, sin embargo...".

Esta idea de "humanizar" al personaje -según Giacometto- no era el objetivo de una obra que pretendía "mostrar un registro de la ambigüedad del ser humano, más allá de las patologías o, visto desde otro punto de vista, fuera del psicoanálisis y la psiquiatría, más allá de la maldad como entidad".

En parte estos autores son emergentes de un retorno a un teatro más político que al final de la década del 90 inunda la escena argentina y contagia a un grupo de jóvenes dramaturgos ávidos por dar cuenta de algunos fenómenos socio-políticos de los cuales el teatro parecía haberse alejado.

El tema del peronismo es una constante y personajes como Evita y Perón son resignificados en obras como "Santa Eulalia" o "La Trilogía peronista", por citar algunas de las producciones más significativas de la dupla Suárez-Giacometto.

"Esta es una época de muy poca ética y menos política aún, entonces uno se siente desvalido, e intenta construir una serie de valores o de mandamientos, por decirlo así sobre los cuales debe regirse; el teatro político siempre es una ilusión óptica, un deseo, una utopía", plantea Suárez.

Giacometto va más allá y reivindica la tradición política del teatro argentino. "Hay algo de la tradición del teatro argentino de la cual uno no puede desprenderse ni quiere, un teatro atravesado en toda su historia, por la política y la realidad cotidiana; al comenzar a diseñar las obras con algún tipo de referencia histórica, se trata de no caer en el "panfleto"; hay que dejar que los personajes "hablen", ya sean judíos, nazis, peronistas, represores, etc".

Otra de las características de esta joven generación de nuevos dramaturgos es recalar sobre una historia de la cual no han sido testigos y que pareciera ser una asignatura pendiente como ocurre con los autores premiados y el tema del peronismo.

"Es una manera de pensar que todo pudo haber sido distinto a como fue contado por la historia oficial, tratando de introducir elementos `no oficiales', pero sí humanos y emocionales, en personajes épicos como el caso de Eva Perón deseando comerse una mandarina en Santa Eulalia por ejemplo".

Los dos escritores cultivan con igual pasión la dramaturgia, como la novela, el cuento y llevan publicados una gran cantidad de notas periodísticas en diversos medios gráficos, revistas especializadas y sitios web, de allí la importancia de conocer su opinión acerca de los distintos géneros por los que transitan y el diferente grado de compromiso que tienen con cada uno de ellos. "Yo amo la narrativa -confiesa Patricia Suárez- a pesar de que la dificultad que propone la escritura narrativa es mucho mayor que la que propone la escritura teatral. En el teatro, uno puede escribir `en falso'; se puede esbozar una escena y pulirla infinitas veces y luego corregirla cuando llega el momento también con el director y los actores; pero un cuento no. Un cuento debe ser planeado y escrito en su mayor parte dentro de la cabeza, en la soledad más absoluta, allí uno escribe en firme y las posibilidades de corrección una vez terminado son muy pocas. En el teatro se concilian los elementos a corregir con el director".

Para Giacometto, la narrativa a diferencia del teatro, se plantea como algo más solitario. "Un cuento, después de pergeñarlo y escribirlo, ya está; más allá de la o las correcciones; el texto dramático tiene la particular característica de no ser por entero hasta que está en manos del director y los actores. Todo cambia, es muy difícil llegar a una versión final sin hacer correcciones posteriores. Puede resultar muy seductor, pero, es muy tedioso para el que escribe".

A la hora de revalorizar este y otros premios obtenidos fuera del país, el autor de algunos textos de la obra "Lo mismo que el café", dirigida por Rody Bertol, reflexiona acerca del rol que se le atribuye al dramaturgo en Argentina. "En Rosario, por no decir Argentina, hay una especie de solapada desvalorización hacia el autor de obras, de textos. Casi siempre la opinión del director es más importante".

Los autores premiados aguardan la publicación de "Herr Klement" que está planteada para marzo de este año aproximadamente, y seguramente no faltará el director que asuma el desafío de poner en escena un texto que plantea una temática de perturbadora vigencia en una época donde el fantasma de los represores impunes de todos los tiempos sigue rondando el mundo.

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