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Lunes, 26 de julio de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. CARTAS A JULIETA PERMITE RECREAR PELíCULAS DE LOS 60 PERO NO VA MáS ALLá

El eterno encanto del amor en Verona

La comedia romántica dirigida por Gary Winik tiene un guión que no profundiza, pero aún así permite revivir el viaje a Italia, volver sobre la clásica historia escrita por Shakespeare y reencontrarse con Vanesa Redgrave y Franco Nero.

 Por Emilio A. Bellon

Es probable que al espectador de más de cincuenta años, un film como Cartas a Julieta lo lleve a recordar algunas películas de los años 50 y principalmente de los 60 que trazaban una línea y marcaban un puente de unión entre alguna ciudad de Estados Unidos o Inglaterra y ese espacio soñado, largamente acariciado, de una mítica Italia. Por citar sólo algunos, asoman a la memoria Locura de verano de David Lean, La fuente del deseo de Jean Negulesco, Los amantes deben aprender de Delmer Daves. En estas historias que abrían paso a un deslumbramiento, tanto secretarias como algunas maestras y bibliotecarias despertaban al amor y descubrían su sensualidad a lo largo de un itinerario poblado de citas artísticas.

Ya a mediados de los años 80, James Ivory, conforme a la recreación de tiempos idos, con una mirada crítica hacia los comportamientos victorianos, apoyándose en la novela Una habitación con vista de E. M. Forster, estrenó Un amor en Florencia y en los últimos tiempos, en clave de comedia, pudimos conocer la tan exitosa realización de Audrey Wells, Bajo el sol de Toscana. En todos estos films, y tantos más, el viaje por Italia recuperaba el camino de los románticos y ponía en juego la propia competencia del espectador, en lo que hace a gustos y costumbres, obras artísticas, trattorias y visita a museos. Pero por sobre todo, Italia (como también lo fue Grecia en la literatura y en el cine) era la posibilidad de plantear un descubrimiento, de marcar un viraje en la conducta de los protagonistas, de experimentar lo que durante tantos años esperaba ser despertado.

Sin llevar a las notas y tonos que había logrado este film, y en un formato de una comedia standard de hoy, con un muy esperado final feliz, se ha presentado en estos días Cartas a Julieta, film de Gary Winick que, pese a sus fatigados logros parciales, no obstante, nos permite reencontrarnos con nombres y figuras ya muy reconocidas. En el orden de la tradición cultural, literaria y amatoria, el nombre de Julieta nos remite al sufriente personaje femenino de la pieza de Shakespeare, a su balcón en Verona y a su amado Romeo. Pieza inmortal de la historia de la cultura occidental, los personajes de Romeo y Julieta encontraron numerosas variaciones en la historia del cine, desde los tiempos del cine silente, hasta la ya clásica versión de George Cukor del 36 con Norma Shearer y Leslie Howard (cuyo afiche reconocemos en el film de hoy), la aggiornada y juvenil visión de Franco Zeffirelli, pasando por el musical de Robert Wise, ambientado en el Bronx, en ese enfrentamiento de estos nuevos Montescos y Capuletos que se libra en Amor sin barreras (West side story). Ya en los albores del nuevo siglo, el que hoy vivimos, Baz Luhrmann presentó su posmoderna lectura del clásico de siempre, interpretada por Leonardo DiCaprio y Claire Danes en Romeo + Julieta.

A la eterna Verona, que ofrece su balcón al sueño de los enamorados, llega una joven aspirante a reportera y narradora para celebrar, junto a su prometido, su pre luna de miel. Su pareja no es otro que el personaje que compone tibiamente Gael García Bernal, chef hiperactivo que encontrará en Italia no ya el profundo significado del amor sino la oportunidad de proveerse de productos regionales para su futuro restaurant.

Ella se llama Sophie y en el film mantiene ese mismo rostro de ingenuidad y picardía que caracterizaba a su personaje de la comedia musical, Mamma mía y este viaje a Verona, la ciudad de los infortunados amantes, le marcará el camino a ese balcón que el film descubre en un doble giro y a la actitud paciente de tantas mujeres de distintos lugares del mundo que escriben sus propias notas, misivas, dirigidas a Julieta. Las mismas, pobladas de expresiones sufrientes, expectantes, felices, serán respondidas por un grupo de servidoras del amor, a las que golpeará a la puerta un día esta joven cronista.

Y mientras su pareja visita viñedos y apunta recetas gastronómicas, Sophie se lanzará con su actitud detectivesca a seguir de cerca las cartas que se fijan sobre un muro, que se dejan allí. Y entonces, desde un recoveco el pasado emergerá con su propio tiempo descubriendo una decisión de una aquilatada espera. Será entonces, cuando otra dama, llegada de la neblinosa Londres en compañía de su nieto se hará presente allí.

Y aquí se abre la otra sorpresa de este film que nos presenta sus creditos con reproducciones pictóricas y fotografías de diferentes épocas que retratan la captura amorosa a través del beso, como en las escenas fílmicas del final de Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore.

La otra dama, elegante, refinada, de una distinción que subraya su serenidad, llamada Claire, está interpretada por Vanessa Redgrave, actriz nacida en la misma Londres, un 30 de enero de 1937 y que protagonizara inolvidables momentos de cine.

Y ahora Claire, junto a su nieto y la joven Sophie se dirigirán de Verona hacia Siena en busca de aquel hombre al que ella sigue recordando y amando. Los distintos caminos nos llevan hacia el suelo de la Toscana, donde se producirá el encuentro con aquel Lorenzo Bertolini, rol que interpreta Franco Nero. Su aparición la hace a caballo, montando, como lo hacía en los films de los 60.

Cartas a Julieta permite revivir el viaje a Italia, volver a escuchar los lamentos de los amantes de Verona, reencontrarse en el propio set y fuera del set a esta pareja de ya casi ancianos actores. Claro está, esto no basta, aunque conforma visual y musicalmente, ya que su guión no permite que se profundice más allá de una ligera comedia.

Cartas a Julieta. 6 (seis) puntos.

(Letters to Juliet). EEUU, 2010.

Dirección: Gary Winik

Guión: José Rivera y Tim Sullivan

Fotografía: Marco Pontecorvo

Música: Andrea Guerra

Intérpretes: Amanda Seyfried, Christopher Egan, Vanessa Redgrave, Franco Nero, Gael García Bernal.

Duración: 105 minutos.

Salas de estreno: Monumental, Showcase, Sunstar y Village.

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Vanesa Redgrave y Franco Nero alimentan la nostalgia. Amanda Seyfried despliega su frescura.
 
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