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Jueves, 22 de diciembre de 2011

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. SE PRESENTA ASFIXIA, DE ELISA BELLMANN.

Oscuros pliegues de la mente

Crimen, psicoanálisis y años de plomo, el cóctel que propone la autora resulta irresistible. Finalista del premio Clarín Alfaguara en 2009, la novela ha sido publicada por la colección "Ciudad y orilla" de la editorial Homo Sapiens.

 Por Beatriz Vignoli

Hoy a las 19.30, en el auditorio de Sarmiento 763 se presenta un nuevo libro de la editorial rosarina Homo Sapiens: Asfixia, novela de la psicoanalista y escritora Elisa Bellmann que fue finalista del premio Clarín Alfaguara 2009. Es el último título de 2011 en la colección de narrativa local "Ciudad y Orilla" que dirige Marcelo Scalona desde este año, y que ya publicó obras de Ebel Barat, Daniel Briguet, Patricia Suárez, Alma Maritano y Miguel Sedoff, entre otros. Disertarán Jorgelina Núñez (revista Ñ) y el director de la colección.

Elisa Bellmann (Paraná, Entre Ríos, 1956) estudió psicología en la Universidad Nacional de Rosario, en la agitada década de 1970. Vive en Rosario, donde se dedica a la clínica psicoanalítica y ha contribuido en proyectos sociales y de participación ciudadana. Ya desde el epígrafe de Julián Marías ("lo que no fue aún puede ser") es fácil coincidir con los editores en que esta biografía ha dejado huellas en su primer libro de ficción, un thriller psicológico a dos voces cuyos protagonistas son un médico psiquiatra y una paciente muy especial.

Con todas sus diferencias, la obra tiene algunos motivos en común con un cuento fundante del género policial argentino, "La bolsa de huesos" (1896) de Eduardo Holmberg. La primera entrevista entre los dos personajes evoca, en un lenguaje llano y sin pretensiones, una escena clásica: la del primer encuentro entre el detective privado y su clienta. La misteriosa mujer que se presenta a la consulta es una histérica de libro, una rubia atractiva de cuarenta y pico que desafía la prohibición de fumar, manipula el encuadre, se diagnostica y se interpreta síntomas ("nunca grababa los nombres de la gente. Creó una teoría personal acerca de este fenómeno: una secuela de la represión de los años '70, cuando era indispensable no reunir caras con nombres"). Además, tira las cenizas por la ventana y dice vivir desde los diecinueve años con la identidad de su hermana gemela muerta.

El médico está al final de una carrera signada por su compromiso con ideales de justicia social. Acaba de perder a su amor de toda la vida y le queda una hija, "una médica del siglo XXI" que defiende la ciencia cosificante contra la que él tanto luchó. Es, según su propia mirada neurótica obsesiva sobre sí mismo, un hombre íntegro y solitario, incomprendido, más razonable que los demás: coincide con la figura quijotesca del detective ideal que describió Chandler en "El simple arte de matar". Mucho tiempo atrás este psiquiatra escribió dos trabajos académicos sobre la ética de la responsabilidad, repensada desde sus repercusiones subjetivas. Uno es sobre el filósofo marxista Louis Althusser, quien en 1980 "asesinó a su esposa ahorcándola con la cortina de la ventana" y fue internado como inimputable, pero "la imposibilidad de saldar con una condena su deuda con la sociedad lo arrojó a un estado de culpa atroz" y él murió diez años después.

El otro trabajo se trata de un crimen más cercano en el espacio, si no en el tiempo. Cuando el doctor está por derivar a su insolente paciente a otro colega para deshacerse de ella, se revela una conexión entre el pasado y el presente que atrapa tanto al psiquiatra como al lector. Crimen, psicoanálisis y años de plomo: el cóctel resulta irresistible. A todo esto se le suma el prestigioso tema del doble. El relato es el de un investigador incorruptible que casi treinta años después de un caso que parecía cerrado, y al igual que gran parte de la sociedad argentina en estos últimos años, es confrontado por lo más parecido que puede ofrecer el realismo al fantasma de una víctima.

La fecha de la muerte es significativa: junio de 1977. La sustitución de identidades, como tantas otras por entonces, pasa desapercibida, y no sin consecuencias. Sin embargo, el médico duda. Su desconfianza pone a prueba el relato de la paciente y esto dispara un despliegue del verosímil y del relato mismo. Los "detalles innecesarios" del caso ponen en foco lo que sí le interesa al lector. Y se van revelando oscuros pliegues de la mente humana. Como en "William Wilson" (el cuento de Edgar Allan Poe sobre el fantasma de la conciencia moral), la historia ingresa en pleno territorio de lo ominoso. Cabe suponer que las cosas se pondrán cada vez más difíciles para ambos y más interesantes para quienes sueñen despiertos, página a página, con su pesadilla, de la que sin embargo no se desea despertar.

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Nacida en Entre Ríos, Elisa Bellman reside en Rosario
 
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