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Jueves, 22 de diciembre de 2011

PSICOLOGíA › DE LA ALEGRíA DE LA NIñEZ A LA TRISTEZA POR EL FIN DE AñO EN LOS ADULTOS

El malestar engarzado a las fiestas

Además de la nostalgia que significan los días de balance para quienes ven frustrados sus sueños de la infancia, en estas fechas los conflictos se hacen cotidianos en muchos hogares entre las familias de origen y de procreación.

 Por Domingo Caratozzolo*

¿Dónde vamos a pasar las fiestas? como casi todos los años y para estas fechas, esta pregunta ya se ha instalado en gran parte de los matrimonios causando discusiones, lo cual pone de manifiesto el conflicto que tienen las personas cuando las familias de ambos reclaman sus presencias. Como Tupac﷓Amarú, la pareja se desgarra y sangra anualmente, hasta que las aguas se calman cuando el nuevo año comienza.

Cada uno de nosotros pertenece a dos familias elementales; nacemos en una familia que podemos llamar "familia de origen" y luego, ya adultos, formamos la que podríamos denominar "familia de procreación". Estas dos familias, la de origen y más tarde la familia de procreación, constituyen para nosotros el núcleo de parentesco, esto es, todos los parientes en primer grado. Conformada la familia de procreación confluyen en ella las familias de origen de ambos integrantes de la pareja.

El hecho de que la familia urbana viva encerrada en un hábitat por lo general reducido genera un intercambio emocional concentrado en pocas personas, lo que facilita que hijos y padres tengan entre ellos una dependencia emocional muy intensa. Es así que si una pareja de novios o amantes decide constituir un nuevo hogar, su camino, ya de por sí trabajoso, en la búsqueda de la armonía conyugal, se verá obstaculizado por su fuerte ligamen con la familia de origen que produce lo que denomino "conflicto de lealtades".

Ambos integrantes se encuentran involucrados en una situación de lucha entre su lealtad a la familia de origen que se encargó de cuidarlo, alimentarlo, educarlo, mantenerlo, de su desarrollo personal y que le dio un nombre, y la nueva familia que constituye con su pareja. Esta doble lealtad los divide, constituyendo el origen de discusiones. Fuente constante de producción de celos, actúa como elemento negativo, por ello, la posibilidad de tolerarlos es beneficiosa para la salud de la pareja. "Lo que pasa es que para vos tu familia son tus padres", "tu familia nunca me ha querido" o "si alguno de tus hermanos te pide algo, te matás pero lo hacés; me gustaría que fueras así conmigo", etc, son quejas frecuentes entre los jóvenes esposos. Y no nos debe extrañar que cada uno quiera pasar las fiestas con sus familiares

Una vez acordado donde pasar estas festividades, existe otra situación perturbadora: a muchas personas suele invadirlas un sentimiento de tristeza que puede ser ejemplificado por los comentarios de un amigo: "No veo la hora de que pasen las fiestas. Iría a cualquier lugar con tal de no estar aquí. Estos días me enferman. Me gustaría dormirme y despertarme el dos de enero. Recuerdo que cuando era chico esperaba con muchísima ilusión el día de Navidad porque armábamos el arbolito, lo llenábamos de luces y esperábamos con ansiedad los regalos que nos traería Papá Noel. El día de fin de año se reunía toda la familia y jugábamos con mis hermanos y primos, luego salíamos a la calle a tirar petardos y festejar con los vecinos la llegada del nuevo año. ¡Y para qué contarte la noche del cinco de enero! Nos despertábamos para espiar la llegada de los Reyes Magos a quienes habíamos dejado, junto a nuestros zapatos, alimentos para ellos y sus camellos. ¡Pensar que ahora no veo el momento de que terminen estas fiestas!".

¿Qué es lo que ha pasado para que aquellas felices fiestas de la infancia se hayan transformado tan radicalmente para quienes se expresan de esta manera? ¿Qué ha convertido esos momentos de alegría en los actuales de malestar? Ocurre que la finalización del año constituye una ocasión propicia para el balance. Este balance nos mostrará los objetivos que hemos logrado, los deseos que hemos cumplido y también cuáles no han sido alcanzados. Momentos en que, voluntaria o involuntariamente, se hacen presentes aquellas ilusiones que no hemos conseguido concretar.

El caso del niño es diferente, éste tiene abierto ante sí un panorama ilimitado, con todas las posibilidades a su alcance. Sueña con ser artista, corredor de coches, poseedor de inmensas riquezas, científico de nota, deportista destacado, etc. La fama, el prestigio, el poder, la fortuna son posibles en sus sueños. Su mirada hacia el futuro es optimista, el mundo está allí para explorarlo y conquistarlo. El adulto, en cambio, encuentra su camino con límites por lo general cada vez más acotados cuanto más camino ha andado. La vida nos enseña a dejar atrás las ilusiones de la niñez y también nos permite que toleremos abandonar ese mundo imaginario cuando nos brinda otras satisfacciones (si bien no tan grandiosas) que de alguna manera compensan esa pérdida. Además de estas renuncias, experimentamos el dolor por aquéllos que nos dejaron para no más volver, los que no se sentarán en nuestra mesa, los parientes o amigos que no veremos más. Duelo por todas aquellas situaciones que quedaron atrás: la escuela y nuestros compañeros, la infancia, los diversos trabajos que hicimos, los amores que quedaron en el largo recorrido de la vida, pues un duelo despierta y renueva los anteriores.

Es así que estas fiestas, que representan un motivo de alegría para los niños, a los adultos nos deparan momentos de reflexión, de introspección y de nostalgia por lo perdido. Los síntomas que suelen aparecer en esta época del año: tristeza, ansiedad, cansancio, agotamiento, falta de voluntad para realizar las tareas cotidianas, son el resultado de este proceso interno de duelo. Estas perturbaciones encuentran su cura en el momento en que las campanas anuncian el fin del año. La euforia, la excitación, la alegría, el brindis por el nacimiento de un nuevo año, nos marca el cese de este duelo anual y nos permite pensar con optimismo que el año que comienza puede ser favorable a nuestros más íntimos anhelos. ¿Por qué no? ¡Feliz Año Nuevo!

*Psicoanalista. www.dcaratozzolo.com.ar

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Los brindis de las fiestas son fuente de alegría para muchos, pero también de angustia para otros.
 
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