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Jueves, 29 de diciembre de 2011

CULTURA / ESPECTáCULOS › ITO, TEATRO PARA BEBéS, DE LA COMPAñíA VAMOS QUE NOS VAMOS

Compartir el vuelo de las mariposas

A partir de la obra creada por el grupo de teatro, títeres y juegos, nace una experiencia inédita para la escena local.

 Por Julio Cejas

Pocas son las veces en las que una producción teatral puede albergar desde su propia gestación hasta su contacto con el espectador un enlace que conecte a familias enteras, unidas por una historia pequeña que tiene sus orígenes en las edades más tempranas de un ser humano. Para muchos este año fue un descubrimiento a nivel de los alcances que puede tener una propuesta ligada a las artes escénicas que trascienda el mero espectáculo para construir un lugar donde los protagonistas de la fiesta sean bebés desde recién nacidos hasta los 3 años.

A partir de la obra Ito creada por el grupo de teatro, títeres y juegos Vamos que nos vamos, nace así una experiencia inédita en esta ciudad, que se enmarca dentro del denominado "teatro para bebés", una experimentación que nació en Canadá y circula hace algunos años en distintos países de Europa. Hace tres años, en la ciudad de Córdoba, en el marco del Festival Internacional de Teatro para Niños, se presentó la primera experiencia de este tipo a cargo del director, dramaturgo y docente español Adolfo Simón.

El producto creado por el grupo local que integran Laura Carassai y María Soledad Galván, con música original del talentoso Esteban Sesso, bajo la producción y dirección de Carla Rodríguez, tiene un sello propio e irrepetible: el invalorable aporte de Teo, el pequeño hijo de la directora que ya escudriñaba desde la panza de su madre el recorrido de Ito.

Sumado a la profesionalidad de la búsqueda del colectivo Vamos que nos vamos (con trabajos como Veo veo... ¿qué ves?, Polvo de Hadas, El vendedor de globos y Palabristas) aparece este proceso de búsqueda ligado enteramente a una situación particular que va más allá de lo técnico y se inscribe dentro de lo lúdico e intimista que nace precisamente mientras un bebé se está gestando.

Los padres ingresan con los más pequeños en brazos y con los que ya pueden caminar tomados de las manos: todos aguardan en el cálido patio del Teatro La Manzana (San Juan 1950) que como nunca se llena del bullicio y la inquietud de un público recién estrenado. Pronto, y a medida que se produce el ingreso a la sala, el murmullo infantil se funde con los sonidos del canto de los pájaros que nos introducen placenteramente a un jardín imaginario; los padres le ponen colores de su infancia, los bebés inauguran su primer patio de juegos.

Todos se sientan a la orilla de ese lugar encantado donde dos notables actrices﷓titiriteras﷓narradoras nos presentarán al protagonista de una historia tan simple y tan profunda que movilizará los sentidos recientemente inaugurados por los más pequeños.

En la suave textura de un jardín de algodón se deslizará el gusanito Ito, un ser tan curioso que llegará a descubrir los secretos de la mutación, después de perderse por "tres días y tres noches", con el consiguiente estupor de todos sus amigos que lo buscarán incesantemente por los rincones de ese pequeño planeta tan misterioso como bello.

Así irán desfilando ante los ojos extasiados de niños, y no tan niños,

un grillo cantor, el caracol que "saca sus cuernos al sol", la legendaria hormiguita viajera, doña abeja y una cantidad de famosos bichos que se unirán para intentar encontrar a Ito. Capítulo aparte, la presencia de las emblemáticas vaquitas de San Antonio que se presentan con su propia canción en la que reivindican su dignidad de vacas especiales: "¡Las vaquitas de San Antonio; no son cualquier vaca!".

Bichos y niños se embarcan en la venturosa tarea de encontrar al gusanito que hace tiempo duerme en el capullo de un árbol y que llegó allí, según algunos, para satisfacer su sueño de "dar la vuelta al mundo", un mundo de tres días y tres noches del que sólo se regresa convertido en mariposa. Una notable y acertada metáfora del crecimiento elaborada para el público que mejor puede decodificar ese viaje, niños que todavía guardan sensaciones de un placentero mundo en el que navegaban como adormecidas crisálidas a la espera de la luz que los convirtiera en seres humanos recién nacidos.

La dramaturgia del espectáculo fue confeccionada con el mismo cuidado y la precisión artesanal con la que fueron construidos los muñecos: un mundo de bichos de crochet, una de las técnicas más antiguas y populares para tejer prendas, una historia que bien podrían contar muchas abuelas.

Allí está otro de los secretos de Ito, volver a la tradición oral pero enriquecida con la destreza de estas verdaderas hilanderas de la escena que son Laura Carassai y María Soledad Galván; siempre pendientes del juego escénico y atentas a la reacción de los niños para incorporarlas como un nuevo material para la gran trama de la obra.

La música de Sesso es un puente que une y sostiene la argamasa de la estructura dramática, por momentos protagonista y en otros acompañando las acciones de los diferentes personajes que habitan ese jardín mágico.

Todos bajo la ávida e intuitiva mirada de Carla Rodríguez, esa gran madre﷓directora que cuenta retazos de su infancia y la de su hijo con la precisión que le da el conocimiento de su trayectoria como actriz e integrante de un grupo que lleva más de 10 años explorando sobre los sueños de los más pequeños.

Uno de los espectáculos que volverá el año próximo debido a la fuerte repercusión que obtuvo a lo largo de todas las funciones. Un hallazgo dentro de la difícil y compleja labor de los hacedores del genuino teatro infantil; familia que se agranda con la inclusión del teatro para bebés.

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Laura Carassai y María Soledad Galván, protagonistas de la obra dirigida por Carla Rodríguez
 
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