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Sábado, 7 de abril de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. ENTREVISTA A FERNANDO GONDARD, PRODUCTOR, SOBRE UN TRABAJO FUNDAMENTAL

En la trama oculta del film

Produjo Al otro lado, ¿De quién es el portaligas? y la película pendiente de estreno Las mariposas de Sadourní. Devela cómo es realizar una tarea poco conocida, de la que depende que la idea del director pueda materializarse.

Decir que en Rosario se hace cine es cada vez más cierto. La tarea audiovisual implica complejidad, los desafíos a sobrellevar requieren de profesionalismo, y el compromiso con la tarea deviene necesariamente en más oportunidades. El beneficio para el medio y quienes lo conforman así se retroalimenta. Podrían mencionarse a realizadores varios como buenos ejemplos, pero lo también cierto es que hacer cine ocupa a muchas personas a la vez, desde rubros técnicos fundamentales, pilares de posibilidad para que una película, finalmente, sea. La tarea de producción es, en este sentido, rótulo consabido así como adherido a toda realización. La pregunta es: ¿hay una tarea de producción identificable en Rosario? Si de pensar un nombre se trata, el de Fernando Gondard ha pasado a ser referente. Inmerso como está en labores de producción recientes y en puerta, Gondard se ha vuelto eslabón fiable para toda propuesta que le cuente entre sus miembros.

"He sentido canas saliéndome por el medio de la cabeza, como si fuera un plumero -dice a Rosario/12 como ejemplo de la presión que cotidianamente sobrelleva-, pero cuando uno está adentro con la pelota rodando, nunca me paro demasiado a pensarlo". Artífice de producción en títulos como A cada lado (2007, Hugo Grosso), ¿De quién es el portaligas? (2007, Fito Páez) y la pendiente de estreno Las mariposas de Sadourní (Darío Nardi), Gondard destaca que "la particularidad radica en que si bien uno necesita entusiasmarse desde dentro, mucho más lo necesita hacia fuera".

"La motivación es importante porque es la producción la que se encarga de asegurar el núcleo de trabajo. Cuando esto está resuelto, resta mirar el partido. Uno de los primeros tips que se aprenden es el de no mirar la cámara y casi no mirar el set, porque nuestro trabajo es hacia fuera. Es tarea nuestra el conversar con la persona que nos prestó, por ejemplo, su vehículo, sin mentirle nunca la situación ni lo que se quiere filmar. Cuando llegamos a una casa, la gente que la prestó tiene que saber que, aún cuando esté todo impecable, van a entrar quince técnicos, se van a colgar luces, la habitación se va a desmantelar, etc. Lo que importa es que esta gente quede más amiga de uno que lo que lo era al comienzo, para que de esta manera se vayan gestando también nuevos lugares para otras producciones".

-Apelás a una profesionalización que, creo, debiera tenerse en cuenta desde un primer momento, así como desde los planes educativos de cualquier ámbito audiovisual.

-Ciertamente. La producción ha sido tarea a conocer básicamente desde la práctica. Creo que el punto de inflexión se provocó durante 2004, 2005. Desde lo particular, gracias a A cada lado, la película para la que Hugo Grosso me convocó a trabajar y que tuvo un impacto muy importante en Estados Unidos, con muchas proyecciones. Variety le hizo una crítica excelente. Terminada esa película llega la de Fito Páez, ¿De quién es el portaligas?. Ahí fue donde fogoneamos este espíritu, donde nos pusimos a prueba. Fue la película que formateó el esquema, la que nos equilibró. Fito trajo la mitad del equipo de Buenos Aires, súper profesionales: los directores de arte habían trabajado con Caetano, Aristarain, Piñeiro; la fotografía y la producción fueron rosarinas. Fue casi como un seminario, una práctica profesional. De hecho, allí comenzaron chicos como meritorios que ahora son jefes de área. Tuvimos que preparar todo. La jefatura de producción es la base logística, el enjambre de un rodaje. Hubo que ocuparse del catering, locaciones, cortes de calle, los vehículos de ocasión, más lo que significa el respeto desde dentro y fuera del rodaje. A partir de ahí la cosa se fue encadenando, también porque el país cambió, porque el Instituto de cine abrió más el panorama y se empezaron a gestar más producciones.

-Noto una conformación autodidacta del área. ¿Pensaste ser productor o la profesión te fue encontrando?

-No fue algo previsto, si bien había disfrutado con trabajos hechos en la Escuela de Cine. Pero sí sentía que era un lugar que importaba mucho, que cualquier situación de producción bien resuelta no tenía que ver con lo más fácil, con conseguir la casa desocupada de la tía, por ejemplo. Hay todo un esquema de trabajo que también se ve en pantalla. Si todo está en horario, si los actores están bien, hay entonces una situación de dirección. Ahora, si hay que cambiar un encuadre porque yo no consigo un balcón desde donde el director de fotografía necesita su contraluz, no puede haber contraluz. Barajar esas situaciones ha hecho que aprendamos a trabajar mucho desde la preproducción. Nos reunimos con todos los jefes de área, lo discutimos, volvemos a repasar, para saber qué es lo que se tiene que ver en pantalla. Y eso es algo que se nota.

-¿Cuáles son las expectativas para Las mariposas de Sadourní?

-La verdad es que fue la película más importante que hicimos, con un mecanismo gigantesco. Hay cosas increíbles, como la toma del puente colgante de Santa Fe: cortamos el puente, desviamos a la gente, para ver a Cristian (Medrano) en la lejanía, con un cielo tormentoso detrás. En Buenos Aires no querían creer que todo era parte de la misma toma, que no tenía nada compuesto. De hecho, Sadourní no tiene intervención digital. Para mí es una película que va a quedar como película de culto, ojalá sea popular. Otra cosa para dar cuenta del nivel de inteligencia y de pasión, es el trabajo sobre las locaciones. Darío (Nardi) la tenía diseñada para filmarse en el anexo del Banco Nación, donde transcurría el 70 por ciento de la película. No se pudo filmar allí por cuestiones de seguridad. Estábamos a quince días de rodaje y no teníamos locación. No me acuerdo quién dijo: "¿Vieron el hipódromo?". Cuando lo vimos, era Sadourní: una ciudad espléndida, estacionada en el tiempo, cuánto tiempo pasó no se sabe, todo tenía que tener cierto orgullo, si había una reja tenía que ser divina, los escalones perfectos, los mármoles cortados divinamente, las soldaduras, las molduras... Eso es Sadourní. Hay un trabajo de arte y fotográfico preciosos, Rosario está extrañadísimo, los espacios trastocados. El 35 milímetros es impresionante. Los contrastes son increíbles. El montaje se hizo en 2K, y va a DCP, que es un disco rígido encriptado, donde se habilitan la cantidad de copias. Es lo que se viene, tiene absoluta garantía. Sadourní ya está lista.

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Fernando Gondarg se considera un autodidacta, ya que "se hizo" como productor en la práctica.
 
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