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Lunes, 11 de agosto de 2014

CULTURA / ESPECTáCULOS › LOS MODERNOS VOLVIERON A CAUTIVAR CON SU NUEVO ESPECTáCULO EN LA LAVARDéN

Saludable celebración de la comedia

A pocos años del estreno de Fo, el filoso, los humoristas Pedro Paiva y Alejandro Orlando estrenaron El Musical, otra imperdible muestra de talento, de inusual labor creativa. Provocadores, cambiantes como un carrousell, ágiles y dinámicos.

 Por Emilio A. Bellon

Coinciden los dramaturgos, los críticos, en que sobre la escena, es mucho más complejo y estratégico motivar a la risa que a un estado de llanto. Y es que el humor es un concepto, toda una categoría que va variando conforme a tendencias, singularidades, modo de vida de una cultura. Y que se juega en el terreno de una competencia de la cual participan tanto los actores como el público.

No entraría en este renglón, y de hecho lo cito punto y aparte, ese precario concepto de humor que se apoya en la torpeza, ausente de ingenio, de perfil demagógico; apelando a esas situaciones y expresiones que rozan el facilismo y en la explosión del chiste fácil.

Tras los pasos de Chaplin y Buster Keaton, de Jacques Tati, de Stan Laurel y Oliver Hardy, de Totó, de Niní Marshall y los Cinco Grandes; de Jerry Lewis y los Monty Python, entre tantos otros, numerosos actores han ido construyendo su repertorio, celebrando particularmente un concepto de "lo cómico", conforme a búsquedas propias, en un contexto socio﷓cultural determinado. De esta manera, la máscara del comediante en la escena ha adoptado diferentes modalidades y el mismo concepto de humor se va resignificando en cada nueva función.

Qué es lo que nos provoca reír hoy? Qué nos lleva a que estallemos en carcajadas?. De qué nos reímos? Sobre algunos de estos temas y tantos otros la sociología, la psicología, la etología, la semiótica, tienen mucho que comentarnos al respecto. Y frente a todo ello, ahí están los comediantes, un oficio que nos lleva a los mismos orígenes del teatro, a los actores ambulantes, a la llamada "Commedia dell'Arte, a los herederos de esta tradición.

Se han escrito numerosas páginas respecto del humor según cada cultura. A propósito del humor inglés, inmediatamente surge el epíteto, en lo que a su definición se refiere, de "humor negro". Y en lo que hace al italiano, el llamado "grotesco", concepto que, desde Pirandello, se proyecta en los campos de la filosofía.

En la noche del sábado 9, en la sala del Teatro Lavardén, volvió, felizmente, a presentarse el tan esperado dúo, "Los Modernos". A sala llena, en un clima festivo, a lo largo de noventa minutos, estos actores de origen argentino﷓ uruguayo, integrado por Alejandro Orlando y Pedro Paiva, nos hicieron partícipes de este, su octavo espectáculo, El Musical; tras constantes giras por distintos países, animándonos a disfrutar.

Y es que en su transcurrir, desde un juego constante de situaciones que se van encadenando con la fuerza de un efecto dominó, las canciones, que interpretan a capella nos sorprenden por su ilimitada recreación. Nos mueven a participar sí; ya que todo el espectáculo promueve una mirada atenta, un oído abierto a un juego constante con los diferentes ritmos, un poner nosotros, el cuerpo, en la propia butaca.

Desde un programa, que en su cubierta nos muestra una imagen de ambos actores vestidos como si fuesen actrices del llamado "ballet blanco", que contrastan en su expresión del rostro, (como si fuesen las dos caras del acto teatral), el espectáculo que ofrecieron esa noche llevó al humorismo a sus puntos más deseados, a partir de poner en la escena al mismo lenguaje. Y esto lo afirmo así, de esta manera, ya que desde lo fonético hasta la creación de nuevos vocablos, un admirable sucederse de situaciones va levantando otros telones, desde una subrayada actitud paródica.

Sólo dos actores y un atril. Ambos, vestidos con polleras y un juego de trasvestimiento del orden de lo establecido, de lo reglado. Así, circulando por constantes desvíos, entran en escena los epítomes del pensamiento occidental y las visiones sobre el amor, la convivencia, los placeres compartidos y solitarios. En cada nuevo y breve episodio los parlamentos van abriendo a las canciones. Y son los diferentes ritmos los que ocupan ahora el tiempo de la escena: las melodías tropicales, el flamenco, la ranchera y tantos más. Y hasta una mención al compositor e intérprete, figura estelar del bolero Bola de Nieve, censurado por el régimen cubano.

En el terreno de la fábula, el personaje de Pinocho es reinterpretado en clave fonética, modificando el devenir de la propia trama, hasta alcanzar la creación de otro verosímil. Las plegarias y salmos se ubican en otro contexto en el que emergen con fuerza las grandes marcas publicitarias. Y en este crear con palabras, desarmarlas para volverlas a armar, desde otro lugar, las relaciones afectivas, sentimentales, ocupan el lugar privilegiado, vistas desde diferentes ángulos.

Entre la regla y la excepción, a la manera de una obra que encuentra su lugar de anclaje entre la Patafísica y el Surrealismo (qué opinión despertaría en nuestro recordado Julio Cortázar este tan jugado espectáculo?), El Musical nos lleva a pensar en aquellas propuestas escénicas en las que nosotros participamos de manera activa, reflexionando desde el humor, desde las mismas posibilidades lúdicas, creativas, que el mismo lenguaje ofrece. Y ese lenguaje que se articula inmediatamente, con otro, el corporal: la paleta de gestos de sus actores, de sus movimientos, definen toda una coreografía.

Sólo ellos dos, en escena. Un atril y una corona de luces de colores que nos recuerdan a los viejos varietés. Y con ellos, el despertar en la escena del acto mismo de la creación. Un acto provocador, convocante, cambiante como un carrousell; dinámico, ágil, que, de pronto, se suspende en el silencio. Una incursión al dominio del lenguaje en sus múltiples facetas. Así, en la noche del pasado sábado, "Los Modernos" expulsaron, una vez más, a los fantasmas de la indiferencia, la rutina, la mediocridad.

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Todo el histrionismo de Los Modernos en función del oficio de hacer reír. Y lo logran.
 
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