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Martes, 16 de septiembre de 2014

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EXPOSICIóN DE óLEOS DEL ROSARINO ANSELMO PICCOLI

Las últimas obras del maestro

Mañana por la tarde la Galería Diego Obligado inaugurará una muestra conformada por diez obras realizadas por Piccoli en 1989 y 1990, cuando llevó a su máximo grado de madurez y abstracción su proceso de geometrización del paisaje.

 Por Beatriz Vignoli

Mañana, a las 19, en la Galería Diego Obligado (Boulevard Oroño 29) se inaugurará una exposición de pinturas del último período del maestro rosarino Anselmo Piccoli. Junto con Antonio Berni, Leónidas Gambartes, Juan Grela y otros, Piccoli fue uno de los fundadores de la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos de Rosario. Entre las numerosas distinciones que obtuvo a lo largo de su extensa trayectoria cabe destacar el Gran Premio de Honor del Salón Nacional 1984.

Lo que se podrá ver en la muestra son 10 obras al óleo realizadas en 1989 y 1990, cuando llevó a su máximo grado de madurez y abstracción su proceso de geometrización del paisaje. Para entonces, Piccoli (que venía de un realismo no naturalista, metafísico, de temática suburbana) había logrado que su lenguaje pictórico funcionara como un sistema autónomo, independiente de cualquier significado externo. Su lenguaje se asemeja así al la música o las matemáticas. Igual que en ellas, lo que por un lado aparece como libertad absoluta por el otro se revela como el producto del rigor formal.

En estas obras, Piccoli trabaja con formas puras y colores armónicos, con el objetivo (en sus propias palabras) de "hacer que los elementos se muestren en su articulación". El círculo y el cuadrado son la base de este sistema, que en su afán por "dar vida a un plano" (como él mismo definía la pintura) se atiene a los ángulos rectos y al plano del soporte. Ser fiel a la naturaleza ortogonal y plana del cuadro mismo es lo que los críticos puristas ortodoxos representantes de la estética modernista del siglo XX (desde ese centro artístico que fue en la segunda posguerra la tendencia llamada Escuela de Nueva York) habían acotado como la única función específica del medio pictórico: todo lo demás era literatura. Pero a diferencia de aquellos áridos íconos abstractos, la pintura de Piccoli revela, tras una detenida contemplación, toda una astucia de juegos de ingenio sutil.

Nada en estas obras es lineal. Un saber hacer con los efectos ópticos y las gradaciones cromáticas (adquirido en toda una vida de oficio) le permite a Anselmo Piccoli inventar en cada cuadro un universo exquisitamente organizado, donde nada es lo que parece.

Cuando el ojo alerta cree haber hallado alguna verdad, mediante una sutil trasgresión de sus propias leyes el pintor la desmiente. Si una horizontal se perfila como línea de horizonte, enseguida revela su cercanía; ni bien un plano parece adelantarse como figura en el paisaje, se quiebra y retrocede. Si dos líneas parecen converger hacia un mismo punto de fuga, una de ellas se vuelve paralela a una tercera. Sugerido por una paleta reducida de contraste mínimo compuesta por ocres, tierras, verdes, azules, violetas, rosados y naranjas, el paisaje parece acechar siempre como posibilidad de representación, pero cada vez esquiva toda interpretación simple. Al modo del cubismo sintético, la forma, como un prisma, es fracturada en múltiples caras que hacen estallar cualquier posibilidad de un único punto de vista. El relativismo del saber de su siglo se expresa así artísticamente.

Anselmo Piccoli falleció en Buenos Aires poco después de pintar estas obras, el 12 de julio de 1992. Había nacido en Rosario el 4 de septiembre de 1915. Cuenta el curador de la exposición, Leandro Comba, que, por una coincidencia no prevista, el 4 de septiembre era la primera fecha programada para la apertura de la muestra. La viuda del artista conservó la obra ordenada, catalogada y numerada, lo que permite seguir paso a paso su proceso creativo. Lo que se verá aquí requirió no obstante de un trabajo de restauración a cargo de Gabriela Baldomá. Un familiar cercano de Piccoli es el fotógrafo rosarino Norberto Puzzolo, quien hizo un registro fotográfico de cada pieza.

En un tramo inédito de una entrevista de 2009, cuenta Puzzolo que Piccoli le transmitió su ideal de un equilibrio armonioso entre innovación estética y revolución política. A contrapelo del realismo socialista, Piccoli supo conjugar su militancia de izquierda con un gusto por la pintura abstracta, a la que consideraba la más genuina expresión de su época. "Cada época debe asumirse de acuerdo a las necesidades materiales y espirituales que ella contiene", declaró. Quizás por su proyección a futuro desde una visión intensa del presente, esta obra resulta sumamente actual. Un crítico de su tiempo, Vicente Caride, escribió que "las proyecciones de este arte se hacen sentir en la arquitectura, en las artes gráficas, en el 'design'; en todo lo que hace al mundo de la era tecnológica". Una era tecnológica que Piccoli supo expresar con amable inteligencia y con lúcida sensibilidad, antídotos tan necesarios contra la deshumanización.

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Sutil resonancia 1. Oleo sobre chapadur de 1989
 
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