rosario

Jueves, 29 de enero de 2009

CONTRATAPA

Canto de alabanza al día de hoy

 Por Beatriz Vignoli

Fue llegar justo a la redacción del diario para verlo decir aquello del prócer, la nieve y el invierno: "Que los hijos de nuestros hijos puedan decir...". Obama ya no se parecía a Perón, o a una mezcla de Perón y Gardel, como en el discurso del año pasado: se parecía a Obama. Ya no emitía aquellos tercetos de hexasílabos como haikus puntuados por la nevada invertida de las ovaciones, ya no los enmarcaba la géstica ni la cadencia del electrizador de multitudes argentino. La multitud era otra; el día era otro.

Veinte de enero. Fue alcanzar a apreciar lo solemne del momento de la asunción presidencial y enseguida: "God bless the United States of América" y los aplausos. Uno que tuvo la mala idea de ir a ver la de Alfonsín en la casa de un amigo (que todavía se acuerda) cuya madre era peronista y apagó el televisor, y eso que era la democracia que renacía y todo eso; uno que esperaba repetir la dicha de ver a aquellos tipitos con escafandra trastabillando en la luna en blanco y negro en el televisor de abuelita y no la desdicha de la asunción de Cámpora, vista por mi viejo en el televisor artesanal que por fin le regaló un amigo carpintero con tanta mala suerte que allí mismo (del disgusto; era radical) lo derribó su primer ACV; uno que al borde de las lágrimas vio perder a Ñuls dos veces en dos bares distintos, uno que cada febrero se desespera hasta la abyección al descubrir a último momento que los canales de cable de familiares y amigos no transmiten la entrega de los Oscars en directo, uno que puteó hasta en chino cuando se perdió lo de la nenita cantando con su vestidito rojo que no estaba en You Tube ni la querían poner en la pizzería del barrio pero total después resultó ser un playback, ni aún entonces, ni siquiera aquel histórico día de enero, repensó el consejo del ex terapeuta: "Cómprese un televisor".

No y no. Era mejor estar de pie ahí, un día sin laburo en el lugar de laburo, porque lo mejor vino entonces. Una mujer de piel color café con leche, vestido rojo y un nombre envidiable para una poeta (Elizabeth Alexander: ¿qué no daría uno por llamarse así?) encaró a la multitud, aspiró hondo ante aquel silencio casi invencible, y empezó (la traducción es mía):

"Canto de alabanza al día de hoy". // "Todos los días nos ocupamos de nuestros asuntos, / nos cruzamos al pasar, nos miramos o no / a los ojos, a punto de hablarnos o hablándonos. // A nuestro alrededor todo es ruido, todo es / zarza y ruido, estrépito y espino, cada uno / de nuestros ancestros está en nuestras lenguas. // Alguien hilvana un ruedo, zurce el agujero / de un uniforme, emparcha un neumático, / arregla las cosas que hace falta arreglar. // En alguna parte alguien trata de hacer música / con cucharas de palo sobre un barril de aceite, / con violoncello, caja, armónica o la voz. // Una mujer y su hijo esperan el ómnibus. / Un granjero estudia el cielo cambiante. / Una maestra dice: Saquen los lápices. Empiecen. // Nos encontramos unos a otros en las palabras / espinosas o suaves, susurradas o declamadas, / palabras que meditar o de las que arrepentirse. // Cruzamos calles de tierra o autopistas que señalan / la voluntad de alguien y la de otros, quienes dijeron: / necesito ver qué hay del otro lado. // Sé que hay algo mejor más adelante. Necesitamos / encontrar un lugar donde sentirnos a salvo. / Entramos a pie en lo que aún no podemos ver. // Dilo claro: que muchos murieron por este día. / Canta los nombres de los muertos que nos trajeron hasta aquí, / que tendieron las vías férreas, levantaron los puentes, // cosecharon el algodón y la lechuga, construyeron / ladrillo a ladrillo los edificios resplandecientes / dentro de los que luego harían trabajos y limpieza. // Canto de alabanza a la lucha, canto de alabanza al día de hoy, / canto de alabanza a cada pancarta escrita a mano, / a las cavilaciones en la mesa de cada cocina. // Algunos viven según "ama a tu prójimo como a ti mismo", / otros según "lo primero es no hacer daño" o "no tengas más / que lo necesario". ¿Y si la palabra más poderosa fuese "amor"? // Amor más allá del marital, filial, nacional, / amor que alumbre y ensanche su círculo de luz, / amor que no necesite prevenirse del duelo. // En la nítida chispa y el aire invernal del día de hoy / todo puede lograrse, cualquier frase empezar. /Al borde, a punto, en la víspera, / canto de alabanza para avanzar hasta adentrarnos en aquella luz.

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