rosario

Lunes, 19 de octubre de 2009

CONTRATAPA

Me he levantado Nené esta mañana

 Por Sonia Catela

No se sabe bien por qué, esa mañana de octubre Mercedes se sintió una Nené cualquiera (todo parecido con Puig es inevitable, acababa de releerlo). Se separó el pelo con una raya al costado tratando de imitar el peinado de aquella Eva del 45, no la del rodete de las viejas estampillas, sino la más antigua, la de las bananas hacia arriba.

Puajh dice Nené Eva Mercedes observando cómo los rulos desobedecen los mandos naturales y se subvierten; toma el cepillo de la prole y se cepilla, la radio (Carlitos Burone) le predica sobre el inminente crack, el dólar huirá en estampida, los capitales se fugan del país, abran los paraguas, el riesgo país, cuidado con los depósitos bancarios, a agarrar salvavidas que quedan pocos; le habla a sus oídos ateos y negadores, ufa Burone; con cinco horquillas recoge el pelo, lo acomoda, dedos de quebracho para lo manual (por ello la guitarra todavía en el ropero anda colgada) cosa que no hay que recordar cuando una se ha levantado vampiresa esta mañana; cuando una es seductora seduce desde la punta de los cabellos hasta la de los dedos aunque éstos sean de garrote, sota de bastos.

Te contesto Burone, (quien abre el micrófono a Cavallo para que opine sobre la coyuntura ¡a Cavallo!), pero sí, morite Burone, te contesta, Burone. Se me cayó la banana cómo hacían esas minas. Buéh, pasable, ahora tocan una de Menphis la Blusera, Nené Julia baila en el cabaret junto a aquella Liza Minelli mientras abre enooorme la boca tragándose la boca, tragándose el espejo y ya elige el rojo con que va a pintarse. Plach plach, jeta bermeja, se ríe, "Magda, traeme el rimmel de la pieza de las chicas", "Sus hijas la matan, doña", "Magdalena ¿quién da las órdenes?", "Mejor no le contesto", "Magdalena ¿vos sabés qué van a votar en el Senado?", "¿Un aumento salarial?". Magdalena, práctica, va recogiendo las medias y zapatos que Nené, mejor Eva Nené ha desparramado por todo el continente, "¿Vos sabés que la Constitución debiera ser un best seller?", "La Biblia es un best seller. No se ponga cargosa", "Negra, no me hagás caso, dame el rimmel que se me hace tarde para salir a seducir. Y apagá a ese jetón de la radio ¿querés?", "Ah, sí, dígame antes de irse a seducir ¿le cocino mondongo o esa cosa que trajo su marido?", "Esa cosa". Eva Nené lamenta no tener un sombrero negro con velo de tul a motas, pero no importa. Mira complacida los zapatos de tacos altísimos, el mejor par de medias, la pollera con inmensa abertura y el saco sastre de hombreras que exhuma de su féretro de polietileno, litros de perfume Paco Rabanne, uñas rojas e intenciones negras.

Sale a seducir pero para tales efectos debe haber uno, varios seducidos. ¿Quién? ¿Quiénes? Eva Nené enciende el motor del auto, da marcha atrás, y sale. La saluda un vecino pelado; qué seguro está su marido con los pelados, ni siquiera sabe si podría votar a un pelado. Acaba de dar una vuelta a la manzana sin saber dónde dirigirá los neumáticos. Se pone en manos del azar, termina contorneando la costanera, entrevé aquel bar literario donde la gente bebe café y lee libros que toma de los estantes, estaciona, entra cosechando desmayos masculinos que no pasan de metáfora, paciencia, con sólo una declaración ilegal o incestuosa podrá retirarse honorablemente con la cabeza del seducido colgando del cinto como trofeo, se sienta, pide una copa de vino, ¿a las cinco de la tarde? le reprocha la fastidiosa cotidiana profesora que todavía late bajo el cuerpo de Eva Nené, ahuyenta a la moralista moralina, y lo ve. Burone. Carlitos Burone con su reluciente uniforme de lacayo palaciego. ¿Lleva un traje Armani? Sí. Eva Nené le envía un saludito, algún parpadeo a pestañazos, un brindis al aire, ("otra admiradora", se relamerá él), ahora tiene su atención en el bolsillo, rebusca una fibra en su bolso y garabatea un mensaje. Pero no una esquelita de amor. Un letrero en una hoja cartelón tamaño oficio de las que lleva en la cartera por si se le ocurre algo para una clase, escrito con la fibra que usa para linchar las barbaridades con que se condenan sus alumnos durante las pruebas: "Burone desestabilizador. Burone vendepatria (de dónde rascó esa palabra, ah claro, Eva se la sopló) Burone persona no grata". Alza el cartelón sobre su testa, le enciende las luces, lo hace girar. Cabezas asienten. Rostros (no tan pocos) menean un "aquí no, por favor", ¿dónde entonces? Burone se levanta y se le va arrimando, "¿nos conocemos, madame?", "será de las sesiones de tortura cotidiana que me propina", "ah... Cómo me gustaría... torturarla en otro sitio no tan virtual", y empieza a sentarse para asaltar el baluarte; su fama y atractivos han de tendérsela a Eva Nené en alguna cama motelera, pero ella jump y arriba, salta, y emitiendo un póstumo alarido de guerra, abandona el teatro de operaciones, grita: "Burone petardista", (qué vulgaridad) y sudada, con las manos teñidas por el rojo de la fibra, la banana perdiendo un par de horquillas, se dice: "¿qué otra cosa se podía esperar de una Eva Nené sino un papelón mayor, ordinario y combativo?" y se descalza apenas sube al auto. Ya no aguanta más esos tacos agujas.

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