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Martes, 15 de enero de 2013

CONTRATAPA › INFORME PARA MUJERES

Algunos peligros del verano en la ciudad

 Por Candela Sialle

1. El Tacto

El tacto no sólo nos permite percibir las cualidades de objetos y sujetos de entre la que se destaca su temperatura. Su mismísima puesta en acto parece estar estrechamente vinculada a esta temperatura. Y es que el modo y la intensidad con la que tocamos, nos tocamos y somos tocados, no es independiente de los ciclos estacionales. No es cierto que "la cosa" (y/o el coso) tenga características intrínsecas al margen del mes en que posamos nuestra atención sobre ella. Las texturas y sus pliegues son consecuencia en buena medida del calor o el frío ambiente. La piel mediante la cual nos comunicamos con el mundo no es la misma en julio que en enero. Ni que decir cuando Gaspar, Melchor y Baltazar son recibidos en urbes donde la sensación térmica asciende a 35 grados y la Empresa Provincial de la Energía interrumpe sus servicios sistemáticamente. Interrupción doblemente desagradable por el carácter despótico de la medida, liberada de cualquier disculpa o explicación para con los usuarios.

Pese a que los fisiólogos demostraron hace ya mucho tiempo que los sentidos funcionan independientemente de lo que pensemos sobre ellos, para que ese perceptum tenga consecuencias es necesaria la conciencia. Y la posibilidad de esa toma de conciencia que no es otra cosa que la subjetivación del perceptum (persipiens) también está atravesada por condiciones físicas dentro de las cuales, el calor parece gozar de gran influencia.

Al grano señoras: el riesgo de un tacto obnubilado aumenta exponencialmente por estos días donde todo está caliente, húmedo, pegajoso, dilatado.

En aras de evitar que se nos meta la mula (y cualquier otro adminículo del que más tarde debamos arrepentirnos) os pido un esfuerzo de razonabilidad: que un toque es un toque y aquerenciarse no es lo mismo que instalarse. Abundan en enero los corderos que han debido desalojar sus locaciones. Livianos de equipaje deambulan por la ciudad con la secreta esperanza de "tirar" hasta marzo, como dé lugar.

Cuando la ciencia nos describe como seres "sensibles", lo que quiere decir es que somos conscientes. Y a ello contribuyen nuestros pliegues tactilares pero el comando sigue estando en el lóbulo parietal... A no apresurarse, esa epidermis que ahora se nos brinda como un damasco lleno de miel debería poder ser contrastada también, a la luz de coyunturas menos venturosas y más secas. Las estimaciones de las neurociencias en torno a que la mente no reside necesariamente en el cerebro sino que viaja por todo el cuerpo en caravanas de hormonas y enzimas, siguen siendo eso, supuestos sin efectiva validación científica. Estemos advertidas en cambio, de lo ya comprobado. Sepamos que el incremento de secreción de nuestras glándulas sebáceas tiene una causalidad estival. En ese marco, las aptitudes del partenaire son siempre relativas.

Por eso, siguiendo al gran Celedonio, cuando vengas para el centro, caminá junando el suelo.... Y a esos bigotitos de catorce líneas, no les des bolilla porque te perdés...

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La Grande Odalisque (1814) de Jean Auguste Dominique Ingres
 
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