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Martes, 15 de enero de 2013

OPINIóN

Rosario no es Sinaloa pero tampoco Barcelona

 Por Juan Monteverde*

La violencia volvió a marcar a sangre y fuego el debate político. Y como siempre, los muertos y heridos aparecen del mismo lado. Como suele

suceder la sociedad civil y la sociedad política se escandalizan ante

estos hechos, juegan su juego y luego vuelven a lo suyo, a la espera del próximo muerto.

Mientras, los que vivimos, trabajamos y militamos (que es para nosotros lo mismo) seguimos y seguiremos allí, en el territorio conviviendo todos los días con los mismos actores.

Cierta crónica periodística muestra a Nuevo Alberdi en particular y a

los barrios periféricos en general como poco menos que enclaves del

medioevo. Y no aporta.

Y se plantea undebate parcial, que tampoco aporta: Narcos vs. Estado. Y se debate la, cada vez más evidente, complicidad policial y la presencia o no del estado en el territorio. Se lavan culpas repitiendo que el narcotráfico es un delito federal, y la policía es provincial, obviando el gran problema: En el territorio no hay jurisdicción. Los verdaderos problemas, los estructurales, no saben de límites políticos o administrativos. Están y de forma compleja.

Capítulo aparte merece el rol municipal, que intenta aparecer como un espectador ajeno entre una pelea nacional y provincial. El triste rol de la intendenta devela un grave déficit político y sus últimas declaraciones planteando que "no hay dos ciudades sino dos países" es la muestra palmaria de la incapacidad y la nula voluntad de hacer de un Estado una herramienta política de transformación. Y suena a risa cínica en los territorios.

Se obtura así la posibilidad de abrir el verdadero debate: la cuestión narco es constitutiva al modelo de ciudad. Es la resolución geográfica

de un problema social. Determinados territorios, determinados pedazos de ciudad son beneficiarios casi exclusivos de la ciudad y el resto, los

periféricos, el depositario de todo lo que la sociedad desecha por un

lado, y donde se tercerizan los mismos servicios que la sociedad

incluida disfruta, por otro. Y la conflictividad crece y la violencia se concentra en determinados lugares. Son las corporaciones en general, y

no sólo los narcos, quienes ganan territorio. Y el estado se los permite porque es parte de su modelo.

La corporación narco terceriza la distribución en los territorios

pobres. Y esos territorios se autoorganizan. Así el hijo de un compañero puede ser a la vez que soldadito, laburante, y a la vez que laburante,

puntero; y a la vez que puntero, trabajar para la misma empresa que

pretende desalojarlo a el, a sus padres y a todos sus vecinos. Y se

entablan y se mezclan miles de relaciones sociales y familiares, con la

misma gente, con años de historias y en el mismo territorio. Y ese es el cóctel explosivo. Que puede estallar a cada momento y en cada lugar.

Las corporaciones ocupan los territorios, los destruyen y los vuelven a construir, pero con otra lógica.

*Movimiento Giros. PCF Partido para la Ciudad Futura.

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