rosario

Domingo, 8 de abril de 2007

CONTRATAPA

Un cansancio insoportable

 Por Luis Novaresio

Uno: Me impresiona escucharte. Me decís que vos entendés que sos de los que pueden considerarse privilegiados porque tenés casa, un laburo y pensás este fin de semana ir al cine con la familia. Todo un lujo. Pero me decís que estás harto de pensar de esa manera para ocultarte el resto. Es el triste conformismo burgués que ni alcanza a consuelo de tontos. Nada. Ni siquiera mal de muchos. Es consuelo de cobardes.

Tengo cuarenta, me decís revolviendo el azúcar que llueve en el cortado. Y te reís. Es cierto que vas a extrañar el cortado del Bar Blanco, que es el mejor del mundo, me aclarás como si no me lo hubieras dicho desde hace treinta y cinco años imitando a tu viejo. Nos conocemos desde que empezamos a entender las cosas.

Y ahora me venís con que no tenés más ganas. Que te hartaron. Que te creíste que con la Constitución se comía y que las botas se enterraban definitivamente. Compraste en pesos, australes, nuevos pesos, apostaste al Patacón porque el dólar pierde, le sacaste cifras a los billetes, dos, tres, cinco ceros, no viajaste a Miami porque no era el modo ni compraste dos televisores en Puerto Stroessner. Votaste por el cambio, lo viste renunciar al progre, tuviste insomnio con cinco presidentes y ahora lo ves al que dice que estamos saliendo del infierno.

Tengo cuarenta. Y soy de los privilegiados. Me importa nada. No me lo pienso bancar una vez más.

Dos: Hasta hoy, me decías el viernes, no renunció nadie. No me jodas con que esperan el fin de semana para amortiguar el costo político. Costo político. ¿Cuánto cuesta en la política la muerte de un cristiano? Silencio. Seguro que alguien deberá buscar en las tablas de los jueces y pensará si un tipo de cuarenta años, con dos hijas adolescentes es más o menos caro que otro. Apenas un maestro, formación media, sin grandes expectativas para hacer dinero. Así se piensa. Así se indemniza. ¿Cuánto? ¿Cien mil? ¿Ciento cincuenta mil? Ese es el costo jurídico. ¿Y el político? ¿Una candidatura, una esperanza de reelección? Costo político. Es viernes, me dijiste ese día, y no hay ni una renuncia. El gobernador se disfraza de policía para salir de la casa que alquila como eventual representante de la gente. Aunque él se la crea propia. Antes disfrazó con hipocresía sus nada de ganas de decir lo que debería. Señores. Mi conciencia y mi carrera política no toleran tener en su haber un muerto. Renuncio. Pido disculpas, aunque sean ociosas, y renuncio. Que la Justicia me juzgue. Y que ustedes, los ciudadanos, me califiquen. Perdón. Eso esperé escuchar. Tengo cuarenta, me dijiste. Y ya escuché mucho. Mataron a un maestro. Por la espalda. Eso quise escuchar. Y no ese disfraz triste de especulación para achicar el costo político. También quise escuchar más. Soy el Presidente. Hace una hora mataron a un maestro que manifestaba por su sueldo. No sé quién tendrá la responsabilidad final del hecho. Sólo quiero decir que como integrante de la clase dirigente de esta nación siento que algo no hemos hecho bien, nosotros, para que esto pueda haber pasado en nuestro país. Pido disculpas. Pido perdón. Pido justicia y voy a pelear para que eso suceda. Van más de 30 horas de la muerte y apenas escucho chicanas partidarias. El costo político.

¿Sabés una cosa?, me dijiste. He descubierto que el costo político tiene reglas físicas distintas. Ni Newton, ni Einstein ni Borg. Distinto. Carlos, el maestro muerto, no murió. Está en una especie de letargo del limbo en el que permanecerá hasta que ellos decidan cómo asumen las consecuencias. Mientras tanto, Carlos, el maestro, no está muerto.

Ahora pienso yo. Mientras te sigo pensando a vos. Estamos en Pascuas. Pensaba que por horas, Fuentealba no murió el mismo día que tantos y tantos creen que Cristo fue crucificado. El revolucionario hombre que quería que amásemos a los otros, pero como a nosotros mismos, no con un amor de segunda, distinto, sino con el mismo amor que nos tenemos a nosotros, también murió. Jesús resucitó. Al tercer día. Un día como en el que estás leyendo esto. Carlos no va a resucitar. Siento que hay que aclararlo. Al menos que pudiera no ser en vano.

Me cansé, hermano, me cansé, me dijiste. Me cansé hasta de la pregunta idiota del que dice que no es entendible el paro del lunes porque lo único que hace es dejar a los chicos sin clases. ¿Cuántas muertes ameritan un paro? Me cansé. Y te vi con un cansancio insoportable. La violencia expresa la calidad de una sociedad. El tango, el idioma, su poesía y sus notables expresan a un país. Pero la violencia también. La violencia expresa a nuestra sociedad. La violencia y la muerte de un maestro nos pintan de cuerpo entero.

Tres: ¿Podés leer? Y leo. El Instituto de Biología Celular y Molecular de Rosario (IBR) ﷓uno de los centros científicos de excelencia con que cuenta el país, con más de 200 investigadores, becarios y personal de apoyo, y tres millones de dólares en equipamiento﷓ se inunda continuamente, cada vez que llueve mucho, desde hace 17 años. Ocurre que el IBR funciona en un sótano de la Facultad de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional de Rosario en el que ingresan las aguas cloacales cada vez que hay lluvias intensas. Te miro. Me contás que el laboratorio lo dirige Diego De Mendoza y que cuenta con científicos que reciben todo el tiempo invitaciones para irse al exterior. Hay tres de ellos que son scholars del Instituto Médico Howard Hughes, y que son el segundo instituto argentino, después de la Fundación Leloir, por el número de scholars. Y se inundan de líquidos cloacales cada vez que llueve mucho. Es en un sótano en la calle Suipacha, a la vuelta del Centenario.

Y esto es algo más. Algo que ni se lee en tapa. Algo que vos y yo, todos, nos vamos a olvidar. ¿Querés que te enumere tantos y tantos otros? Silencio. Te vuelvo a ver ese cansancio insoportable.

Cuatro: Sé que es injusto hermano. Te lo dije. Que luzco de los privilegiados de estas pampas, que no me va tan mal, que hay tanto otro dolor. Pero ¿sabés que pasa? Que no tengo pasta de héroe. Y peor: no creo que nadie tenga derecho a pedirme que la tenga. Exigime que sea honesto, que sea generoso, que trate de ser menos egoísta y me preocupe también por los demás. Pero que esto sea "también". No "solamente". Y esta semana sentí, desde el escozor de mi interior, que me iban a pedir que me ocupara, otra vez, de todos antes que de mí. Tengo cuarenta, hermano. Hay bastante por hacer pero no muchísimo. Tengo mucho por dar, pero no la mayoría. Ya pasé, te lo dije, por la Argentina potencia, la tercera revolución del tercer movimiento, la revolución productiva y el se puede de una alianza vergonzosa. ¿Cuánto más? ¿Qué límite hay a la hora de firma un nuevo contrato de hipoteca vital?

Siento que nada cambia, hermano. Siento que jugamos con el mismo fuego convencidos de que hemos inventado un moderno amianto que sólo existe en nuestra imaginación petulante. La imaginación argentina. No me pidas que lo entienda, que los entienda ni que te entienda. Porque no me entiendo. Porque estoy cansado. Muchos menos espero un milagro. Alcanzaría con un par de gestos dignos. Dignos. Silencio.

Te vuelvo a ver ese cansancio insoportable.

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