Miércoles, 16 de noviembre de 2011 | Hoy
Por Gabriela De Cicco
I ¿A quién carajo le importaba la teoría queer cuando lo que quería era comerte a besos y desandar el dominio de ese vestido dibujado sobre tu cuerpo? ¿A quién le importaban las mil mesetas que había que atravesar si al final, en aquel horizonte podía estar esperando tu sonrisa tímida?
II Algo tenía lugar entre tu boca y mi boca. Una furia de peces, un entrevero de soledades/ húmedas/ondulantes.
Lo que tenía lugar era un pequeño avispero, dardos dándole al blanco/ del deseo. Algo pasaba cuando nuestras bocas se encontraban. Era el delirio del fin de semana que nunca terminaba de llegar/ nunca. Pero eran tu boca y la mía, eran ambas: miel, saliva/ sal de los días/ que humedecían el amanecer, rápido, del comienzo de la semana: café, chau, hasta luego, que tengas un muy buen día.
Algo sucedía cuando nuestras bocas se encontraban; la tensión, casi en escorzo, del cuello. La lengua recorriendo cada centímetro, erizando los cuerpos. En tu teta/ succionando el pezón// la lengua iba rodeando la aureola.// Succionando tu lengua, el beso,/ el lamer aquel costado pálido de cuerpo// Lamer/ las axilas hasta hacerlas sonreír// Lamer/ la cara interna de tu boca, con mi beso más profundo.
Algo pasaba cuando nuestras bocas se encontraban. Saturno chocaba con Venus y era/ la explosión del universo. Era un dibujo de colores. Era un arcoiris. Tu boca y mi boca, juntas para el silencio, para la poesía, para el amor, para la muerte de otros pero también para la nuestra.
Nuestras bocas como reflejo de nuestras mentes: parlanchinas, inquietas, insolentes, impúdicas, tímidas, lentas, rápidas, saladas, dulces, achocolatadas.
Tu boca y la mía/ doblando por la esquina/ de una cortada, eran// la felicidad misma/ de una noche que no se sabía/ que iba a terminar.
III Skin deep. Siempre me llamó la atención que esa frase en inglés significara superficial; por extensión aquello que no es más profundo que la piel misma; aquello que no es profundo at all, de ninguna manera enraizado.
Suelta. Skin tuya sin mí; deep en la garganta azul del mundo; fucking gris como el rescoldo de la memoria. Sola, skin; deep sin vos. Me dejás, te vas, te vas a otros brazos ¿quizás? O ¿simplemente te vas y deberé poner en el Winco el viejo simple de Jeanette, una y otra vez?
Sin skin voy, andando; fucking verde de estas plantas que riego ¿o es el recuerdo de sus ojos?
Casandra, ya nadie escucha, y si lo hacen no la entienden. No hay grito peor: el que sale deep del ombligo, lanzado hacia la nada.
"Don't break my heart. I U SHE", canta Peaches, "come on baby, don't break my heart!".
IV La hora de la tarde ha llegado. Trae una música propia que se acomoda en la rambla/ donde tu silueta se pierde, vespertina. Llega la hora con su carga de verdad entre las piernas/de la madreselva disuelta en tu boca.
La hora, casi brújula, señala con seguridad hacia el norte y comienza a andar lenta, dejándome varada en tierra extranjera, de dudosas costumbres portuarias.
La hora cede al roce de tus labios y se agiganta en la garganta/ que intenta gritar un nombre, sólo un nombre, que traería orden/ al caos que montan tus ojos.
Llega la hora señalada. La infinita hora, áurea, que rompe con la calma del mar/ lamiendo las orillas de un sueño, secretamente revelado. Un sueño es, antes que nada, un desvío, un atajo.
Sueño con mujeres, con serpientes, con labios, con ella y con fuegos que inundan el cielo. Sueño con labios que me absorben, que se cierran sobre mí como un nacimiento al revés. Caigo de bruces y floto y es a la vez un agujero negro que me traga, y me vomita al espacio del olvido.
V Y como dijo Paul Auster: "... ahora no se trataba de si era capaz de escribir la historia improvisándola. Eso ya lo había hecho. La cuestión era qué iba a hacer cuando la pluma se quedara sin tinta".
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