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Lunes, 23 de marzo de 2009

CORREO

Tanathos

Hay un dios que no figura oficialmente en ninguno de los altares argentinos, sin embargo cuenta con cultores por doquier, es Tanathos, el señalado por Zeus para acabar con la vida del rebelde Sísifo según la mitología griega.

En estos días ha reaparecido entre nosotros una atronadora demanda de implantación de la pena de muerte. Los voceros y propulsores de esta criminal iniciativa son -y no por casualidad- los que acompañaron activamente al terrorismo de Estado en pleno auge desde 1976 en adelante.

No es casualidad, estas mismas figuras estaban exultantes durante la guerra de Malvinas cuando en pleno paroxismo filicida la sociedad arrojaba a jóvenes inexpertos al exterminio guerrero.

El llamado síndrome de blumberg, afecta no sólo a un apócrifo ingeniero, quien repentinamente emergió como tribuno y legislador, sino a crecientes contingentes de personas que descubren atónitas que la pobreza se multiplica, que la exclusión no cesa y potencia la violencia social.

Esta misma gente aparenta no comprender el origen de los males y pretende acallar con la sistemática destrucción del prójimo preservar sus privilegios.

La pena de muerte no es más que el estado planificando cuando y cómo aniquilar vidas. No contribuyó, no contribuye y no contribuirá a atenuar los crímenes que tienen como raíz las injusticias sociales, la desigual distribución de bienes materiales, simbólicos y morales.

Ya lo decía Saint Just en el siglo XVIII, cuando una clase minoritaria somete al hambre a la mayoría, aplica la pena de muerte de modo cotidiano.

Los cultores de Tanathos bien deberían pensar que por estos lares la muerte ronda impenitente, invocarla de modo gratuito no hará más que potenciar una siniestra espiral.

Carlos A. Solero

*[email protected]

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