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Jueves, 19 de julio de 2007

PSICOLOGíA › NUEVAS INTERPRETACIONES DE CONCEPTOS LACANIANOS

¿Tiene sentido el deseo?

"El falo es un resplandor, una reverberación que hace presente
una ausencia radical" dijo el autor de esta nota en el marco
del Seminario Nadja 2007 el jueves pasado en Homo Sapiens.

 Por Juan Ritvo*

Lacan acuñó ciertas sentencias y algunas fórmulas, entre las cuales constan "el inconsciente está estructurado como un lenguaje", "el significante nada tiene que ver con el significado", la llamada fórmula del fantasma, ligadas a concepciones que luego abandonó o rectificó, sin llegar, sin embargo, a abandonar las sentencias y fórmulas, que permanecieron, así, como marcos sometidos a sucesivas e incluso simultáneas interpretaciones.

Tal, por caso, "el deseo del hombre es el deseo del Otro", que en los primeros tiempos de su enseñanza remitía a la dialéctica del reconocimiento. El término "reconocimiento" merece algunas líneas, sobre todo porque está ganado actualmente por una propaganda sentimental y humanista. En rigor, significa reclamar del Otro que me diga exactamente el nombre propio de mi deseo, cosa imposible desde el momento en que somos tomados por el equívoco de la palabra. Si hay deseo es, justamente, porque el deseo sólo tiene palabras impropias a su disposición.

Pero, es la objeción que aparecerá tiempo más tarde y alcanzará su formulación definitiva en el seminario La angustia, ¿es posible que el otro reconozca mi deseo sin reconocerme como objeto? Es imposible, responde Lacan. En la medida en que la respuesta es negativa, la sentencia cambia de sentido: el reconocimiento (elemento constitutivo de la transferencia) se desplaza y pasa a integrar el concepto de demanda: el sujeto demanda del Otro el reconocimiento y la imposibilidad originaria de éste deja un resto al que llamamos "deseo".

Podemos decir así que el deseo del sujeto es un intervalo entre un objeto que lo causa sustrayéndose en el origen, esa sustracción que opera antes de toda cuenta, y el falo que orienta la búsqueda dándole un sentido, es decir, dándole una dirección. Hay aquí algo clásico y que pertenece, por así decirlo, al clasicismo freudiano: tomado por la estructura edípica el niño percibe el primer esbozo de alteridad radical cuando experimenta que la madre dirige su deseo hacia él como sustituto del falo que está más allá, fuera de la pareja madre/niño.

No obstante, es preciso evitar los arrasamientos propios de la escolaridad que habla del falo diciendo todo el tiempo que no es el pene, pero sólo para tratarlo como una suerte de pene ideal. Si el deseo se orienta hacia el falo, el foco de tal atracción no es un elemento, sino un enigma, no es una entidad empírica ni basta la también escolar y simple separación de lo imaginario de lo simbólico, es preciso considerarlo como un resplandor, una reverberación que hace presente una ausencia radical.

Quiero decir: el falo, como lo ha dicho Lacan en tantos lados pero especialmente en el ya citado seminario La angustia, no está sometido al binarismo presencia/ausencia porque es el índice de una desaparición, el índice de la huella que deja aquello que está desapareciendo, es decir, una presencia cuyo presente es el rastro de lo que eclipsa al sujeto.

Concepción difícil y cargada de problemas, sin duda. Es que el carácter intermitente que es propio del falo -se ausenta allí donde se lo espera y a la inversa aparece inopinadamente ligado a lo que desde Freud llamaríamos "monto de afecto"-, en ningún lugar muestra tan fuertemente sus rasgos como en el nivel genital, que es la zona más complicada y endeble, la zona más permeable, más frágilmente expuesta al juego de las máscaras y a los eclipses de la impotencia.

Y, con todo, el falo, articulado con las mociones pulsionales aporta ese valor significante y un valor de intensidad, es decir, de goce, para emplear la terminología clásica, haciendo que ambos valores mantengan viva la tensión propia de la alteridad -a través de la repetición el sujeto busca la identidad supuestamente perdida pero halla lo inconmensurable, otra de las dimensiones radicales del falo- propiciando otra de las expresiones clásicas para designar al deseo: el deseo es radicalmente deseo de Otra cosa. Se desea aquello que se nombra, pero en ese nombre ya está presente el gusano del desplazamiento, que es también el hueco donde se aloja lo mortal de la pulsión de muerte, la Otra cosa, el Otro nombre siempre Otro que aquel que se dice.

*Psicoanalista. Licenciado en Filosofía. Docente UNR.

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