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Domingo, 6 de enero de 2008

OPINIóN

El espíritu de las leyes

 Por Roberto Sukerman

El intendente, quizá sin darse cuenta, utilizó la "teoría de los climas" de Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu (pensador francés) para chicanear y responder al Presidente del Concejo y asimismo, compañero socialista. En esa clásica obra, El Espíritu de las Leyes, "Carlitos" describe cómo deben ser las leyes que regulen cada sociedad. Para ello, debe tenerse en cuenta, por ejemplo, la idiosincrasia de la gente, la economía, la geografía y hasta el clima. El clima entiende "Carlitos" es determinante porque en los lugares fríos la gente es más laboriosa ya que la naturaleza es avara con sus habitantes. En cambio, el clima tropical hace que los cocos caigan de las palmeras y los frutos abunden, en consecuencia, sus lugareños pueden tirarse el tiempo a su antojo. De esto se deduce que los polares son mucho más estudiosos, trabajadores y sacrificados que los tropicales. Más allá de la ironía veraniega, para seducir al lector, agradecemos a Zamarini su rapto de sinceridad poco habitual debido al contexto. Contexto que excede a los socialistas y se extiende a muchos medios de comunicación complacientes con las gestiones locales. La crítica es necesaria y los trapos, estimado intendente, son de todos y deben lavarse en el Palacio de los Leones, en el Vasallo, en la plaza 25 de Mayo o en cualquier lugar público.

Desde agosto de 2001 escribimos habitualmente en este generoso diario. Desde ese momento nos opusimos a la reducción de concejos y legislaturas y abogamos permanentemente por la democracia participativa y la descentralización del poder.

Las leyes en la Argentina no tienen la obligación de llevar nombre y por ello, se las conoce de distintas maneras. Una forma de nombrarlas es con el nombre de su impulsor. La llamada Ley Borgonovo se denomina así dado que su impulsor fue ministro de Gobierno de la provincia a finales de 2002 cuando se sancionó. La ley 12.065 redujo el número de concejales y limitó los gastos de los Concejos. Siempre la criticamos, pero seguir llamándola Ley Borgonovo no es correcto. Lo cierto es que esta ley demagógica fue producto del "clima" social de ese momento en la que la mayoría de la sociedad reclamaba que se vayan todos. Es más, Borgonovo pagó tan alto el precio que no pudo entrar como concejal en el 2005 por esta ley y por el cupo femenino. Si el mismo Binner acuerda con esta ley se entiende porqué creemos que su denominación es injusta y simplista.

La forma correcta de abordar la crisis de representatividad fue la de acercar los representantes a la gente. Así lo entendió Agustín Rossi quien impulsó el Concejo en los Barrios (C.B.) en diciembre de 2002. En los primeros años esta actividad fue muy positiva. La gente participaba presentando proyectos y los concejales escuchaban a la gente sin intermediarios. En los dos últimos años la visita a los barrios fue desaprovechada, los vecinos perdieron entusiasmo y la experiencia fracasó. Este fracaso se debe -generalizando- a dos factores: el primero, es porque el ejecutivo municipal no ejecuta los proyectos de los vecinos; el segundo, es porque los proyectos siempre consisten en deficiencias prestacionales del Estado (desde agua potable y cloacas hasta poda y escamonda, residuos, alumbrado, etc.). Entonces, es oportuna la pregunta: ¿para qué están los Centros Municipales de Distrito (CMD) si los vecinos reclaman presentando proyectos en el C.B.? La respuesta es simple. Los vecinos reclaman como pueden y donde pueden. Entonces lo hacen en todas las oportunidades posibles. También lo hacen en el Presupuesto Participativo (P.P.).

El P.P. se creó en mayo de 2002 y fue otra buena reacción ante la crisis de participación. Estéticamente siempre se mostró como una institución progresista y moderna pero en el fondo se sabía que por los recursos presupuestarios en juego nada trascendente se podía resolver. La participación de los vecinos es bajísima aunque se utilice voto electrónico. Por ello es preocupante lo que denuncia el concejal Miatello ya que no incrementar los recursos participativos significa subestimar la participación ciudadana.

Desde siempre dijimos que no hay que confundir descongestión administrativa con descentralización del poder. En lo primero se está avanzando con los CMD pero en lo segundo se está retrocediendo. Si no se mejoran los mecanismos ya existentes y se incorporan nuevos donde existan realmente representantes distritales y en los distritos se decida algo importante, la descentralización seguirá siendo solo una muletilla.

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