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Lunes, 16 de abril de 2007

OPINIóN › 7 DIAS EN LA CIUDAD

Ahora que la caja está gorda

Lifschitz tiene la ambición de conseguir abundantes fondos nacionales para afrontar las grandes obras de infraestructura que necesita la ciudad si, de verdad, quiere seguir avanzando. Son casi 800 millones de pesos, no va a ser fácil conseguirlos, pero si el municipio debiera afrontar estos trabajos con fondos propios, recién las futuras generaciones podrían ver pavimento y cloacas finalizadas.

Cinco mil cuadras de pavimento definitivo, el servicio de cloacas para el cuarto de los habitantes de la ciudad que aún no lo tiene, y la finalización de todos los emisarios y trabajos hidráulicos que le permitirían a Rosario afrontar con mayores chances cualquier otro temporal como el que pasó; todo junto y de una sola vez, parece tan tentador como titánico. Sin embargo, esto es lo que está en la mente del intendente Miguel Lifschitz.

Y si bien puede parecer inalcanzable, es bueno que se vaya pensando -sobre todo de manera estratégica- hacia el mediano plazo. ¿Qué destino tendrían si no esta ciudad y sus habitantes?, ¿conformarse con poder afrontar con fondos prestados las penurias de algún otro meteoro? Los gobernantes tienen la misión de pensar con ambición, si no, la coyuntura termina por comerse los sueños colectivos de cualquier urbe.

Con esa misma intención nació en su momento el Plan Hábitat. No se dijo en ese entonces, "haremos un plan de viviendas para paliar el déficit habitacional", sino que se comenzó el proyecto pensando "con este plan vamos a tratar de erradicar las villas de la ciudad". Esto es, no sólo darle un techo a la gente que no lo tiene, sino dotarlos además de dignidad y ciudadanía.

Afortunadamente, en esa misma dirección se ha comenzado a mover en los últimos tiempos el gobierno provincial. Administración que ha inaugurado rutas provinciales como ninguna en los últimos años. No son obras de rédito inmediato -no es mucha la gente que vive en los alrededores de esos campos- pero sí son realizaciones infraestructurales que benefician mucho a la producción que termina, por un ciclo natural, mejorando también la vida de la gente en los conglomerados urbanos, aportando más demanda de empleo, mejorando la distribución de los productos, etc.

Rosario, y también la capital provincial -sobre todo ésta última- deben aceptar el desafío de dar un salto cualitativo ahora que están los recursos. Obeid hizo bien en "abrir la caja" e inyectar directamente en la emergencia el dinero del Fondo Anticíclico. ¿Cuándo hubiera sido mejor usarlo si no?, y Lifschitz también hace muy bien en pensar que podría obtener -en tramos no muy espaciados- 800 millones de pesos de la Nación para afrontar las grandes obras que la ciudad necesita.

Esos 800 millones de pesos representan casi todo el presupuesto de Rosario para un año completo. Si no llegan desde otro lado y relativamente juntos, habría que esperar muchos años para poder intervenir en obras sustanciales para que la ciudad siga avanzando. Y además, rezar para que los índices macroeconómicos siguieran siendo positivos.

Un ejemplo no tan lejano. A Hermes Binner como intendente le tocaron épocas de vacas muy flacas en su segundo mandato (1998-2001), finalizando con una crisis del país como no se recordaba hacia mucho tiempo. Bien, en ese marco el entonces intendente no pudo hacer más que unas pocas cuadras de pavimento definitivo, porque había que atender puntualmente la salud pública y la promoción social. Pero además, estaba cerrado el financiamiento para el país y por ende la Nación no podía hacer grandes transferencias a las provincias y municipios.

Ahora, Lifschitz tampoco podría afrontar con presupuesto propio más que unas pocas cuadras de pavimento definitivo (la mención de esta obra es sólo un parámetro), porque a pesar de que corren mejores tiempos, también la demanda en salud y ayuda social va en aumento. Por eso son necesarias estas grandes inyecciones de fondos -ahora que la coyuntura se lo permite a la Nación y la Provincia- para encarar estos trabajos sin demoras y tratar de terminarlos cuanto antes, dejando para después la preocupación de cómo se irán pagando.

Si Rosario debiera afrontar con fondos propios cloacas y pavimento, son casi 600 millones de pesos, con suerte sólo nuestros bisnietos podrían verlas terminadas.

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