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Domingo, 26 de abril de 2009

CIUDAD › UN CHICO ROBó TREINTA PESOS Y SE CONVIRTIó EN BLANCO DE LA BRONCA

Salvado por las mujeres

El chico fue apresado. Un policía lo sostenía y la gente incitaba a golpearlo hasta que intervinieron cuatro bancarias.

Cuatro mujeres impidieron la semana pasada que un niño de 9 años, a quien se acusaba de haber robado $ 30, fuera castigado físicamente cuando un grupo de gente lo rodeaba e incitaba al policía que lo tenía tirado en el suelo, sosteniéndolo por los brazos, a que se ejerciera más violencia de la que ya había en el lugar. Todo ocurrió el jueves 16, algo después de mediodía, cuando el chico Franco T. fue apresado a pocos metros de la intersección de Sarmiento y Córdoba. "Hay que matarlos porque después nos matan a nosotros, no es un niño, es un delincuente y hay que exterminarlos desde chiquitos", fueron algunas de las expresiones que se escucharon en la mayoría de entre las 40 y 50 personas que se acercaron al lugar. Las mujeres que intervinieron, miembros de la Asociación Bancaria de Rosario, fueron acusadas de ser cómplices de la delincuencia cuando hablaron para evitar que se concretara una lluvia de patadas e insultos discriminatorios y xenófobos contra el niño, integrante de la comunidad toba asentada en calle Rouillón al 5.800. Poco se sabe oficialmente de la vida de Franco y de su familia, hasta ahora no hay intervenciones de las áreas de protección de la niñez respecto del chico, que suele dormir en el centro de noche de la provincia en Presidente Roca al 1100, ni de su familia. "Sólo quisimos evitar que quienes se quejan de la violencia y de la inseguridad respondieran con tanta o más agresión que la que temen y por la que quisieron descargar la bronca en Franco".

¿Qué pasó en las horas previas a las dos y cuarto de la tarde del jueves 16 de abril, en la vida de Franco T. ¿Fue ese un día como todos los demás? Rosario/12 no pudo reconstruirlo, no dio con nadie que hablara desde un trabajo institucional o sistemático con el chico o con su familia. Ni desde el Area Niñez de la Municipalidad de Rosario ni tampoco desde la Dirección Provincial de Promoción de los Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia de la 2da. Circunscripción. Sólo hay alguna idea de que concurre al centro de noche que depende de la provincia ubicado en calle Presidente Roca al 1100, pero en la seccional 2ª se encargaron de decir que ya había sido llevado allí varias veces, desde el 2006, esto es cuando tenía 6 años o menos.

A esa hora cuatro empleadas bancarias volvían de un acto en el Concejo Municipal donde, casi como una paradoja, se declaraba ciudadano ilustre a Amílcar Tamburri, un hombre que además de ser parte del gremio bancario, es el presidente de la ong CHICOS donde funciona el programa municipal La Casa. En ese momento el niño Franco, ya estaba tirado en la vereda, a pocos metros de Sarmiento y Córdoba, mientras un grupo de gente que cada vez se hacía más importante en número, rodeaba al policía que lo tenía con fuerza por debajo de los brazos y a quien alentaba hacia el castigo con un amplio vocabulario, verdadero mix de confusión, insensibilidad y discriminación. Casi todos gritaban, se acusaba al chico de haber robado $ 30 a una mujer que trabajaba en tareas domésticas y que pasaba por allí. Para el caso, la víctima de la supuesta, o real acción del niño, ya no estaba en el lugar pero se fueron sumando otras personas para exhibir una conducta casi visceral: "A estos hay que matarlos, son los que después vienen y nos matan a nosotros".

Gabriela Peña, María José Cebollero, María Infantino y Graciela Roselló se acercaron al grupo. Todavía dicen que les cuesta pensar en lo que veían cuando decidieron dar otras palabras: "No lo agarrés así que es un chico", le dijo Infantino al policía. "No es un chico, es un delincuente" fue la respuesta certera del uniformado. Mientras tanto Franco lloraba y aseguraba: "yo no robé, yo no robé". Según se decía en el colectivo casual y anónimo, pero asociado en la expresión de bronca que pugnaba por ser descargada contra el chico, un rato antes él había estado con otros dos, un poco más grandes que habían logrado irse. El más pequeño cayó en manos del policía. El relato de las cuatro mujeres se alternó para contar a este diario lo ocurrido: "Lo increíble eran las cosas que decía la gente que allí estaba, dice Gabriela Peña. Una mujer repetía 'yo me ocupo de mis hijos, los cuido, los mando a la escuela pero con estos qué querés, nadie se ocupa".

Con el chico casi a la rastra, tomado por las axilas, el policía intentaba emprender el camino hacia la seccional ubicada en calle Paraguay al 1100. El grupo que lo rodeaba mantenía su deseo, seguía incitando al que estaba uniformado y a su par de civil para que le pegaran y a más de uno 'se le iba la mano' para dar por cumplido el castigo.

"Nosotras no sabíamos si el chico había robado o no y lo único que pretendíamos era que no lo maltrataran, que pudieran darse cuenta que era un niño" contó Graciela Roselló, secretaria adjunta de la seccional Rosario de La Bancaria. Al parecer los ánimos se alteraron un poco más cuando una de las cuatro mujeres le pidió a la otra que llamara a algunas de las organizaciones que trabajan en la defensa de los derechos humanos en la ciudad. Las dos palabras, derechos humanos, enfurecieron a buena parte de quienes allí estaban y quienes una vez más repitieron lo que todos los días se puede escuchar: "¿Los derechos humanos de quiénes?, ¿y los nuestros, quiénes los defienden? Todavía, un importante sector de la población no terminó de entender de qué se habla cuando se trabaja contra la violación de derechos por parte del mismo Estado que los debe proteger.

Ya casi sobre la esquina de Falabella, las discusiones continuaban, algunos se habían sumado a María, Graciela, María José y Gabriela, incluso dos o tres de sus compañeros bancarios que habían hecho el mismo recorrido. Uno de ellos fue capaz de desafiar a quienes querían ver castigo. ¿Qué quieren, ponerse en fila para cachetearlo?, dijo, mientras los murmullos e insultos se trasladaban también a quienes ya a esa altura estaban a favor de la protección del chico "para que no lo molieran a patadas y puñetes", comentó Roselló quien además describió "eran trabajadores como nosotras, algún profesional, hasta una mujer que pedía limosnas con su bebé en brazos, todos clamando por justicia y acusándonos de ser cómplices de la delincuencia".

Como ya se había demostrado que, al menos en esa oportunidad, sería difícil castigar físicamente al chico, los policías que lo sostenían del brazo lo soltaron en seña hacia las cuatro mujeres 'aquí está, arréglenselas', fue el mensaje. "Tuvimos que tomarlo nosotras de los brazos porque se les iban todos encima...Pedíamos que llamaran a un patrullero, que se buscara a la familia".

La tarde del jueves siguió complicada. Franco fue llevado a la 2ª en un móvil policial junto a una mujer que estaba en el lugar y con María Infantino, colaboradora de la Asociación CHICOS que tiene su sede en calle Mendoza al 1.200. Por más de tres horas Infantino estuvo en la segunda, fue tomada como una especie de 'garante' del chico, una instancia poco clara, con una demora más que importante para que se le tome una declaración testimonial. Cuando llegó Leticia Faccendini, abogada de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Infantino pudo retirarse.

"Vos defendelo que en unos años más te mata de un tiro para robarte" se les dijo a cada uno de las cuatro personas que intervinieron: "Lo más triste es que puede ser cierto, las cuatro tenemos hijos que pueden ser lastimados sólo por unas monedas, pero no podemos dejar de ver la ausencia del Estado y una sociedad en gran medida indiferente".

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María Cebollero, Graciela Roselló y María Infantino, intervinieron y cuentan el hecho.
Imagen: Alberto Gentilcore
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