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Domingo, 19 de octubre de 2014

CIUDAD › A UN AñO DEL ASESINATO DE GABRIEL AGUIRREZ, LUDUEñA SE MOVILIZA PARA HOMENAJEARLO

Grito colectivo por la vida de los chicos de los barrios

"Desde el 95 venimos enterrando pibes", dice Rodrigo Bichito Gauna, de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, que pide un compromiso del Estado con los chicos. Mañana, a las 14.30, saldrán desde la escuela 1027.

 Por Sonia Tessa

En la tarde ventosa y fría, tras la lluvia, Ada Bareiro avanza por la calle Humberto Primo sorteando el barro. Mantiene sus zapatillas impecables, con gran astucia para evitar los charcos. Al lado de la escuela 1027 Luisa Mora de Olguín, en Humberto Primo y Camilo Aldao, dos contenedores desbordan de basura. Entre el barro y la basura, Ada sonríe con ojos tristes. El año pasado, el domingo 20 de octubre, vivió su peor pesadilla para el Día la Madre: mataron a su hijo Gabriel Aguirrez, un chico de 13 años apasionado por la música, el fútbol y los viajes en camión con su padre. Las paredes de la escuela tienen testimonios de varios amigos y compañeros. "Gabi, nunca te vamos a olvidar", escribieron. El crimen fue en un pasillo de Casilda y Camilo Aldao, alrededor de las 18.30, cuando Gabi -como todos lo recuerdan- había ido a "hacerles la segunda" a sus amigos de Newell's, aunque era de Boca. Hasta ese momento, todo era fiesta en barrio Ludueña. Apenas hubo unos piedrazos y algunos insultos entre canayas y leprosos. Los disparos de Hugo Gabito Garay desde la moto que conducía su hermano menor, hoy detenidos, lo trocaron en tragedia.

"Antes a lo mejor era feliz. Hoy ya no. Hay una parte que se te muere. Por ahí, tratás de mostrar que estás bien, sonreís para... no sé. Por ahí te dicen, tenés tus otros hijos. Tengo mis otros hijos pero me falta uno, tendrían que estar todos", dice Ada a un año del asesinato de Gabi, mientras trata sin éxito de ahuyentar el llanto. Mañana, en el primer aniversario del asesinato, vecinos, familiares, amigos y compañeros de Gabi se concentrarán a las 14, en la puerta de la escuela 1027 (Humberto Primo y Camilo Aldao) donde el chico cursaba séptimo grado, darán una vuelta por el barrio y luego habrá un acto en la plaza Pocho Lepratti.

Para Ada, será un homenaje a su hijo. "Marcha sería si los asesinos estuvieran en la calle todavía. Ahí sí seguiría peleando y haciendo quilombo para que ellos vayan a la cárcel. Mientras estén ahí adentro, yo estoy tranquila, pero el día que me entere de que uno de ellos está en la calle, la seguiré pateando hasta que tengan una condena justa", aclara. El viernes 10 de octubre, el juez Juan Carlos Vienna procesó a Garay por el crimen.

Basta de muertes

Uno de los artífices del homenaje es Rodrigo "Bichito" Gauna, referente del barrio, integrante de la revista "Tierra de Alguien". Tiene 29 años, creció en Ludueña y lo desvela la situación de los chicos. "Venimos velando y enterrando pibes desde el año '95. Es una cosa bestial, perversa. No queremos enterrar a nadie más", lanza Bichito. Integrante de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, Bichito enmarca el crimen de Gabi en una seguidilla. "La muerte de Gabi pegó muy duro en la comunidad. Ya veníamos tratando de hacer el duelo de la muerte de 'Cache', Brian Saucedo, que fue ejecutado por la policía de la seccional 12. Eso fue el 11 de septiembre y el 20 de octubre sucedió lo del Gabi. Yo ese día lo crucé al Gabi en el entretiempo del clásico. Estaba con los pibes de Newell's, haciéndole la segunda. Todavía iban cero a cero, estaban boludeando, gritando", rememoró Bichito. El partido terminó 1 a 0. Ganó Central. Para él, el clima en el barrio era de fiesta, hasta el momento de los disparos. "Fue un manejo, a Gabi lo mataron en el pasillo, cayó muerto, herido. El hermano le hizo los primeros auxilios, las ambulancias no venían, no nos podíamos comunicar... Pero creo que no había nada que hacer para salvarlo porque las balas fueron certeras", recuerda con dolor. Pocos días después, el 6 de noviembre, hubo otra muerte. "Después de Gabi mataron a Emanuel Cichero, que era el testigo de (lo ocurrido con) Brian. En menos de 50 días nos mataron a tres personitas", se despacha con bronca. Brian tenía 18 años y Emanuel, 25.

Bichito fue uno de los que impulsó las movilizaciones para pedir justicia por Gabi. Recuerda como una afrenta las declaraciones de Antonio Bonfatti y Raúl Lamberto después del clásico, cuando consideraron "un éxito" el operativo de seguridad. "Cuando el periodista de Canal 3 le dijo que habían matado a un chiquito de 13 años, el gobernador contestó que eso era un caso menor, aislado. Y no es ni un caso menor ni un caso aislado cuando te matan a una personita", subraya con bronca.

Bichito tiene claro que hay una responsabilidad más allá de quienes disparan. "A Gabi lo mataron un domingo 20 de octubre. Entonces, el pasillo de Camilo Aldao entre Casilda y Humberto Primo (donde ocurrió el crimen) no tenían luces. Después de la muerte de Gabi, oh casualidad, pusieron tres lámparas de alumbrado público. O sea, tienen que matar a alguien para que el Estado se haga cargo de lo que tendría que hacerse cargo de antemano", destaca su enojo y lanza en el instante una metáfora: "No hay luz que alumbre la vida de un pibe".

El miedo constante

Juan Carlos Romero ("Carlitos") era compañero de Gabi en la escuela. "Nos hicimos grandes amigos. Y bueno, llegó el día ése del clásico. El era de Boca, no era de Ñuls, pero fue, les hizo la segunda a los pibes y se puso una camiseta de Newell's. Se fueron a festejar a calle Junín, se encontraron con esos pibes, hubo bronca", relata Carlitos, que no estuvo ese día. "Era muy buen compañero, estaba en las buenas y en las malas, nunca te hacía llorar, siempre te sacaba una sonrisa", lo recuerda. Carlitos tiene presentes sus charlas con Gabi, los momentos compartidos, cuando se juntaban en la esquina a tocar la guitarra y cantar. La mayor diversión era cantar para las chicas. ¿Gabi quería terminar la escuela? "Sí, tenía ganas de terminar la escuela, pero más quería ser artista musical, me contó un día que quería ser famoso, tocar la guitarra, cantar", dice su amigo.

Ada estaba en Nuevo Alberdi esa "tarde de mierda" en que mataron a su hijo. "Estuvo toda la tarde encerrado en mi pieza, mirando televisión. Mi vecino, el kiosquero, me contó que se cruzó como tres o cuatro veces a comprarse helado. Porque él era así, se compraba golosinas y se encerraba a mirar televisión en mi pieza. La última vez que cruzó, vinieron a invitarlo", rememora. Sabe que a su hijo lo llamaban siempre. "Porque sin Gabi no era lo mismo, él era el líder. El les dijo que no, pero le insistieron. Y qué hizo, se cruzó enfrente, donde vive mi sobrina, le pidió prestada una camiseta de Ñewell's y se fue a festejar no sé qué, a hacerles el aguante", se indigna Ada. Ella sabe que su hijo no hizo nada malo, pero aún así busca explicaciones. "Era chico. No hizo nada, salió a hacer cosas de chicos. Ni conocía que había peligro y tampoco se imaginaba lo que iba a pasar, salió a divertirse, a hacer cosa de chicos, porque si él hubiera pensado con la mente de un mayor, hubiera dicho que no, que iba a haber quilombo", razona Ada.

Desde que mataron a Gabi, Elisa, la mamá de Carlitos, casi no sale de su casa, y tampoco quiere que su hijo de 16 años salga de noche. "Hay miedo de salir y no volver con vida, o de dejar una madre con dolor en el corazón. Mi mamá siempre me cuida, me dice que no salga de noche y yo no le hago caso. Muchas veces estuve cerca de que me maten", dice Carlitos. Para un pibe de su edad, salir es vital. "De noche te dan ganas, sos joven. A los bailes no salgo, pero a los (cumpleaños de) 15, (a casas) de amigos, (a las) jodas de 18 años sí voy. Cuando salís de la joda, salís con miedo, no sabés qué te va a pasar", se sincera. Carlitos empieza a contar algunas escenas de su vida como si fuera lo más natural del mundo: "Muchas veces dispararon cerca de mi casa. Casi nos rozaron las balas a mí, a mi hermano, a mi vieja. Muchas veces hay tiroteos en los pasillos, en la calle, y tiran para cualquier lado".

Carlitos vive en Larrea y Navarro, en uno de los pasillos que hay entre las dos vías que atraviesan el barrio. "Tengo cuatro hermanos, son mayores. Hay mucho miedo por los tiroteos, tenemos miedo de que entre una bala, te pegue a vos o mate un familiar", cuenta. Sobre los protagonistas de esas balaceras, no da muchas precisiones. "Muchas veces son los mismos, a veces no. Vienen de otros barrios a buscar quilombo", relata. Aparece inevitable el recuerdo de Mercedes Delgado, la militante social, cocinera del comedor San Cayetano, también de Ludueña. El 8 de enero de 2013, a la tardecita, Mercedes salió de su casa en Garzón y Bielsa para rescatar a su hijo menor, que estaba en la calle, porque escuchó un tiroteo. Dos balas la alcanzaron y murió pocas horas despues. Será por eso que la mamá de Carlitos no sale a buscarlos cuando hay tiros. "Sale a hacer mandados pero desde que pasó lo de Gabi casi nunca sale, vive encerrada, cuidándome, tiene miedo de que me hagan algo. Tiene miedo de que me pase lo mismo".

Naturalizar la violencia

Cuando habla del barrio en el que viven 40 mil personas, Bichito Gauna desestima la versión del estado ausente. "El estado está presente, pero de forma corrupta", considera el militante social y destaca "cómo la sociedad está naturalizando la violencia". Por eso se indigna: "Dónde viste que una madre tenga que estar preocupada porque el hijo salga a estudiar, a jugar, a hacer lo que debería hacer, que es su derecho".

Más allá de las condenas judiciales, Bichito quiere "que el Estado se haga responsable. Si no, habilitan a matar. Los pibes matan si no hay justicia. Nos parece importante recuperar el significado de la vida". Le preocupa que los pibes del barrio "están muy al límite, porque tienen todo al alcance de la mano".

Se refiere a lo mismo que Montaldo viene denunciando desde principios de los 90: la droga. "La otra vez me preguntaban sobre ser soldadito. Yo sería soldado de alguien. Porque en laburo de 10 o 12 horas, me pagan 300 pesos --describe lo que vive--. Siendo soldado, laburo las mismas horas y me pagan 700, 800, 1000 diarios. Es más del doble. No es casual que los pibes se vayan a trabajar de soldaditos".

Por lo mismo, Bichito es crítico sobre la presencia de las fuerzas federales, aunque admite que hay opiniones dispares. "Muchos están de acuerdo y otros no. Para nosotros es una inseguridad asegurada. Ellos (los gendarmes) están todo el tiempo provocándote, parándote de mala manera, guapeándote".

Proyectos colectivos

A Gabi le encantaba tocar la guitarra. Era una de sus pasiones. Cuando lo mataron, se formó un grupo de música, Gabi y su banda, para homenajearlo. Uno de los integrantes era Cristian, el hermano mayor de Gabi, que tiene 23 años. La banda hace covers de cumbia, aunque Gabi tenía un gusto musical más amplio. "Cantaba chamamé, cumbia, a veces cantaba rock", cuenta. Bichito completa que "a Gabi le gustaba una música diferente. Escuchaba un poco de todo. A él le gustaba tocar también distintos instrumentos. Tocaba muy bien la guitarra, aprendió con el taller del Monchito en la Casa de los Jóvenes. No se integró a la orquesta, prefería el taller de guitarra".

La Casa de los Jóvenes es uno de los tantos emprendimientos de la obra del padre Edgardo Montaldo desde la Vicaría del Sagrado Corazón de Jesús, en ese barrio donde la escuela 1027, los comedores Betania y San Cayetano, la Casa de los Jóvenes, el jardín maternal y muchas construcciones colectivas llevan el sello del sacerdote salesiano que a sus 84 años sigue viviendo en el galpón de Puelche y Casilda. "Comedores coordinados por la Vicaría con el protagonismo de los participantes, buscando juntos TERMINAR con la NECESIDAD de los comedores", dice un cartel. En el Betania, reciben para dar 150 raciones pero dan de comer a 270. En el San Cayetano, convierten la provisión para 330 raciones en 700 platos. En la escuela primaria, reciben 562 raciones y dan 622. En la escuela nocturna, reciben para 140 y dan 190. Una forma concreta de cumplir con el precepto bíblico de multiplicar los panes y los peces.

También Carlitos encuentra un ancla en la música. En este caso, en la Orquesta Escuela del barrio Ludueña, una iniciativa de Derna Isla que desde 2005 aloja la escuela 1027 ("la del padre Montaldo", le dicen en el barrio). "Estoy en la Orquesta. Me gusta tocar la viola, la música clásica. El mes pasado fuimos a San Jerónimo y el 18 (por ayer) vamos a Cañada de Gómez. Cuando viajamos, conocés gente y es muy bueno. Te entretiene mucho. Había empezado en 2009 hasta 2011 que dejé. Este año volví a empezar. Me gustaría seguir siempre, no dejar nunca. La orquesta es todo para mí. Ahora armamos un grupo con una nenita de 10 años, que canta", dice Carlitos. Carlitos y Ana Iara, la nena de 10 años, cantarán mañana una canción en homenaje a Gabriel. "Mi expresión", es el título de la poesía escrita por Ana Iara (ver aparte).

Recuerdos indelebles

La Mamá de Gabi, Ada, trabaja en el comedor Betania. Allí es compañera de Rodrigo Gauna. Ada tiene 43 años y tuvo cinco hijos. Los cuatro mayores tienen más de 20 años. Gabi tendría 14. Era el más chico, el más mimado. "Gabi era Gabi, no te podía ver triste. En general, era así con todo el mundo. Gabi revolucionaba. Si te veía mal, venía y te miraba y te decía 'qué es lo que te pasa', hasta que no te sacaba una sonrisa no se quedaba quieto", lo recuerda su mamá.

Gabi tenía varios planes para su vida. "Viajaba en el camión con su papá, que es camionero. El día que lo mataron, estaba por irse a Catamarca con el papá. Conoció todas las provincias. Estaba aprendiendo a manejar los camiones con 13 años. El vivía soñando, era un soñador. Siempre decía que iba a ser camionero como su papá. No es solamente que le gustaba la música, también jugaba al fútbol en el club social Lux", se enorgullece su mamá. Los compañeros de Gabi lo homenajearon, y lo recuerdan antes de cada partido.

Cuando Bichito lanzó la convocatoria para el homenaje, se acercaron unas 30 personas a participar de la organización. "Nos juntamos con 18 chicos amigos, vecinos y conocidos del gabi, lo que nos rompió la cabeza en el buen sentido. Decíamos que era una mierda tener que juntarnos en esta situación", cuenta Bichito. Entre tantos, participarán también el Bodegón La Casa de Pocho, El Caleidoscopio y Los Saltimbanquis, organizaciones sociales del barrio Ludueña.

Ada espera que todas esas personas que le cuentan anécdotas hermosas de su hijo se acerquen al acto para compartir el recuerdo. "Que no esté es durísimo para mí, pero a la vez también quiero que sus compañeros, amigos, que eran muchos, expresen lo que quieran expresar por él. Todo el barrio adoraba a Gabi", dice Ada. En la plaza Pocho Lepratti habrá música del grupo Rancho Aparte, y también un espacio para que todos puedan hablar.

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Ada Bareiro, la mamá de Gabi, asegura que una parte suya se murió cuando mataron a su hijo menor, el que la hacía reír.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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