soy

Viernes, 22 de enero de 2010

Carne argentina dorándose al sol

 Por Naty Menstrual

Y sí, se vino el verano, se vino el calor, el calentamiento global, mental y corporal, las calles de Buenos Aires se llenan de cuerpitos argentinos dorándose al sol apuntalados por el machismo que les permite pasearse semidesnudos por toda la ciudad sin tener en cuenta que las almas mariconas sufrimos de alta presión. Por dios, los ojos se me transforman en molinetes de subte, en veloces ventiladores que no logran hacerme bajar el calor, intentando no dejar pasar ningún torso, ningún culo, ninguna abdominal... Cartoneros bronceados por los días de trabajo remontando carros con sus miembros colgando debajo de sus shores futboleros bien marcados, San Telmo arde y los muchachos hacen saltar los empedrados eternos y mi caliente imaginación... Mucho shorcito de fútbol por estos lados, y el cuadro me da lo mismo, qué sé yo, aunque los bosteros son mi predilección. Quizás sea porque me gusta por la boca ¿o no? Y por barrio norte mucho short de rugby, mucho músculo a fuerza de enredos corporales entre tackle y tackle, pero los mismos cuerpitos dorándose al sol. De todos los tamaños, de todos los colores, de todos los sabores, de todos los olores... hombres y más hombres apoderándose de la ciudad con sus torsos brillando de transpiración. En la reserva hombres correteando su sanas costumbres haciendo aerobic chorreando sexo, y entre los matorrales retozan cuerpitos al ritmo de algún reggeaton... Yo me quedé varada en el cemento, pero igual una es darwiniana y se adapta para sobrellevar la calor, así que por lo menos, mis ojos se llenan de belleza masculina urbana y aun sin baldecito y sin arena, construyo mis castillos en el aire retozando con algún príncipe de esos que hacen linda a Buenos Aires resbalando eróticamente en su transpiración. Lo que mata es la calor. Machitos, pendejitos, maduritos, mariquitas de hotel Axel musculadas de culo respingón... de todo como en botica, supermercado de carne, feria de machos, kermese de varonil sexo enloquecedor. Flaquitos, gorditos, ositos, bajitos, cada uno tiene su toque encantador o, quizás, yo tengo la vista nublada por esto de la insolación. En el mercado el carnicero manejando las achuras o el peceto, más allá el musculoso verdulero, acomodando choclos sonriendo, en las calles tocando bocinazos algún guapo colectivero... lo que mata es la calor de mi imaginación. Por eso no se rían si me ven taconeando, sacando chispas en el cemento pensando locamente en mi Romeo y con un ramo de novia en la mano aunque sea de ruda macho, por favor...

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