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Viernes, 1 de octubre de 2010

TEATRO

Al teatro con mi tía

 Por Juan Tauil

Paquito: “Ser puto, ser pobre y ser Eva Perón en este país despiadado es la misma cosa”. Pero ahí mi tía me apaga la tele, gorila malgestada.

Le digo que me encanta Esther Goris sobre todo, cuando dialoga con Paquito y ella empieza con insultos que empiezan en el ’45 y terminan con “Tía, cambiate, vamos al teatro a ver Slipstick, el show de Martin Kent”, le dije para cambiar de tema. Cuando llegamos al Folies Club, en Palermo, estaba lleno. Justo cuando iba a decir que no había famosos entre el público —raro en un estreno— llegó Marixa Balli y se sentó muy cerca. Todos los presentes la miraron sin disimulo; ella, inmutable. Al rato se levantó el telón: un camarín en escena, el protagonista se pinta. Muy rápido, muy por arribita termina la caracterización y el camerino de luces gira y, para nuestra sorpresa, no había espejo. La Balli estalló en aplausos. “Claro, lo que debe llevarle maquillarse a ella... –bromeó mi tía—. ¡Acá dice que está en el Guinness por eso!” “No, tía, en el programa dice que está ‘postulado para el Guinness por maquillarse en 4 minutos sin verse’.” “Vos siempre tan envidioso, shhhh, callate que está por empezar.”

En el primer número se presentan las Kent Sisters, una especie de bienvenida a bordo con Kent y dos muñecas tamaño real sujetas por los tobillos. “¡Ay, tía, qué largos son los cuadros” “¡Yo me siento en un barco, de viaje!”, me contestó chocha de escuchar todo el repertorio en inglés. Menos mal que no estamos en alta mar y que nos podemos bajar en cualquier momento, pensé. Después vino una seguidilla de números como un Elvis Presley trans, la “Mona Risa”, el novio de Frankenstein, un bebé que caga en escena y otros gags. “¡Siempre te dije que estudiaras inglés!”, me reprochaba la tía, insinuando que me podía enganchar con el transformista. “Tía, el chico es de Bernal, Quilmes. No se llama Martin sino Martín. Y el Kent se lo sacó al personaje de Superman, de americano no tiene nada.” “¡Ay, vos sí que no entendés ni jota de arte! ¡Mirá cómo hace de Dorothy, de El Mago de Oz!” “Yo me crié con Manuelita, tía, y no con ese cuento para cowboys.”

A la mitad del show, la Balli se puso el tapado. El frío es el peor enemigo del público, el frío de la muerte, del vacío escénico entre acto y acto, como un invierno nuclear. “¡Tina Turner! ¡Ay, qué bien que la hace!” “¡Eso es porque nunca la viste a Ana Lupe o a Walter Soares, esos sí que se parecen!” “¡Basta, me hartaste, sos un resentido, no te gusta nada de Norteamérica, te convertiste en chavista, comunista o no sé qué!”, me recriminó la tía Pochola, y se levantó mientras que en el escenario la Turner falsa se sacaba el kit de pelucas encimadas que le daban volumen rockero. Salí detrás de ella, hartx de bancarme el paroxismo de la penetración cultural y le deseé lo mejor a los que se quedaban arriba del barco, que aunque se había hundido hace rato la música seguía sonando, como en el Titanic.

Slipstick, jueves y viernes a las 21. Follies Club, Arévalo 1376. Reservas: 4776-6453.

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