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Una pantalla blanca divide el espacio entre el escenario que permanece oculto por detrás y el público. Lo que deja verse de los tablones por delante está vacío. La acción comienza a desarrollarse junto a una recreación musical. Avizoramos que la historia será montada, grabada y proyectada en vivo a los espectadores.  

Gerardo (René Rodríguez) visita a Salvador (Isaac Jorge Lisorski) en su peluquería luego de mucho tiempo. Este reencuentro reaviva el triángulo amoroso que mantienen latente con Delfina (Constanza Viceconte). La relación se torna cada vez más tensa cuando la bella muchacha se hace presente en la ilusión desesperada de Gerardo y Salvador prefiere no ver.

Se suman dos relatos secundarios: una familia de zares rusos es fusilada por voluntad del pueblo y un escritor colombiano se enamora de su prima. La mirada obtusa propuesta abre el campo de los posibles a la vez que lo cierra.

Así es cómo la mujer de la juventud compartida se convierte en objeto de disputa entre los dos hombres ya mayores. Su cuerpo se fragmenta en una silueta desnuda, una mirada penetrante, una cabellera alada, un par de pies. El combate se extiende a las tres cámaras que también forman parte de la escena. Quién capturará cada plano, cada intención, cada milésima de su figura. Y por qué no al público que es invitado a escrutarlo por una voz en off que hace las veces de narrador omnisciente y cómplice voyeur en tiempo real.

Transpolado este cuerpo-objeto-de-deseo a una simple fotografía colgada en la pared de la peluquería de Salvador –la cual sirve como pretexto de acción–, es que seremos testigos de una historia que gira en torno a la pasión, la nostalgia, la locura y la miseria humana. Como si se tratase de un bien perdido, la necesidad de reapropiación es tal que uno de los protagonistas resulta eyectado desde atrás de la pantalla para recordarnos en clave magritteana: “¡esto no es una foto!”.

Ángulo Obtuso se presenta los sábados a las 21 en El Piso: Teatro y Afines (Hidalgo 878).