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Viernes, 16 de enero de 2009

A LA VISTA

La ola (reaccionaria) está de fiesta

En Estados Unidos la figura que se utiliza es acorde al ánimo bélico que caracteriza a ese país: se habla de "guerra cultural" para graficar la resistencia reaccionaria frente a los derechos conquistados por transexuales, gays y lesbianas, siendo principales miembros de esta resistencia la American Family Association (AFA), promotores de boicots a empresas que se niegan a "permanecer neutrales" y no "paran de promover la agenda homosexual". El último blanco –ya apuntaron contra McDonalds, las sopas Campbell, Ford, Procter & Gamble y hasta Disney World (por dejar que en su predio se organice el gay day)– es la empresa PepsiCo. ¿Las razones? "Pepsi donó medio millón de dólares a Human Rights y otro medio millon a Parents, Families and Friends of Lesbian and Gays y nada a cualquier organización en pro de la familia (heterosexual)". Basta de comprar Pepsi, entonces, el boicot está declarado y la AFA tiene los bolsillos fuertes, capaces de hacer temblar toda la estantería de gaseosas. Porque son los bolsillos los que mejor sostienen a la resistencia reaccionaria. Basta preguntar al juez español Fernando Ferrín Calamita, inhabilitado por dos años después de haber demorado maliciosamente la adopción de una niña a una pareja de lesbianas. En el país donde la "guerra cultural" se llama simplemente "firme oposición al lobby gay" –el sitio HazteOir.com.es es el principal mentor–, los bolsillos también se unieron en cadena solidaria para reunir no sólo los 6 mil euros que el juez debe pagar a las madres de la niña, si no también, mes a mes, el dinero suficiente para que Calamita no pase hambre. Por aquí también hay cruzados perdidos en la estepa conservadora: la Aica –Agencia de Información Católica– suele advertirse sobre los “constantes ataques a la conformación natural de la familia basada en la pareja heterosexual” y hasta reproduce (he aquí la perlita) un artículo de un tal Martín Schinner, psicólogo, que afirma sin empacho que “los gays y lesbianas son retrasados emocionales”, para después alertar sobre “la perversión que ocultan los llamados derechos de la diversidad”. Cada país elije su léxico, pero en todos se cuecen conservas.

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