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Viernes, 24 de abril de 2009

A LA VISTA

La canción no es la misma

Hoy se estrena la versión teatral de la película de John Cameron Mitchell, Hedwig and the Angry Inch. Aquí una revisión de por qué este film merece ser revisitado.

 Por D.T.

Todo empezó con un juego de transformaciones: una drag queen prepara un show y se convierte en punk rocker a base de covers desviados de canciones de David Bowie, Television, Cher y Velvet Underground. Las letras que canta le permiten ir narrando una historia que se va transformando hasta convertir el juego inicial en una ópera rock. El principal gestor de esto es John Cameron Mitchell, quien terminará asumiendo la identidad de Hedwig en el off Broadway a fines de los ’90, para amalgamar en su show tanto las nuevas formas de pensar la diversidad sexual como el grito primario que el homocore había encendido durante esa década. Así, como un catalizador de la vibración trans del aire de esa época, de aquel fin de siglo algo andrógino, Hedwig and the Angry Inch se vuelve heredera de The Rocky Horror Show y comienza a generar un culto a partir de la historia de una trans estimulada por los “cripto-homos del rock” de los ’70 (Lou Reed, Iggy Pop, David Bowie), que busca los orígenes del amor con canciones inspiradas tanto por Platón como por el revolucionario ideario del glam y el punk rock. La figura de Hedwig es icono del orgullo furioso del rock mutante. Y Cameron Mitchell usó las tablas de ese escenario como trampolín para el cine, apadrinado por Christine Vachon, la productora queer que cambió al cine estadounidense de las últimas décadas. Con animaciones de sofisticación naïf de Emily Hubley y dirección del propio Cameron Mitchell, el musical se convirtió en una película dedicada a lxs rarxs del rock y en un homenaje a Freaks, la película sobre un romance deforme que arrasa con la lógica de la normalidad. En un desfile de sensualidad donde el poder de seducción de una peluca trans puede declararle la guerra al mundo y la aspereza de una barba en la cara de una drag king puede conmover. Y, sobre todo, Hedwig and the Angry Inch logró hacer que la canción de amor no fuese más la misma sino que iniciara un proceso de mutación para volverse otra cosa: una extraña melodía degenerada que, si la coreamos correctamente, pueda ayudarnos a deshacer las identidades reaccionarias. l

Hedwig and the Angry Inch en The Roxy, Niceto Vega 5542, de viernes a domingo a las 21.30.

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