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Viernes, 13 de septiembre de 2013

Mercado de la carne

De cómo lo que antes era pecado ahora es obligación, de cómo lo que tenía castigo ahora tiene precio.

 Por Adrián Melo

“La mercantilización es el costo de nuestra concupiscencia”, concluyó Gary Dowsett en una de las conferencias centrales del congreso. Sin duda, uno de los puntos que unen el tema del mercado, el sexo y el amor es la tendencia actual de convertir a cada sujeto en un producto sexual. Es decir, uno de los capitales que crean plusvalor en el mundo capitalista (del trabajo, del amor, de los afectos) no es solamente la eficiencia sino el ser sexualmente deseable. Para el cultivo de las habilidades sexuales y la capacidad de proporcionar y experimentar satisfacción la industria ofrece una multiplicidad de fuentes de información, consejos y entrenamiento. Más allá del cuerpo moldeado por ejercicios y prótesis, es preciso constituirse como un verdadero atleta sexual, apropiándose de saberes y recursos antes restringidos y prohibidos. Dowsett se refirió críticamente a los tres discursos que se erigieron como formas principales de la erudición y la investigación en sexualidad, y trató de desentrañar cómo constituyen lo que podríamos llamar el Yo Sexual de hoy: son la sexología, la investigación sexual y los estudios críticos de la sexualidad. La sexología surge en el marco de las disciplinas modernas del siglo XIX y se desarrolló particularmente en la epidemiología. Desde el principio intentó definir, clasificar y normativizar los asuntos sexuales, especificar los actos y el tipo de personas que practicaban cada uno.

La investigación sexual es la más familiar para la población en general. Se basa sobre todo en encuestas nacionales de salud sexual, prácticas, formas de relación divulgadas en revistas pseudocientíficas y popularizadas por otros medios masivos de comunicación. Sus dos características principales son la preocupación por la cuantificación y la reducción de la sexualidad a la conducta.

Finalmente, los estudios críticos de la sexualidad constituyen una amplia gama, con orígenes en la segunda ola del feminismo, e incluyen la teoría y el activismo de gays, lesbianas y la teoría y la política queer. Su dominio se encuentra en las ciencias sociales y las humanidades y no en la psicología, la biología, la demografía y la epidemiología.

Críticas y autocríticas

La primera cuestión es que estos últimos, en su afán por desvincularse de la sexología, han olvidado que el cuerpo es mucho más que una construcción social. La sexualidad necesita el cuerpo que suda, huele, eyacula, para imponer su veracidad. Hay dos argumentos válidos que se suelen esgrimir en contra de quienes sostienen que la homosexualidad es algo antinatural, y es el hecho de que los penes se amoldan, encajan tan bien en los anos como en la vagina y en la boca, y si fuera antinatural sería imposible que eso ocurriera. Asimismo, las mujeres o los hombres pueden tener orgasmo entre sí sin pene, a través de dedos, manos, bocas u objetos. Por lo tanto se puede afirmar que el cuerpo proporciona la veracidad de la variedad sexual humana. Particularmente en las personas intersexuales estas cuestiones se ponen en juego y por ello argumentan fuertemente por la intersección de cuerpo biológico y social, privilegiando ni una cosa ni la otra. El cuerpo es la sustancia de la sexualidad y en ese sentido se necesita mucho más compromiso con el cuerpo biológico.

La segunda cuestión atañe a que, como consecuencia de la investigación social, nunca antes en la historia se contó con tanta información cuantitativa. A su vez, descripciones que devienen categorías como “amigos con derecho a roce o beneficio”, “el del llamado de las cuatro de la mañana”, el “bi curioso” y muchas más ofrecen marcos para la consecución de nuestras vidas sexuales.

La ciudadanía tecnosexual como precio de la pulcritud

La tercera cuestión es la de la sexualidad como producto. La cantidad y disponibilidad de imágenes eróticas y sexuales del mundo contemporáneo y el hecho de que cualquier persona que posea un reproductor de DVD y/o acceso Internet puede ver sexo cinematográfico la cantidad de tiempo que desee implica una transformación dramática de las sexualidades, teniendo en cuenta que el ámbito de las representaciones ha sido históricamente privado, secreto o regulado.

Merced a Internet y a los sitios de cámara web, las salas de chat, las prácticas de sexo y desnudo en vivo, las citas por Internet, entre otras modalidades, los cuerpos se convierten en productos de exhibición y para la venta en una escala sin precedentes, no sólo para los usuarios sino también a través de la apropiación de los cuerpos de los usuarios por el propietario del sitio.

Pero también, es cierto, las citas online y las taxonomías del sexo ofrecidas por Internet han tendido a disolver las identidades sexuales. La expansión de las categorías de la identidad sexual lgtbbttqq más la de “bi curioso” y quién sabe cuántas otras que se agregarán sugieren que el límite entre homosexualidad y heterosexualidad se está disolviendo. Y los sitios web se han hecho eco de este despliegue de identidades complejizando los sitios y dando posibilidad a apretar el botón y elegir una oferta disponible de gustos, intereses y preferencias sexuales para uno mismo y para el mercado que sin duda niegan la posición hegemónica de la heterosexualidad y alientan a probar nuevas experiencias.

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GARY DOWSETT TAMBIEN PARTICIPO DE LA IX CONFERENCIA DE LA ASOCIACION INTERNACIONAL PARA EL ESTUDIO DE LA SEXUALIDAD, SOCIEDAD Y CULTURA
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