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Viernes, 26 de septiembre de 2014

PALABRAS FINALES PARA EL INDIFERENTE

 Por Liliana Viola

Cocteau lo describe así: "Se trata de un magnífico ejemplar de gigoló. Durante la escena que sigue se desnudará entrando y saliendo del cuarto de baño. Silbará". Como en muchas de sus obras, aprovechó para dibujar entre líneas lo suyo, en este caso, una figurita repetida y versátil tanto para la dama (cis y no cis todas incluidas) como para el homosexual: el hombre que está mientras no está, el cuerpo de inspiración griega, objeto erótico por fuera e indescifrable por cualquier otro lado. Van de Couter y Villada cuentan que fueron juntos por los teatros como dos lobos hambrientos a buscar a ese "magnífico ejemplar" y reconocen que el hecho de que el actor Hervé Segato fuera de origen francés les aumentaba la adrenalina cuando llegaron a la función de La habitación, de Harold Pinter, donde estaba actuando. El cuerpo de deportista (que le debe al básquet) y que de algún modo sentimental lo emparienta con el del boxeador Marcel Cerdan que enamoró a Edith Piaf, fue otro punto a favor. Y tercero: el manejo entre elegante y displicente de una estructura que debe resistir durante una hora las palabras que le escupe LA MUJER, que no le entren. Dejarse ver e incluso dejarse disfrutar, sin pavonearse. La coreografía de movimientos pensados para no responder lo colocan muchas veces en posiciones nada pintorescas y lo enfrentan a una desnudez tan humillante como provocadora. Segato actúa como si estuviera en su casa pero no tan solo, como si supiera de los voyeurs sentados en las butacas y no le importáramos. Da la espalda, muestra el culo, deja que LA MUJER se lo abra para gritarle cosas lo más adentro posible y lee el diario como un señor burgués que hace que lee el diario. Las poses, los tres reconocen que no es alucinación de la cronista, recuerdan mucho a los dibujos de Cocteau, especialmente esos jóvenes de El Libro Blanco, musculosos y redondeados, que también leen y le dan la espalda.

El libro blanco es una novela breve y una antropología del amor que no puede decir su nombre pero que sí está dispuesta a dar muchos detalles. Fue escrita en Francia, lejos aunque no tanto de la Inglaterra donde fue juzgado Oscar Wilde, dispuesta a no hacer oídos sordos al oprobio. Apareció en 1928 sin la firma de su autor quien negó su autoría, muchos dicen, por respetar la recalcitrante moralina de su querida madre o para ahorrarse disgustos en tiempos en que había pleitos por estas cosas o se censuraban ciertos desnudos sí, otros no... Luego aceptó hacer una serie de ilustraciones donde florecen las ya clásicas decorativas y a la vez obscenas porongas, como frutas, como decorado o música dodecafónica de fondo. ¡Cocteau es la condensación moderna! En ese texto, en unas líneas que se suelen extraer del resto como el retrato de un adelantado lo describe así: "Un vicio de la sociedad convierte en vicio mi rectitud. En Francia, ese vicio no vale el presidio debido a la tradición de los Hijos de Cambaceres y a la longevidad del Código de Napoleón. Pero no acepto que sólo se me tolere. Eso hiere mi amor del amor y de la libertad"

Si Piaf es la rufiana de sus amores y tiene el esqueleto desarmado con encuentros fallidos, Cocteau es el amador insatisfecho no tanto a causa de sus amantes (desde el joven y mítico Dargelo hasta el tremendamente buen mozo de Jean Marais fueron encuentros), sino ante la incomprensión por sus gustos raros, sus dobleces, sus distancias de observador, contradicciones en el modo de degenerarse. ¡Cocteau es la condensación del presente! "Francia no soporta muy bien un papel que no es de una sola pieza. El avaro debe siempre ser avaro, el celoso siempre celoso. En eso estriba el éxito de Molière. El dueño pensaba que era de la policía. Me dio a entender que se era cliente o mercancía. No se podían combinar las dos cosas." Dice en El libro blanco. Por su parte, en El bello indiferente le hace gritar a LA MUJER ahogada en el deber ser del sufrimiento femenino, una llamada absurda a la normalidad: "Mirá, Emilio, admitiría que me engañaras con una jovencita. Una pobre inocente que hubiera caído en tus manos. No te voy a decir que eso me divertiría, pero me parecería más normal y te lo perdonaría. ¡Pero con ésta! Con esta vieja, ni siquiera rica, que no puede ofrecerte nada. ¿Qué? ¿Te estoy preguntando? ¡En fin! Los hombres son todos unos locos. Locos y viciosos. ¡Y funestos!” l

El bello indiferente, de Jean Cocteau. Con Camila Sosa Villada, dirigida por Javier Van De Couter y producida por Fernando Madedo. Viernes y sábados a las 21. Domingos a las 20. Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551

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