UNIVERSIDAD › LA SITUACION DE LA ENSEÑANZA PARA LOS QUE ESTAN FUERA DEL SISTEMA

El desafío de educar a los adultos

Un informe elaborado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (Unesco) advierte que la enseñanza para jóvenes y personas mayores carece de la necesaria vinculación con el mundo del trabajo. Señala que no hay suficientes espacios de capacitación docente.

Pese a su creciente desarrollo, la educación de adultos sigue corriendo desde muy atrás a las reales necesidades del país. En la Argentina hay 5,4 millones de personas que no terminaron la escuela media y 3,7 millones que no completaron la primaria. Pero solamente 575 mil jóvenes y mayores estudian en las escuelas para adultos. “Es claro que queda mucho por avanzar en la cobertura escolar básica de los habitantes, especialmente en la enseñanza secundaria”, señala un reciente informe elaborado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE-Unesco). El problema es grave, aunque no se circunscribe únicamente, ni mucho menos, al país: a partir de diagnósticos elaborados por diversos organismos internacionales, el mismo informe revela que el 23 por ciento de la población adulta mundial es incapaz de leer, escribir o realizar operaciones matemáticas elementales.
Con más de un siglo de presencia en el país, la educación de adultos fue concebida en sus inicios como destinada a enfrentar el analfabetismo y dar formación mínima para el mundo laboral. Hoy es considerada un espacio fundamental para el aprendizaje permanente y una herramienta de decisiva influencia en las expectativas y posibilidades de acceso al empleo y al conocimiento. Bajo esa perspectiva, los principales desafíos de esta modalidad de enseñanza resultan “la formación de profesores capacitados y especializados en la educación de adultos y una relación más sostenida entre los contenidos que se imparten y el mundo del trabajo”, tal como indica el estudio del IIPE-Unesco, que es dirigido por Juan Carlos Tedesco.
Es que, a pesar de su expansión, sobre todo a partir de modalidades a distancia y sistemas de clases semipresenciales, la educación de adultos carece en la actualidad de vínculos sólidos con el sector productivo. En general, se priorizan la alfabetización y la educación básica, pero no terminan de sentarse las bases para el desarrollo sostenido de una educación articulada con el mundo del trabajo. Una constatación del informe: “Es poco lo que se ha avanzado en sistemas de acreditación de saberes laborales, mediante certificados que habiliten para determinados oficios y actividades”. “El desafío es revertir esta situación, precisamente, en un contexto con características desfavorables, en el que conviven el desempleo y la flexibilización laboral y donde cada vez existen menos puestos de trabajo.”
Números alarmantes
Las últimas estadísticas oficiales muestran que 575.219 jóvenes y adultos estudian en las 4616 unidades educativas para mayores. De ese medio millón de alumnos, 403.738 tratan de completar la enseñanza media y 171.481 cursan el nivel primario. El último Censo Nacional de Población (Indec, 2001) revela que sobre un total de 26 millones de personas mayores de 15 años, 961.632 no cuentan con ninguna instrucción. Y que 3.695.830 tienen el primario incompleto y 5.435.128 no terminaron el secundario.
La compleja situación argentina se enmarca en un no menos complicado panorama internacional. En el informe “Educación para todos: ¿va el mundo por el buen camino?”, realizado por la Unesco (2002), se señala que, de los 870 millones de personas consideradas analfabetas en 1980, en dos décadas se pasó a 862 millones. Dos tercios de esas personas son mujeres.
Un dato significativo es que el 61 por ciento de esos millones de personas analfabetas vive en cuatro países: India (34 por ciento), China (16), Bangladesh (6) y Pakistán (5). Se calcula que para el 2015 el número de jóvenes analfabetos (de 15 a 24 años) pasará de los 140 millones que había en el 2000 a unos 107 millones.
Volviendo a la Argentina, cabe destacar que la oferta de enseñanza para adultos es esencialmente estatal. De las 4616 escuelas, el 92,7 por ciento es gestionado por el Estado. Dos de cada tres estudiantes adultos son menores de 25 años, mientras que el 33 por ciento es mayor de esa edad. De acuerdo con el registro de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa, las mujeres son el 50,6 por ciento de los cursantes en escuelas de adultos. Casi la mitad de los alumnos (258.639) estudia en la provincia de Buenos Aires. Las jurisdicciones con mayor número de adultos estudiando son Santa Fe (38.629), la ciudad de Buenos Aires (35.202), Córdoba (30.807), Mendoza (27.661), Misiones (20.147) y Chaco (18.407). La distribución de la matrícula se vincula con la distribución de las instituciones. La tercera parte de las 4616 escuelas se encuentra en la provincia de Buenos Aires (1545).
Los índices de repitencia son similares a los registrados en la enseñanza común. En la primaria repiten el grado el 8,6 por ciento de los adultos, aunque el porcentaje es mayor entre los varones (9,8) que entre ellas (7,5). Los distritos con mayor índice de fracaso escolar son Tierra del Fuego (18,8 por ciento), Formosa (12,8), Corrientes (12,5) y Santa Fe (11,5). En el nivel secundario, el promedio de repitencia es del 5,6 por ciento (6,6 entre los varones y 4,5 entre las mujeres). Los porcentajes más altos por jurisdicción se observan en Santa Cruz (14,4), Río Negro (13,6), Santiago del Estero (13,4) y Misiones (10,7).
La clave docente
Los servicios de nivel primario para jóvenes y adultos se organizan en escuelas vespertinas, nocturnas o de tercer turno, a las que asisten los mayores de 14 años que no completaron la escolaridad obligatoria. En la práctica conviven hoy en el país dos esquemas en la enseñanza primaria para adultos: las escuelas que funcionan en unidades educativas clásicas, con un sistema rígido que exige la concurrencia diaria a clase, y los centros educativos que en general tienen un docente a cargo, pero que no trabaja en la escuela sino en espacios de la comunidad, ya sea en parroquias, sindicatos, clubes o sociedades de fomento. A ellos se suman las ofertas de cursos de formación profesional, que aparecen muy dispersos y desarticulados en todo el país.
La educación del adulto es, en síntesis, la educación de los que se quedaron afuera del sistema. Los especialistas sostienen la necesidad de sustituir el viejo concepto de una “educación remedial” por el de la “educación permanente”, a lo largo de toda la vida. Esta concepción comprende no sólo a las personas que se quedaron en el camino, sino también a las que están en actividad.
Desde la Unidad de Educación de Jóvenes y Adultos del Ministerio de Educación, Manuel Gómez, coordinador del área, señaló que “son muy pocas las jurisdicciones que tienen una formación docente específica para el maestro que se dedicará a la instrucción de los adultos”. Esa sería una de las claves para potenciar el sistema. En general se recurre al maestro o profesor de educación común, que se va formando en la especialidad con la práctica. Según Gómez, la educación a distancia requiere habilidades y estrategias apropiadas para la educación de los jóvenes y adultos, capacidades que no siempre presenta el docente tradicional. Consideró fundamental aportar capacidad de gestión técnica a los gobiernos provinciales y favorecer el trabajo de políticas regionales para el abordaje de problemas comunes. En tiempos de creciente desempleo –advirtió– la matrícula en las escuelas de adultos crece. “La gente sabe que necesitará algún tipo de capacitación para mejorar sus posibilidades de empleo. Además, al no tener al trabajo como eje organizador de su vida cotidiana, muchos buscan la escuela para encontrar un marco de referencia que los ayude a sobrellevar su nueva situación.”

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Hay 575 mil personas en las escuelas para adultos. En la imagen, un curso dictado en Filosofía y Letras.
El 92 por ciento de las 4616 escuelas para mayores del país es estatal y se concentran en Buenos Aires.
 
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