UNIVERSIDAD

No es lo mismo la facu para la clase alta que para la media baja

Un estudio muestra el enorme impacto de la posición social sobre la posibilidad de estudiar. La educación de los padres, la elección de carrera y la imagen de las carreras terciarias.

 Por Javier Lorca

La desarticulación entre la escuela media y el sistema educativo superior pone en desigualdad de condiciones a los chicos de clase media baja frente a las facilidades que encuentran los estudiantes de sectores de clase media alta. El capital cultural y el origen social “dejan en una posición de clara desventaja” a los alumnos que tienen menores recursos, y cuyos padres no pueden ayudarlos a elegir la carrera o la institución más adecuadas, como sí ocurre con las familias más ricas. Ni la universidad ni los institutos terciarios combaten ese profundo desequilibrio. Esta realidad que ya no sorprende acaba de ser confirmada por una investigación del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE), de la Unesco. El informe marca que los alumnos de diversos niveles de la clase media coinciden en valorar la universidad por encima de los terciarios, y a las instituciones públicas por sobre las privadas.
El estudio cualitativo “Estrategias individuales y familiares de elección de instituciones de educación superior” forma parte del diagnóstico presentado la semana pasada, ante el Ministerio de Educación, por la llamada “Comisión Juri”. La investigación fue dirigida por Cecilia Veleda, especialista en Sociología de la Educación, y se realizó a partir de entrevistas con grupos de padres y alumnos de la Capital y el Conurbano, de sectores medios bajos y medios altos.
El sistema educativo superior (universidades y terciarios) pasó de albergar 275 mil alumnos en 1970 al 1,7 millón actual. Junto con la matrícula aumentó la desocupación abierta: en 1980 era del 2,6 por ciento y hoy se estima un porcentaje superior a 20. Ambos procesos provocan, según el estudio, “un fenómeno circular: cuanto más se generaliza la matrícula de un nivel de educación dado, más se devalúa dicho certificado y más se extiende la demanda por niveles educativos superiores”.
Esto se refleja en las razones que dieron los alumnos sobre por qué decidieron seguir estudiando tras egresar de la escuela media. La razón material aparece especialmente entre los alumnos de sectores medios bajos. “Hasta para ser sodero te piden título terciario”, dijo uno de los chicos. Una alumna: “Decidí continuar estudiando porque es una carrera que me interesó y, al terminar el secundario, muchas posibilidades de trabajar no veo que tenga, porque soy bachiller y muchas salidas no tengo. Tengo que trabajar o estudiar, entonces me tocó estudiar”. Para los jóvenes de ese grupo social, se trata de “ascender para no retroceder”. La decisión de seguir estudiando “se toma por defecto” cuando son percibidas “las dificultades para ingresar en el mercado laboral”.
Los jóvenes de sectores medios altos también mencionan el mercado laboral, pero las razones vocacionales o de realización personal están mucho más presentes. “Voy a estudiar porque me gusta la carrera y tengo ganas de hacer eso, más allá de si el día de mañana tengo trabajo o no”, dijo una chica. Para los padres de estos alumnos, el pasaje al nivel educativo superior es una meta esperada y deseada: “Desde que nacieron, siempre fue un objetivo”, respondió uno de los papás. “Al contrario, para ciertos jóvenes de los sectores medios bajos el pasaje al nivel superior es mucho menos obvio y directo”, se concluye.
El informe destaca la “desarticulación” entre escuela media y educación superior. Ese “vacío institucional” provoca un fuerte desequilibrio en las chances de cada sector social. Entre los grupos medios altos, es sorteado por el entorno de los alumnos al momento de obtener la información necesaria para elegir qué seguir estudiando. “Los chicos de clase media alta están más acompañados por padres, parientes y amigos de la familia, que suelen ser personas con estudios universitarios. El propio hogar y el medio social les dan capital cultural para acceder a más información”, contó la directora del estudio a Página/12. “Recorrí, busqué, hablé con uno y con otro. Fui a ver universidades, averigüé precios”, relató un padre, exhibiendo su afinidad con el sistema educativo superior. Esosjóvenes también mencionaron el uso de otras fuentes de información, como Internet, o ayuda de profesionales en orientación vocacional.
En cambio, “los padres de sectores medios bajos aparecen, en general, aceptando o corroborando la decisión del hijo más que en una posición activa en la elección –informa el estudio–. En el grupo de los chicos de sectores medios bajos las consultas y negociaciones intrafamiliares son raramente mencionadas y se centran esencialmente en lo económico: cómo costear los estudios, cómo combinar estudios con trabajo”. “A mí me costó mucho decidirme, porque el tema es bancarse la carrera. Desde chica me gusta Medicina, pero me tuve que hacer a la idea de que no iba a poder ser y, sin decirles nada a mis viejos, empecé a buscar algo alternativo y corto”, explicó una alumna. Estos chicos suelen recurrir a sus docentes escolares, que no siempre cuentan con la información necesaria.
Casi la mitad de la deserción de los alumnos universitarios se produce en los primeros dos años de las carreras. Todos los padres de clase media alta coincidieron con esta respuesta paterna: “Nos dijo que quería trabajar, que quería bancarse sus estudios, y le dije que nosotros lo bancábamos mientras se adaptara un poco a la carrera”.

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El estudio muestra que los alumnos de secundaria de clase baja están en “clara desventaja”.
 
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