Este cuento me acompaña desde hace más de treinta años y espero que ésta sea su versión definitiva, aunque no estoy seguro de ello.

Es parte de mi vida personal, signada primero por las andanzas de mi padre, viajante de comercio en el mítico Chaco de hace más de medio siglo, y por la posterior presencia impactante de mi cuñado. Mis padres murieron cuando yo entraba en la adolescencia y de mi tutoría se hicieron cargo dos seres especiales: mi única hermana doce años mayor que yo, y su marido de origen paraguayo, que fue de hecho mi segundo padre. Jóvenes, hermosos y románticos, con ellos cambió mi vida porque su cosmovisión era más ancha, larga e imaginativa.

No voy a hacer ahora un ejercicio de familiarismo, pero todo esto tuvo que ver con la génesis de esta historia que es tan vívidamente cierta como irreal y extravagante. Verdadera en su médula, es para mí un recuerdo potente al que he venido disfrazando porque siempre me pareció que le convenía a los personajes y particularmente a Buby, mi inefable cuñado.

Hacer literatura es para mí, esencialmente, trabajar con las palabras para dar brillo y sustancia al texto que nace. Por lo tanto, modificar la realidad es tan justificable como la búsqueda obsesiva de un adjetivo gravitacional o la simple, feliz descripción de un comportamiento. En este caso hubo todo eso, porque este cuento lo fui escribiendo durante años de aprendizaje, con la única precaución de modificar nombres y brindar precisiones geográficas inciertas.

La primera versión de este relato es de 1981. Está en mi primer libro de cuentos: Vidas ejemplares, con el título “Dos cazadores”. Pero en sucesivas ediciones de ese libro ya no lo incluí. Después redacté otra versión en México, que mantuve en remojo, digamos, durante años, y que es la que está en mi libro Cuentos con mi papá, publicado por Alfaguara Infantil desde 2004.

Ahora, y a pedido de Veranoi12, no sé si esta reelaboración será la definitiva pero es la última, al día de hoy.