EL MUNDO › MIENTRAS LOS CUERPOS SE APILAN, ASSAD RESISTE LA PRESION DE LOS AMIGOS DE SIRIA

Nadie hace nada para frenar la matanza

Con más de cinco mil muertos y contando, para aquellos que sufrieron pérdidas, la impresión es que se hace poco para detener la campaña asesina. Gran Bretaña y otros países reconocerían al Consejo Nacional Sirio.

 Por Kim Sengupta *

Desde la provincia de Idlib, Siria

Los cuerpos aparecieron en un terreno, tirados durante la noche. Eran hombres que habían sido arrestados y llevados para ser interrogados después de que las fuerzas del régimen sirio comenzaran un cruel y vengativo barrido en toda esta región. Las familias en el pueblo de Kurin no han podido recoger y enterrar a sus muertos porque estarían entrando en una trampa: cualquier acercamiento hasta ahora, dicen, se topó con fuego de francotiradores. Una fuerza de combatientes rebeldes que fueron a llevar a cabo la tarea dos veces tuvieron que retroceder bajo el fuego de morteros. Su comandante, Abdul Haq, desplegó sus manos en disculpas. “Si fuéramos más allá, habría más muertos, más de nosotros para tratar de traerlos de vuelta. Sentimos que fracasamos con nuestra gente, pero no podemos igualar las armas del enemigo.”

Ayer, mientras las luchas salvajes continuaban, los Amigos de Siria –Estados Unidos, Europa occidental y los países árabes– se reunieron en Túnez y lanzaron otro ultimátum a Bashar al Assad y anunciaron que el grupo de la oposición, el Consejo Nacional Sirio, sería reconocido como el legítimo gobierno por muchos Estados, incluyendo al Reino Unido.

Nada de esto alivia mucho en esta tierra de matanzas. El estimado de las víctimas fatales varía: según las Naciones Unidas, son alrededor de 5400, mientras que los activistas dicen que son alrededor de 7300. Pero mientras la cifra crece diariamente, para aquellos que sufrieron pérdidas, la impresión es que se hace poco para detener la campaña asesina. Tampoco hay gran entusiasmo por el Consejo Nacional Sirio. Poca gente en las áreas rurales ha oído hablar el él y muchos que sí lo han hecho, incluyendo a combatientes rebeldes, lo ven como predicando una revolución desde un confortable exilio.

Aquí, en la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, The Independent encontró que la realidad está en las tropas y en los blindados apoyados por la milicia alauita, la Shabiha, que sistemáticamente recorre el área, matando a más gente en los últimos cuatro días que los que cayeron durante el terrible bombardeo de Homs.

Casi cada pueblo y municipio tiene historias de haber sido visitado por la violencia organizada. El día que los ocho cuerpos fueron encontrados en Kurin, los activistas eran detenidos en Azmarin, Idita, Iblin y Bashon, en ocasiones después de haber sido identificados por informantes. Seis fueron arrestados en Darkush, incluyendo un chico de 13 años y un maestro de escuela. Tenían “una lista, sabían a quiénes querían –dijo Issa Mohammed, de 22 años–. Nadie podía ir a ayudarlos porque había muchos controles de carreteras. Si alguien hubiera dicho algo, habría sido capturado también”.

Uno necesita ser cauteloso de estas narraciones en un conflicto tan sangriento, en el que el dolor y la bronca, así como la conveniencia política, pueden conducir a mejorar las historias. Pero acá los residentes se presentaban con los nombres de los muertos y detenidos, con pedidos de que los nombres de aquellos que se pensaban que estaban vivos no se hicieran públicos porque esto podría acelerar sus muertes y poner en peligro a sus parientes y amigos. Abd Jibilawe, de al-Janoudiyah, describió cómo tres amigos perdieron su vida hasta ahora, antes de añadir “y estaba Ahmed Jibilawe, que era mi primo y mi mejor amigo”.

En una aldea cerca de Darkush, Hasin Um Samin estaba llorando a su hermano, Abu Khalid. “Eramos sólo gente pobre, no hicimos nada malo –dijo, acurrucada bajo un delgada frazada en su casa, sin calefacción por la falta de petróleo–. Aun así vinieron y se lo llevaron. Pensamos que debía ser un error, pero no sabemos dónde está. Tenemos miedo de no verlo más.”

Hay poca defensa en Idlib. Los revolucionarios aquí son mayormente hombres locales, con coraje, pero sin entrenamiento militar y con falta de todo, como armamento adecuado y municiones. Viendo su difícil situación, uno tiene irónicos recuerdos de los rebeldes en Libia disparando salvas al aire, a menudo en celebración de victorias imaginarias.

La revolución libia fue, por supuesto, facilitada por meses de bombardeos de la OTAN. La pregunta constante aquí es por qué no se ha tomado ninguna acción militar a pesar de las grandiosas declaraciones de Occidente. Por ahora, sin embargo, los rebeldes estarían agradecidos si recibieran abastecimientos que les permitiera tomar el poder.

El comandante Haq, un mecánico de 34 años, tiene alrededor de 50 combatientes bajo su comando, pero ni un solo rifle automático, En cambio, se pasan unos 20 rifles de caza, pistolas y escopetas y un traje antibalas que trajo un soldado que había desertado. Mientras estábamos sentados en su base, un edificio de una granja en las colinas sobre Darkush, inmóviles por los disparos de ametralladoras sobre nuestras cabezas, abrió una mochila que contenía cartuchos. “Esto es lo que me mandaron. Quizás el Consejo Nacional Sirio pueda mandarnos armas y municiones adecuadas con todo el dinero internacional que están recibiendo. Miren estos cartuchos, lo viejos que son. Algunos se están herrumbrando. Algunos ni siquiera sirven para el tipo de armas que tenemos.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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