EL MUNDO › AHMAD CHALABI, ELEGIDO PARA REEMPLAZAR A SADDAM

Muy popular (en el Pentágono)

Fue el candidato por descarte para reemplazar a Saddam Hussein. Se llama Ahmad Chalabi y viene de una familia de banqueros chiitas que se exilió cuando el partido Baaz llegó al poder en el ‘58. Es un tipo elegante, un dandy que habla inglés a la perfección, estudió matemática en la Universidad de Chicago y en el célebre MIT. Se casó en el Líbano con la hija de uno de los próceres que firmaron la independencia de este país. Después se radicó en Londres, donde fundó una empresa de software que todavía dirige.
Desde el exilio, empezó a perfilarse como el rival más importante de Saddam y la CIA le echó el ojo. A principio de los ‘90, lo buscó para armar un complot para matar a Saddam. Chalabi puso más de 10 millones de dólares de su bolsillo y se fue a Erbil, en el Kurdistán, para organizar el Congreso Nacional Iraquí (CNI), que agrupa a 24 grupos opositores de Saddam, y armar un levantamiento armado contra el presidente iraquí. Fue un fracaso: las tropas de Saddam mataron a cientos de kurdos y varios militantes del CNI fueron ejecutados. Otros, incluido Chalabi, huyeron del país. En 1998, Bill Clinton aprobó un plan para gastar casi 100 millones de dólares para ayudar al CNI. Pero la plata nunca llegó y el partido empezó a tambalear.
Hace una década que Chalabi ejerce lobby en Washington para gobernar Irak. El diario qatarí Al Watan dijo que Chalabi “no sirve ni para manejar un almacén” y la oposición lo acusa de usar al partido para sus propias ambiciones. Pero entre sus aliados están el vicepresidente norteamericano Dick Cheney, el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y su mano derecha Paul Wolfowitz, que lo ve como la “cara demócrata” del futuro gobierno iraquí. Pero el año pasado, en una entrevista de la revista alemana Die Zeit aseguró que “no me voy a presentar a ningún cargo. Mi trabajo terminará con la liberación de Irak del régimen de Saddam”. Hace dos semanas volvió a decir lo mismo ante la cadena estadounidense CBS. Tiene fuertes contactos con el Congreso norteamericano, pero el Departamento de Estado se opuso a que Chalabi tenga un cargo alto en la Irak de posguerra. Pocos lo apoyan en su propio país y muchos grupos de oposición buscan distanciarse de su partido. Pero para The Village Voice, Chalabi sigue siendo el favorito de Wolfowitz y es poco probable que sea desplazado del futuro gobierno iraquí. Tal vez le den un puesto como asesor en el Ministerio de Economía, propicio para este matemático con experiencia en la banca. En 1992 fue condenado en ausencia por los tribunales jordanos a 22 años de cárcel por estafa y malversación de fondos en el Banco de Petra, fundado por el propio Chalabi en 1978 e intervenido por el gobierno jordano. Aparentemente usaba su banco para evitar que Saddam financiara la guerra contra Irán. Chalabi dijo que la acusación fue una cama de Saddam y que éste había presionado al rey Hussein de Jordania para procesarlo. Pero Mohammed Nabulsi, ex director del Banco Central Jordano, dijo que Chalabi es “un ladrón que dibujó los libros para esconder sus crímenes”. En el ‘88, Jordania estaba enterrada en una crisis financiera. El dinar había caído y los bancos jordanos tuvieron que depositar el 30 por ciento de sus acciones en moneda extranjera en el Banco Central. Según Nabulsi, el único banco que no pudo cumplir fue el Petra. Chalabi trató de comprar dólares para cubrirse, pero un nuevo gobierno llegó al poder y cerró su banco. Sus accionistas perdieron millones y Chalabi huyó de Jordania en el baúl del auto de un amigo.

Texto: Milagros Belgrano.

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