EL PAíS › LA PRESIDENTA CELEBRO LA VICTORIA CON UN DISCURSO AMPLIO Y UNA DEDICATORIA A NESTOR KIRCHNER

“Necesitamos la unidad de todos los argentinos”

Acompañada por su hija, Cristina Fernández de Kirchner llamó a la unidad, “que el mundo está difícil”, agradeció a la militancia y destacó “la igualdad de los partidos” en las PASO, que “mejora la calidad política”.

 Por Nicolás Lantos

Fue una noche más corta de lo esperado. La contundencia del resultado fue más fuerte que algunas demoras previstas para el escrutinio y seis minutos antes de las nueve y media de la noche, unas dos horas antes de lo planeado, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner subió entre una lluvia de papelitos blancos y celestes al escenario montado en el segundo subsuelo del Hotel Intercontinental para anunciar lo que ya era vox populi desde media tarde, cuando comenzaron a circular sotto voce los primeros sondeos de boca de urna: el Frente para la Victoria obtenía en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias el apoyo de alrededor de la mitad de los argentinos, imponiéndose a lo largo y a lo ancho del territorio nacional en casi todos los distritos, incluso aquellos que hace pocas semanas habían sido adversos al kirchnerismo en comicios locales. Se triplicaba holgadamente el caudal electoral de cada candidato de oposición y prácticamente se plebiscitaba la gestión, algo que deberá confirmarse en nueve semanas, cuando se lleve a cabo la elección general.

El de la Presidenta fue un discurso de tono tan emotivo político político, que no estuvo exento de definiciones. En la línea del que dio en el acto de cierre de campaña del miércoles, saludó a “todas las otras fuerzas políticas” que participaron del comicio, a quienes hizo un llamado por “la unidad de todos los argentinos para poder seguir trabajando”. También destacó el “salto de calidad institucional” que significó la realización de las PASO y destacó “especialmente” el rol de la juventud. Sobre el escenario, la Presidenta estuvo acompañada en todo momento por su compañero de fórmula, el actual ministro de Economía Amado Boudou, cuya vestimenta informal (camiseta negra y campera de cuero del mismo color, con detalles en blanco) contrastaba con el elegante vestido de la mandataria, negro (como siempre desde la muerte de Néstor Kirchner) aunque con coquetas transparencias en las mangas. Sobre el final, también le pidió a su hija Florencia que subiera al escenario a acompañarla. Máximo, el primogénito, estaba en Río Gallegos junto a su mujer, que esta semana perdió un embarazo: para él hubo palabras de fuerza y de cariño. Y hubo el recuerdo de su marido, que despertó el fervor del público que acompañaba.

“Hoy es un día de alegría para todos”, comenzó Cristina cuando pudo acallar los cantos que la recibieron. A un costado del escenario, un grupo de funcionarios y candidatos cantaba a la par de la militancia: el jefe de Gabinete y primer candidato a senador por Buenos Aires, Aníbal Fernández; el titular de la Anses, Diego Bossio, y el secretario general de La Cámpora y candidato a diputado por la CABA, Andrés Larroque, eran los más entusiastas. Cuando pudo comenzar a hablar, la Presidenta destacó la realización de las PASO como un “hecho histórico para ampliar la democracia”. De todas las características que identifican al nuevo sistema, remarcó “la igualdad de los partidos” a la hora de acceder a la difusión audiovisual, más allá de los aportes privados o las fortunas personales que los sostienen, como un modo de “comenzar a construir la autonomía de la política del poder económico”, no sometido al control de la sociedad. “Es casi una cuestión de supervivencia social, necesaria para que no haya un pensamiento único”, argumentó. “Tenemos que cuidar la democracia política, pero también la democracia económica.”

La elección del bunker no fue casual: el mismo hotel había sido el comando de campaña en junio de 2009, cuando Néstor Kirchner, que se había puesto al hombro esos comicios legislativos, encabezando la boleta de candidatos a diputados en la provincia de Buenos Aires, fue derrotado a manos de Francisco de Narváez. Aquélla había sido y sigue siendo hasta ahora la más fuerte derrota electoral del ciclo kirchnerista y “una de las noches más tristes”, según recordaba un funcionario que había estado presente en aquella ocasión. La de ayer, en cambio, fue –aunque se tratara de una primaria en la que no había cargos en juego– el más amplio de los triunfos que obtuvo el Frente para la Victoria en las urnas desde que llegó al poder en mayo de 2003: aunque las cifras definitivas recién se conocerán durante el día de hoy, al cierre de esta edición Cristina Fernández lograba más de la mitad de los sufragios válidos, unos cinco puntos más que los que consiguió al ser electa cuatro años atrás. “Fue una especie de exorcismo”, graficaba el dirigente, con una sonrisa de oreja a oreja.

“Necesitamos la unidad de todos los argentinos –tendió una mano la Presidenta, a tono con el discurso adoptado durante la campaña–. No esperen de mí ninguna palabra que menoscabe, agravie u ofenda porque no vine a eso.” También ponderó el “proyecto que pudo transformar el país”, remarcando que se ha “alcanzado la igualdad en ámbitos que ni hubiéramos soñado años atrás”. Tras agradecer a todos los sectores que la acompañaron durante estos años, “especialmente a los jóvenes”, llamó a redoblar el esfuerzo: a sabiendas de lo excepcional del resultado obtenido en las primarias, pero también de que la verdadera prueba será en las elecciones generales del 23 de octubre, Cristina pidió a sus militantes “más humildad que nunca y más trabajo que nunca” para concretar en nueve semanas el trabajo de todos estos años y conseguir la reelección.

Los cantos de los quinientos invitados reunidos en el salón (en la calle había otros tantos, militantes y simpatizantes, que alrededor de una pantalla gigante desplegaban banderas y golpeaban sus bombos) recrudecieron cuando CFK mencionó a Néstor Kirchner: “Esto es un homenaje a él. Esto también es de él, que está mirando desde algún lado”, aseguró la mandataria. “Está acá”, le respondió alguien desde la muchedumbre. Pronto, toda la sala estaba cantando que “Néstor no se murió” y que “vive en el pueblo, la puta madre que lo parió”. En ese momento, Cristina invitó a subir al escenario a su hija Florencia (“la favorita de él”), a quien abrazó emocionada mientras mandaba un saludo al otro hijo, Máximo, favorito de ella, que permanecía en Río Gallegos con su mujer. Boudou escoltaba la escena, aplaudiendo, con un papelito celeste entreverado en el cabello castaño.

“Pensemos en grande y estemos unidos que el mundo está difícil”, insistió la Presidenta, que realizó “una gran convocatoria a todos los argentinos y todas las fuerzas políticas, a todos los candidatos de todos los partidos y todas las provincias que participaron y llevaron sus propuestas a la sociedad” para que colaborasen porque “el mundo es un tembladeral”, en referencia a la crisis económica y social que azota a los Estados Unidos y Europa. “Si logramos superar las diferencias y, fundamentalmente, si escuchamos lo que dice la sociedad a través de las urnas, vamos a lograr equivocarnos un poco menos –concluyó–. Mi único compromiso es seguir redoblando el esfuerzo.” Antes de dejar el salón, Cristina se acercó al borde del escenario y se inclinó a abrazar a la marea humana que se estiraba hasta alcanzarla, sin detenerse en protocolos, de la misma manera en que lo hacía Néstor Kirchner en los primeros días de su mandato.

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Con su hija, en el escenario del Hotel Intercontinental, donde convocó a pelear por más equidad.
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