EL PAíS › OMAR CHABAN, DEL CAFE EINSTEIN A CROMAÑON

Con la dureza del cemento

 Por Eduardo Fabregat

En un país tan olvidadizo, la afirmación debe ser hecha con reservas, pero la tragedia de República Cromañón marca el final de la carrera como empresario, actor y performer de Omar Chabán. El fundador del Café Einstein, Cemento, Die Schule y el malhadado local de Once termina pagando muy caras las omisiones y dejadeces que caracterizaron todos esos lugares resonantes de la escena porteña, y que hasta quedaron incorporados al folklore. Cemento era ese lugar donde actuaba La Organización Negra y Chabán recibía a la gente con uno de sus atuendos y arengando. Pero también poseía el título mundial de los baños más pestilentes, un acceso a camarines de pesadilla, ninguna salida de emergencia y un gran cajón de –precisamente– cemento donde se ofrecían espectáculos y shows. Allí, como en el Einstein, se pudo ver a Sumo en su esplendor, pero nada se pudo ver de los Redondos en una noche totalmente desbordada de gente, en un tiempo en el que, afortunadamente, las bengalas se usaban principalmente en eventos marítimos.
Provocativo, a veces agudo y a veces simplemente socarrón, Emir Omar Chabán, 52 años, hijo de “un turco peronista con bazar que me mantuvo hasta los 30 años”, fue construyendo su personaje y su leyenda. En 1982, cuando inauguró el Einstein con Los Twist, supo sintonizar el espíritu de una época en la que el rock argentino experimentaba, Malvinas mediante, su primer gran quiebre ideológico, musical y estético. Sumo y Soda Stereo hicieron base allí, pero además Chabán agregó una cuota de delirio proveniente de sus experimentos teatrales, y abrió las puertas a toda una fauna que encarnaba un tiempo cultural nuevo. Como el mismo Chabán se encargó de puntualizar después, aquello que explotó en el Parakultural había germinado en el Einstein.
La siguiente aventura fue Cemento, ese largo galpón de Estados Unidos al 1200, que inauguró en 1985 junto a la actriz Katja Alemann. A pesar de que eran notorias las deficiencias edilicias del lugar, Cemento terminó sufriendo clausuras por cuestiones que no tenían que ver con la seguridad, sino con un encarnizado enfrentamiento entre Chabán, los vecinos del barrio, una iglesia evangélica, la policía y el concejal ucedeísta Jorge Pirra. En 1993, un par de trifulcas graves empujaron el viento en contra y el Concejo Deliberante dictó la clausura por “ruidos molestos”. “Acá vienen chicos inteligentes y buenos”, declaró Chabán cuando arreciaron las denuncias de “jeringas tiradas en el zaguán de mi casa”, “gente haciendo el amor en la calle” y hasta “los autos son rociados con ácido muriático”. En 1997, un festival punk terminó con destrozos en todo el barrio, y volvió a ponerse la faja por “ruidos”. Introduciendo leves mejoras, y habilitando el gran portón del costado como salida de emergencia, el local se reabrió, y al día de hoy sigue admitiendo gente en una cantidad largamente superior a la autorizada toda vez que sea necesario y rentable.
En el medio abrió y cerró Die Schule, en Congreso –otro galpón insalubre sin salidas de emergencia a la vista–, pero fue en abril de este año que sacó pecho para decir “le gané un espacio a la bailanta” y abrir República Cromañón. Dada su capacidad “intermedia” –ni tan chico como Cemento ni tan grande como el Luna–, allí hubo este año varias ceremonias rockeras más o menos multitudinarias. Y hubo, también, un principio de incendio, el 26 de diciembre, iniciado del mismo modo que el del jueves. Omar Chabán no extremó las medidas de seguridad, ni dejó de bloquear la salida de emergencia para evitar que alguien se colara al show. Será que, como señaló en una entrevista para la revista Hombre, “en mi lugar hay que ser frío. La guita te hace frío”.

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