Un tema para el movimiento de mujeres como para cualquier otro movimiento que viene o es efecto de la imposición de una novedad social, es su entrada en tensión con la pobre aspiración que el sistema político le asigna hoy al “ciudadano”, quien en verdad apenas es un “cliente” de su  también escasa y pobre aspiración representativa. Ese cliente ha dejado de “tener razón” para, a duras penas, llegar a ser el objeto de una batería de dispositivos de medición cuyo único objeto es convertirlo en el argumento justificador de toda la estructura publicitaria que, a su vez, moldea conceptualmente a ese “ciudadano”, quien siempre es solo “pensado” por esa maquinaria. Lo más curioso es que ese dispositivo oculta su imperiosa necesidad –cada vez más demandante, cada vez más pesada– de sostenerse, de alimentarse, una suerte de “estado paralelo” elefantiásico, muy costoso, que incluso se ha convertido en la supuesta mercancía virtual con la que los ciudadanos se “consuelan” para al menos “palpar”, aunque sea tangencialmente, aquella vida a la que nunca podrán acceder. Esa es la publicidad, una forma de vida, que, a su vez, es lo que vende, y es lo que realmente impone. Esto es lo más importante.

Por eso mismo, la política, hoy en día, se ha convertido en una especie de club repleto de miembros que solo alcanzan a ser operarios, usuarios y consumidores de las técnicas publicitarias que transmiten sutilmente las “correctas” formas de vida que el poder Real espera de los ciudadanos. Hay honrosas excepciones, claro está. Por el contrario, movimientos como el de mujeres enlazado al tema político, como todo movimiento, llevan un primer impulso instaurador de “ciudadanía”, un concepto que se revoluciona y se replantea cada vez que aparece, que hace su aparición el OVNI1 que agujerea lo, hasta ese momento, conocido. El concepto de ciudadanía no se puede comprender sin ese punto de relación inquietante con “lo Otro” que lo vitaliza y que lo interroga, desprendido lo suficiente del pánico conservador. Hablamos de OVNI como el aspecto “no identificado”, no conocido, no previo ni esperado, verdaderamente, una aparición. La asimilación publicitaria buscará de todas las maneras posibles identificar de inmediato al OVNI, a tal aparición a los parámetros de lo conocido, reducirlo en sus efectos lo más posible, explicarlo, enseñarlo, educarlo, hacerlo “correcto”, entramparlo dentro de una lógica que solo busca hacerlo desaparecer como interrogante. Por eso es por lo que la efectividad consiste en despertar los prejuicios más básicos arraigados, sobre todo, en la defensa de “lo propio” y el cierre grupal en el que somos todos “hermanos”, o todos “argentinos”, y eso está por encima de todo, sobre todo de aquello que cuestiona nuestra “identidad”.

Sabemos que ningún cambio se produce si este proceso de reacción se impone. Las técnicas publicitarias, de saturación de la propaganda y la manipulación informativa, más la escasa disposición de los ciudadanos a ser o a ir más allá de su lugar de “clientes”, hacen el resto: quedémonos todos “en el molde”.

Este es uno de los puntos más logrados del marketing contemporáneo: hacer de las formas y de los modales burgueses el equivalente del juego de las diferencias y de la singularidad. Ser educados es respetar “al otro”, cuando la educación ha sido, hasta ahora, nada más que la uniformidad y la gestualidad del rechazo de las diferencias, lo que realmente nos asusta, que es la aparición de “lo Otro”, eso de nosotros mismos que no coincide con el espejo que siempre nos han/nos hemos puesto enfrente.

Nosotros consideramos que hay OVNI, y que eso es justamente lo que hay que sostener: no dejar que se borre el testimonio de una aparición. La saturación publicitaria hace que la operación de cierre termine por desestimar la prueba de la realidad. Eso que sucedió, finalmente nos hemos convencido de que no ha sucedido, y es más, ha sucedido otra cosa, a la medida de quien la cuenta y la impone.

Cuando el presidente dice que le gustaría que dos miembros de su partido debatan por la TV dos posturas opuestas sobre la ley del aborto, está haciendo propaganda, justamente con esta lógica en la que dos integrantes del mismo arco ideológico se entretienen dando “un espectáculo” de buenos modales cívicos, dándose la mano al final. Aquí no ha pasado nada, tal vez porque nada se ha discutido en verdad, tal vez porque nada se ha decidido. Solo se ha realizado un show educativo acerca de cómo se pretende que te comportes.

No está mal, no se podría esperar otra cosa de quien se aferra a lo que cree que lo sostiene. Pero eso sí. El poder se puede utilizar para conservar, o para transformar. ¿Qué pasaría si el presidente se animase a convocar a un debate que no esté previamente “adaptado” a las necesidades del marketing político que el poder despliega con la única motivación de distraer, o de ganar tiempo? Al menos podríamos pedir que los integrantes de ese debate, imaginado tan candorosamente, no fueran del mismo signo político, y que, además, provengan del propio movimiento que le ha dado fuerza al debate. Que sean el verdadero testimonio del OVNI. Porque si no ya se sabe: el tema es hacer desaparecer lo aparecido. Una vez más.

Pero efectivamente, no hay ningún tipo de apuesta en esa posición, es solo cálculo, astucia. No se lo puede culpar por eso. Pero sí se puede hablar de escasa o nula generosidad. El signo político de hoy es el puño apretado y nunca la mano abierta, a menos que sea la pose de un saludo. Una verdadera política de guerra. 

El agotamiento de esta lógica se va notando, en los cuerpos de tales “ciudadanos” que se van venciendo, porque esa es la manera y el propósito de la guerra: vencer. Pero los que intervienen forzozamente en esa guerra tienen que tomar conciencia de:

1) que fueron “metidos” allí

2) quién necesita la guerra

Cansancio, agotamiento, desánimo, los efectos traumáticos de una situación en la que el sujeto se ve inmerso y manipulado desconociendo las operaciones subjetivas a las que es sometido a diario, por la vorágine que impone la lógica de supervivencia. Porque en una guerra solo se puede aspirar a sobrevivir.

Entonces, el 8M es un brote, sí, verde, de la necesidad ciudadana de vivir en paz, y que nos dejen vivir en paz, sin imposiciones, más allá de los reclamos puntuales, importantísimos, de la cuestión de género. Es un movimiento político, en el Real de los sentidos. Un movimiento que no es el de la desestimación de “lo Otro”.

¿Habrá que hacer una modificación a esa frase que ubicaba al otro en el centro de las preocupaciones por la construcción de una patria? Tal vez. Tal vez no sea la patria lo “Otro”2, y tal vez el concepto de patria, no alcance para delimitar los alcances de lo que se viene, algo que va más allá. Al fin y al cabo, “la Patria”, como concepto político, aquí, en nuestro país, no contuvo, hasta ahora, la dinámica de todos esos reclamos históricos. Tal vez “La comunidad” que, como tal, precisa incluir al otro, sí, pero como reflejo de “Lo Otro”, eso a lo que siempre se teme y se rechaza. Al menos, sosteniendo la tensión que introduce en relación con lo conocido, pero sin declararle la guerra.

1. “El OVNI Psicoanalítico”, texto inédito escrito en colaboración con Cristian Rodríguez. 

2. “Lo Otro” sería eso que viene a noso- tros a pesar de cualquier empeño, voluntario o no, por desconocerlo.

* Psicoanalista, miembro de EPC.