¿Qué es lo que convierte a una serie de objetos, libros o mariposas en una verdadera colección?, ¿la perseverancia de quien los junta? , ¿la potencia del título que la define?, ¿la relación que salta a la vista una vez completada la serie?

Con esta catarata de preguntas se anuncia la flamante colección que desde mañana PáginaI12 comienza a distribuir en kioscos, y no como un mero ejercicio de estilo sino como un buen camino para definirla. Por ejemplo y para empezar, habría que aclarar que el nombre de la colección - 8M - alusión e incluso adscripción al hashtag que viene simbolizando la lucha de las mujeres en gran parte del mundo contra el patriarcado, no figuraba en los planes originales. Tampoco estuvo en el origen la idea de una biblioteca de literatura argentina contemporánea formada íntegramente por autoras. Claro que ahora, teniendo en cuenta los nombres que la integran, este 8M bien podría asociarse con el título del encantador policial y musical 8 Mujeres de François Ozon que también logró reunir a varias de las grandes divas, sólo que en su caso, del cine francés.

El nombre surgió como conclusión de un largo proceso hasta dar con la lista ideal y con un precio sinceramente accesible (130 pesos) para lo que resultó fundamental el diálogo con las editoriales Eterna Cadencia, Mardulce, Planeta y Penguin Random House que compartieron con este diario sus exitosos títulos para la venta en kioscos. Las autoras que formarán parte de la colección son Marta Dillon, Gabriela Cabezón Cámara, Paula Pérez Alonso, Luciana De Mello, Fernando Laguna, Mariana Enriquez, María Moreno y Selva Almada.

Marca de nacimiento

La colección no nació fruto de una “lluvia de ideas” sino de una lluvia de sueños delirantes, desorbitadas pretensiones de belleza y originalidad que, como se puede advertir sobrevolando las tapas diseñadas por Alejandro Ros, terminaron haciéndose realidad. Revelar esa lista de deseos es enumerar algunas de las razones que configuran la serie. Aquí van:

  1. Irrumpir en el horizonte del kiosco con libros tan codiciables como “cantados”, es decir, editados en los últimos años con un claro impacto en lectores, crítica y por qué no, también en el mercado.
    ¿Quién no ha leído todavía Ladrilleros (Mardulce) de Selva Almada? Apareció y fue furor. Escrita con sintaxis, vocabulario y cadencia únicas significó junto con su otra novela hit, El viento que arrasa, el descubrimiento y encumbramiento casi simultáneos de una autora que se volvió imprescindible para entender el presente de la literatura argentina.
  2. No limitarse a la clásica selección que se obstina en privilegiar la novela ocultando otros lenguajes mientras en los papeles, los límites entre los géneros se vienen dispersando, abriendo y contaminando. La colección 8M da cuenta de las afinidades entre diversos modos de ejercitar la ficción, el testimonio, el ensayo e incluso, la bajada de línea. ¿Por qué no incluir aquí, entre una mayoría de novelas, un libro de poesía como Los Grandes proyectos? La escritura de Fernanda Laguna convierte en excepción mágica las reflexiones de un Yo (o un Ella) poético que anda en colectivo o en bicicleta mientras va traduciendo su mirada oblicua frente a la vida cotidiana con un estilo que de tan hondo y sencillo para llegar al corazón cualquier desprevenido podría pensar que es fácil de copiar. Este texto, también constituye una excepción en la serie ya que es el único que no ha sido publicado antes. Es un Laguna Inédito.
    M. Dillon, G. Cabezón Cámara, P. Perez Alonso, L. De Mello, F. Laguna, M. Enriquez, M. Moreno, S. Almada.
    O por qué no incluir una crónica extraordinaria (en el sentido de fuera de centro y de apasionante) de Maria Moreno que encara a través de una investigación bien sabuesa uno de los crímenes más legendarios del horror nacional (El petiso orejudo) mientras persigue los pasos no sólo del asesino o de sus pequeñas víctimas sino además de un engranaje policial, patologizador y carcelario de principios de siglo. En este espacio fronterizo brilla también un texto tan visceral como teórico: Aparecida de Marta Dillon (ver recuadro), relato en primera persona del encuentro con los huesos de su madre desaparecida y a la vez reflexión sobre los restos en los usos de la memoria, es el elegido para inaugurar mañana la colección que irá apareciendo junto con el diario domingo por medio.
  3. El sueño del pibe: conseguir la figurita difícil, un título imposible de encontrar en librerías. ¡Dos veces cumplido! La colección incluye nada menos que Cómo desaparecer completamente, la segunda novela de Mariana Enriquez, que no se reeditaba desde su aparición en 2004 y que ya se ha vuelto una especie de fantasma para su legión de fanáticos. También estaba agotado hace años El petiso orejudo editado por única vez en 1994 como parte de una serie de crónicas policiales. Ambos textos, que pertenecen a los primeros años de producción de ambas autoras, contienen más allá del interés del coleccionista, las marcas –y no en ciernes sino con toda su potencia– de otros títulos recientes y tan celebrados como Las cosas que perdimos en el fuego y Black out. En la novela de Enriquez aparece con toda su crudeza y particular capacidad para el sadismo agazapado, su interés por la adolescencia en franca caída en la anormalidad, el contexto del conurbano como clave terrorífica y su maestría para dar cuenta de los devaneos químicos de sus personajes. En El petiso, los lectores de Black out se reencontrarán con el efecto conventillo en la escritura de Moreno, la sangre derramada que vuelve a enloquecerlo todo, las copitas de más como parte de la sospecha y una debilidad foucaultiana por los marginales expuestos a una condena institucional y previa sin derecho a voz.
  4. Elegir “primeras novelas” de autores consagrados que hayan marcado un rumbo en la obra de cada uno de ellos y en el campo literario. Aquí pide pista el fabuloso título No sé si casarme o comprarme un perro (1995) primera novela de Paula Perez Alonso que irrumpió con un éxito abrumador y la definió como una autora de gran personalidad, comprometida con sus propias tradiciones literarias que va desarrollando en cada nueva novela y sutil en su modo de tramitar los conflictos no resueltos del presente argentino. Otra gema: La virgen cabeza es la novela que impuso el inconfundible “barroco fierita”, esa voz tan característica de las novelas posteriores de Gabriela Cabezón Cámara. La historia de amor entre una cronista de policiales y una travesti que se comunica con la Virgen, abrió la divina tranquera para la avalancha queer y política que caracteriza la obra de la autora que acaba de redoblar la apuesta de su proyecto literario y político con La china Iron. En esta categoría de primeras novelas formidables ingresa con gloria una joven escritora, Luciana de Mello, que hace apenas un año sorprendió al aletargado mercado editorial con Mandinga de amor. Una novela de frontera, escrita en la lengua del que está de paso entre dos o tres tierras y que reproduce con alevosía las metáforas caseras con las que una familia tramita lo que pasa afuera y adentro, los efectos de las dictaduras en Latinoamérica mientras se tira de cabeza en temas que la agenda política mundial no termina de resolver y a la militancia le quema en las manos: el abuso sexual en la infancia, las migraciones, los espacios “liberados” como basurales de las buenas conciencias.

    Los nombres que surgieron en aquella primera lista tentativa resultaron ser casi todos nombres de mujeres. Cuando íbamos por la mitad de la lista alguien sugirió: ¿Y no habría que incluir algún que otro escritor? Qué curioso, cada vez que aparecían colecciones similares con amplia mayoría de varones –recordemos la legendaria colección Los hombres de la historia publicada en los 70 por el prestigioso Centro Editor de América Latina y reeditada por este diario)– nadie se preguntaba si debíamos incluir un 50 por ciento de chicas. Y hasta se podría reconocer que medio siglo atrás, era bastante difícil cumplir con esa premisa. Ocurre que hoy es todo lo contrario. Los nombres aparecieron solos y por su propio peso. Entonces surgió la pregunta: ¿Habrá que llamarla “Escritoras argentinas”? Nueva objeción: ¿acaso habríamos puesto ese título de haber sido solo hombres los autores? Los libros de esta colección, es cierto, están escritos por mujeres, pero difícilmente se reconocerían como textos militantes feministas y mucho menos representantes de una “escritura o mirada femenina” sea lo que sea que quiera decir ese concepto. Y por supuesto que han quedado escritores en el camino una vez que se decidió cerrar en 8 y reconocer en el título la potencia real del 8M que desborda las calles. Hacia allá van estos preciosos libros. Apenas se anunció la colección en redes, reapareció la vieja frase “ya mismo se lo encargo a mi kiosquero amigo”. En tiempos en que el diario de papel y un modo de lectura aparecen amenazados de peligro de extinción, más allá de la nostalgia, salir a la calle con literatura, también es un acto de resistencia.