“Insoportablemente soñé con un exiguo y nítido laberinto: en el centro había un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo veían, pero tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabía que iba a morir antes de alcanzarlo.”

Esa frase de El inmortal, de Jorge Luis Borges, fue el último posteo de Marianella Triunfetti “La Nella” (28), en su facebook, poco antes del accidente ocurrido el sábado pasado, cuando junto a Natalia Ariñez y Alejandra Wurschmidt regresaban a San Miguel de Tucumán luego de participar en una Jornada por la Memoria en Famaillá. Las tres militantes de derechos humanos fallecieron en un choque con un auto cuyo conductor, se dice, estaba alcoholizado. La madre de Natalia, Julia Sandoval, militante de toda la vida y Julia Albarracín, abogada de derechos humanos, viajaban con ellas, fueron hospitalizadas y sobrevivieron.

H.I.J.O.S Tucumán y todos los organismos de Derechos Humanos sufrieron un doloroso golpe con la pérdida de sus compañeras. “La Nella”, periodista, dedicó su lucha a los derechos de las personas privadas de libertad y a las víctimas de gatillo fácil. Aquella frase de Borges, lo último que dejó escrito, cobra un sentido premonitorio tras lo ocurrido.

Natalia Ariñez (40) era integrante de Hijos y de la Red por el Derecho a la Identidad en Tucumán. “Si tenés que calificar a los militantes entre pasionales y racionales, Natalia era un tractor, mezcla de ambas cosas, La troska más peronista, o la peronista más troska que conocimos”, dicen El Negro, La Coronel, Iván, sus compañeros.

Nati era hija de Jorge de la Cruz Agüero, estudiante secuestrado a los 17 años del Colegio Técnico. En junio pasado ella declaró en la megacausa Operativo Independencia, donde pidió cárcel común a los genocidas y dijo: “Mi papá había empezado a militar desde muy chico. A los 14 o 15 años estaba en el Centro de Estudiantes del colegio y dentro del Centro de Estudiantes Socialistas (CES). Después comenzó a participar de la Organización Comunista Poder Obrero. Y mi mamá venía de militar también en el CES y después en el Ardes, una organización socialista tucumana”.

Con emoción evidente y la fortaleza de tantos años de lucha y espera, agregó: “tengo más tiempo de militancia de lo que mi papá tuvo de vida, y ustedes, mirándome, preguntarán ¿de qué se ríe?...ni idea... supongo que de lo imposible... que solo tardó un poco más...” Y quiso homenajear a su padre: “El Negrito poeta, militante y luchador”. Sus palabras resonaron en el silencio rotundo del recinto “inoportuna vuelve hoy, cuarenta años después, en mí: tu justicia”, dijo mientras abrazaba a su mamá, histórica militante, cuyo dolor hoy es inconmensurable.

Alejandra Würschmidt (58) era licenciada en Biología y su lugar en el mundo era Amaicha del Valle, allí vivía de lunes a viernes. Militante por los derechos humanos y participante activa en los juicios y las causas por delitos de lesa humanidad, fue una presencia constante en las actividades por Memoria, Verdad y Justicia, aseguran sus compañeros.

 Militaba en la comunidad indígena y era profesora en la Escuela de Gobernanza de Amaicha del Valle. Allí empoderaba a los habitantes acerca de sus derechos, y especialmente se dedicaba a tratar de erradicar los hechos de violencia doméstica y los abusos contra niñxs, adolescentes y mujeres que ocurren en las zonas rurales de la provincia. “Mi prima fue una gran constructora. De a poquito armaba su mundo ideal, me dio a menudo pequeñas lecciones de vida. Veía poesía en la naturaleza, encontró su lugar enseñándola y luchando por un mundo mejor”, expresó una familiar.

Alejandra Integraba la Agremiación del Personal de Enseñanza Media y Superior (APEM), y tal como lo había dispuesto en vida, fue trasladada a su provincia de origen, Salta.