Una forma posible de perfilar a una creadora como Zaha Hadid sería a través de su mayor fracaso: la Opera de la Bahía de Cardiff. El proyecto de su estudio arquitectónico basado en Londres fue elegido en 1994 entre otros 269, con la pretensión de emular a la Opera de Sidney que convirtió a esa ciudad en un polo cultural. Los críticos de la elección del jurado argumentaron que el teatro de la arquitecta iraquí tendría una alta espectacularidad pero una pobre “belleza”. Y al parecer este solía ser, precisamente, el objetivo de Hadid: “Yo no diseño edificios bonitos porque no me gustan”.

Peter Palumbo, miembro del jurado, opinó que las formas eran “absolutamente brillantes, tanto en lo artístico como lo funcional”. El edificio lo financiaría la Lotería Nacional, en cuya administración el jurado no participaba. La idea de que una mujer de origen árabe interesada en una abstracción radical fuese la diseñadora del ícono de Gales del siglo XXI no les causó mucha gracia a ciertos galeses de corte más tradicionalista. Y cuando comenzó a rumorearse que el nuevo estadio para el equipo nacional de rugby podría no construirse por el alto costo del teatro de ópera, la decisión del jurado se puso en seria discusión. 

Un miembro algo alarmista del parlamento llegó a declarar que el diseño era “idéntico al santuario de La Meca” y que no se podía descartar que algún clérigo musulmán promulgara un edicto de guerra santa. El crítico Colin Amery atacó a Hadid por otro flanco: “Pertenece al pequeño grupo de arquitectos internacionales que trabajan para ellos mismos como en una especie de circo viajero, representando una arrogancia absurda de la cual el público ha aprendido a descreer”. 

Finalmente, en 1995 la Comisión del Milenio rechazó el proyecto ganador porque el edificio no era “suficientemente distintivo”: Zaha Hadid fue identificada entonces como un símbolo de lo que el conservadurismo arquitectónico estigmatiza como starchitect, creadores disruptivos que rompen a veces con el entorno, los moldes, las estructuras y las simetrías. Y Zaha Hadid hacía todo esto, pensaba sus construcciones también como un objeto de arte, a pesar de que haber declarado varias veces no ser una artista. 

Su estilo se fue perfilando a través de la combinación de geometrías fragmentadas que evocan el caos de la vida moderna y un multiperspectivismo irreverente de apariencia anárquica, donde aparecen inesperados zigzags y los ángulos muy cerrados del decontructivismo. Sus interiores proponen experiencias visuales algo crípticas y desconcertantes, donde cada sector de la obra adquiere una composición diferente al ser observado desde diferentes ángulos: “¿Por qué limitarnos a un solo ángulo si hay 359 grados más?” se preguntó una vez.

Los tres edificios-montaña de Wangjing Soho en Beijing, primera imagen moderna al llegar a la ciudad.

EN CONCRETO Un ejercicio divertido consiste en googlear el diseño 3D del fallido teatro de Cardiff –Hadid se sintió humillada por el episodio– y hacer lo mismo con el que finalmente se hizo diseñado por otro arquitecto. Pero las obras concretadas de esta arquitecta fallecida el 31 de marzo pasado a los 65 años están por todo el mundo. 

Hadid se consagró a partir del 2000 cuando su estudio comenzó a recibir encargos uno tras otro en las ciudades más vanguardistas, como Abu Dhabi, para la cual diseñó el neofaraónico y ultrafuturista Performing Arts Center, aún sin terminar. 

La arquitecta no tiene un estilo tan reconocible como el del célebre Frank Gehry. Su no estandarización incluye techos en forma de Z y corredores que trazan arabescos: “No hay arte figurativo en la tradición arábiga –los patrones decorativos provienen de diseños geométricos– y esto es una influencia en mí”. Sus interiores suelen estar libres de columnas y a la hora de dibujar los planos le importaban el movimiento y la velocidad en un doble sentido: cómo se mueven las personas por dentro de la obra y cómo fluye a su vez la mirada al recorrer los espacios.

Su obra incluye edificios con menor carga de excentricidad, como la Academia Evelyn Grace en la ciudad inglesa de Brixton para chicos de clases media y baja, hecho con un presupuesto limitado. El plano de las vías de circulación interna tiene dinámicos zigzags evitando los largos y fríos corredores. Y para aprovechar el poco espacio el edificio pasa sobre una pista de atletismo como un puente. El mensaje del sobrio edificio –para los parámetros de Hadid– debía ser claro hacia los estudiantes: “La sociedad se ocupa lo suficiente de ustedes como para levantarles una obra muy moderna y amable”. La otra consigna fue que el orden espacial no fuese opresivo, perfilando un edificio riguroso y disciplinado pero al mismo tiempo confortable y familiar. Fue pensado para estudiantes cuya experiencia anterior en edificios educativos no difería mucho de una comisaría con forma de caja de zapatos. En alguna medida, se le pidió que suavizara desde la forma el peso de ciertos rigores. 

EN LA ROMA DEL ARTE Una obra emblemática de Hadid es el romano Museo Nacional de Arte del Siglo XXI (MAXII) inaugurado en 2010, incluso antes de que se hubiesen adquirido todas las piezas por exponer: esto no fue problema en absoluto porque el edificio puede ser visto y recorrido como una obra de arte en sí mismo. 

El MAXII carece de una fachada principal bien definida y su rasgo más llamativo es una galería que sobresale del edificio hacia adelante. La consigna con la que se lanzó a competencia era diseñar un laboratorio para la creación artística moderna, un espacio de diálogo entre el arte y la arquitectura en una ciudad en la que estas dos disciplinas lo hacen desde hace milenios. 

Fue en el continente asiático donde la iraquí causó mayor sensación y le encargaron sus mayores trabajos. Al salir del aeropuerto de Pekín aparece la primera imagen moderna de esa ciudad: el complejo de tres rascacielos curvilíneos Wangjing Soho. Fue inaugurado como sede de oficinas en 2014 en medio de otra polémica, porque elementos del diseño habrían sido plagiados para hacer el Meiquan 22 Century Building en Chongqing. Es posible que los planos del edificio de Hadid –entonces aún no construido– hayan llegado a manos del otro arquitecto. Desde el lado de la empresa Chongqing Meiquan adujeron que ellos se inspiraron en “los adoquines de la orilla del río Yangtsé sobre la que se construyó Chongqing”. La empresa Soho argumentó que sus musas habían sido los peces koi y presentaron una demanda. En un blog de Meiquan publicaron una suerte de confesión: “Nunca hemos querido copiar, solo superar.” Zaha Hadid, con sutil diplomacia, dijo que sería “emocionante” si los diseños copiados vinieran en el futuro con “cambios innovadores”.

El diseño del Museo Riverside en la ciudad escocesa de Glasgow es uno de los más celebres de Hadid, dedicado a la historia de los transportes. Según su autora el exterior se inspira en una ola: los motivos de la naturaleza están siempre presentes. Sus fachadas y cubiertas están revestidas con doscientas toneladas de zinc-titanio y los extremos acristalados contrastan con el conjunto de la estructura sinusoidal.

CUCHILLO DE PALO Entre sus objetos de diseño Hadid creó la mesa Líquido Glacial que parece hecha en hielo, el Z-Car alimentado a hidrógeno, zapatillas para Adidas, un escenario aeroespacial para los Pet Shop Boys y una pasarela para Chanel donde las modelos desfilaron en un ambiente blanco entre criaturas marinas, caballitos de mar y caracolas gigantes. 

Zaha Hadid se dedicó a correr los límites de lo establecido en la arquitectura hasta el día de su muerte. Primero fue rechazada y después copiada, aunque hasta el día de hoy sobren aquellos que no la comprenden. En una entrevista declaró que “la gente cree que la forma más apropiada para un edificio es el rectángulo porque es la manera típica y mejor de usar el espacio. ¿Pero esto significa que los paisajes naturales desaprovechan el espacio? No vas a un parque y dices: ‘Dios mío, no tenemos esquinas aquí’”. 

Así llegó al final de su vida, firme en sus principios estéticos, viviendo sola en un austero departamento de formas comunes y corrientes frente a su oficina. Una vez un periodista le preguntó cuándo diseñaría una casa para ella misma y qué forma tendría. Su respuesta, sonrisa mediante, fue que estaba siempre muy ocupada y nunca había tenido tiempo. Y agregó que en todo caso, antes se diseñaría una oficina: “Casi nunca estoy en mi casa”.