Apenas una frase puede resumir cualquier situación y comprender qué le pasa a ese otro que está enfrente: “Necesitaba hablar de lo que me pasa. Necesitaba sacar un poco todo lo que tengo adentro. Y no lloré”. Así de contundente llega el mensaje, así de crudo. Una hora de charla con Marcos Milinkovic a corazón abierto, una entrevista que dejó de serlo para convertirse en un espacio de catarsis. Sucedió sin más.

El voley fue su sello, su marca de vida. Su talento lo llevó a la cima, lo mostró como un estandarte del seleccionado argentino. El destino le dio un golpe de esos para los que nadie está preparado. La pérdida de Luka, su hijo de 13 años, lo llevó al lugar más oscuro y desde hace más de seis meses asegura que se siente vacío. Estaba noqueado, pero encontró refugio en Juan Bautista (3 años) y Dunja (9), sus otros dos hijos, en la iglesia, en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y en el deporte. Marcos no va a detenerse, lucha, porque ese siempre fue su estilo de vida. Es día a día, pero él da pelea y en la charla con Enganche se ofrece a cara descubierta… deja ver sus heridas. Tiene claro que no va a dejarse vencer.  

-¿Por qué elegiste ser entrenador?

-Porque tenía muchas ganas de seguir ligado al deporte. Cuando terminé de jugar en Buenos Aires Unidos, Javier Weber me dio la posibilidad de trabajar con él en la Selección como ayudante, y me gustó. Aprendí mucho. En los últimos años que jugué en Mar del Plata, me di cuenta que me gustaba hablar con los más jóvenes y que ellos me escuchaban. Eso que les decía después les daba potencialidad a su juego, por eso me motivé.

-¿Te sorprendiste de algo en tu rol como entrenador?

-De que tengo mucho por aprender. Intento trasladar cosas que creía eran necesarias cuando era jugador y que algunos técnicos entendía que no hacían, como hacer que el jugador estuviese más cómodo, darles descanso o hacerlos sentir parte de todo, para darle ciertas libertades. Pero me di cuenta, después de un año, que cuando estás del otro lado es necesario ser mucho más estricto. Este lado es más complejo que el del jugador. Cuando estás adentro vas, jugás, te bañás y te vas a tu casa a descansar. Cuando sos entrenador, el tiempo de dedicación es más amplio y el desgaste mental es enorme. Son muchas las cosas que debes atender.

-Cuando fuiste jugador, ¿qué tipo de líder eras dentro de la cancha?

-Cuando era más joven, siento que fui un líder positivo en algunos momentos y no tanto en situaciones de dificultad o cuando yo no estaba bien. Cuando fui creciendo, encontré las herramientas para saber llevar esos malos momentos y no volverme negativo. Me enfoqué en ayudar a mi equipo en otros fundamentos. Mi fuerte siempre fue el ataque y cuando era chico, los días que no había ataque me enojaba mucho y me peleaba con todo y todos. Después eso creo que lo mejoré y me empecé a formar más como jugador.

-¿Hoy identificás con facilidad un líder?

-Actualmente es difícil encontrar un líder. Es complejo tener a un chico de 20 o 25 años sentado en una mesa hablando una hora de voley. La tecnología y otras actividades ocupan un espacio que antes era de una Coca, un jugo o una cerveza para charlar del deporte o de la vida. 

-Cuando fuiste jugador, ¿en algún momento te la creíste? 

-No, siempre fui de perfil bajo. No me acuerdo si en algún momento saqué los pies de la tierra, puede ser que en alguna oportunidad, pero siempre fui alguien al que le gustaba estar con la gente del barrio, juntarse a charlar con cualquiera. Nunca fui de sentirme más que el otro, ser más o menos conocido o ganar más o menos plata, son circunstancias de la vida. El respeto, la humildad y el perfil bajo, son características que siempre me ocupé de cuidar.

-Como entrenador, ¿te preocupás por educar a tus jugadores?

-Para mí la educación y el respeto son determinantes. Después si salís campeón o te quedás afuera en primera ronda, es un detalle, se analizarán otras cosas. Pero me parece que, ahora que lo veo como exjugador, no hay nada más lindo que la gente te reconozca por lo que fuiste como persona, no sólo como deportista. Eso es algo que no tiene valor.

-¿Sentís que el voley hoy tiene la misma llegada a la gente que antes?

-La verdad que no. Una de las grandes virtudes de nuestra generación fue haber hecho partícipe del equipo a la gente. Por eso teníamos esa relación con el público que llenaba los lugares en los que jugábamos aún cuando no teníamos grandísimos resultados. A la distancia siento que eso tiene un valor enorme, que ese afecto es la medalla más importante que gané por encima de un logro panamericano o una Liga de Campeones en Europa.

-Fuiste uno de los mejores 25 jugadores del siglo pasado, ¿por qué la Selección no pudo volver a tener más un opuesto como vos?

-Porque se dejó de hacer detección de talento, porque no se buscan jugadores para ese puesto. Y uno piensa cómo no vamos a tener opuestos, si mirás a cualquiera de las selecciones del mundo, ellos tienen más de un jugador que le pega fuerte a la pelota. Y nosotros no tenemos más que uno. Es la gran deuda que tiene el voley argentino. Si encuentra un par me parece que está para pelear cualquier medalla del mundo. Con Luciano, con Solé, con Facu Conte… Si a ellos les sumás un opuesto que te de unos 15 o 20 puntos por partido, es posible estar en la elite.

-¿Te gusta lo que ves de la Selección?

-Siempre me gusta, me genera buenas sensaciones. Pero siento que le falta ese poquito, como nos pasaba a nosotros.

-Parecía que con el desembarco de Julio Velasco se podía superar eso.

-Para que me entiendas, si traés a Mourinho para entrenar a Deportivo López es difícil que puedas ser campeón de la Copa Libertadores, ¿no? Hoy la selección no sé si está para pelear una medalla olímpica o pelear por el título de un campeonato importante. No tenés el jugador que ayude a Facu o a Luciano. La grandes selecciones del mundo tienen tres o cuatro jugadores que se brindan para los mejores. Nos falta el opuesto.

-Las decisiones dirigenciales, ¿acompañan el proceso?

-Me parece que no, son muchos los factores que se deben mejorar. Yo a Julio (Velasco) lo hubiese exprimido un montón más. Si vos querés jugadores de altura y de técnica, dale protagonismo a él en el semillero para que la Selección en diez años tenga veinte jugadores para elegir y no sólo doce. Esa es la diferencia con las potencias. 

-¿Sentís que te escuchan cuando decís estas cosas?

-Nooo. Nunca nos escucharon.

-¿Por qué?

-Pero no sólo a mí. Sino mirá cuántos jugadores o ex jugadores hay dentro de la Federación de Voley. No hay, no hay. No digo que no sea gente de voley, pero si vos querés dar un salto de calidad tenés que tener a tipos que hayan vivido ciertas cosas y no a uno que vivió siempre en el ámbito nacional. Si vos tenés a un tipo que recorrió el mundo con el voley, jugó en un montón de ligas internacionales, Velasco mismo, aprovéchalo. No lo están aprovechando. A nosotros no nos dan bola. Cada uno está en la suya ahora: Javier y yo dirigiendo, Hugo (Conte) en la televisión, pero nunca nos juntaron o nos preguntaron individualmente para ver qué hacer. 

-¿Entre ustedes hablan de esto?

-Muchas veces y siempre decimos lo mismo: “la Liga esto, lo otro. Esto no cambia”. Y sigue pasando. Nos cansamos de dar pelea también. Entonces, cada uno hace la suya.

Algo cambia en la charla. Marcos permite abrir una puerta que suele mantener cerrada. Pero aclara que necesitaba hacerlo. La pérdida de Luka a Marcos le duele en cada músculo de sus 2.05 metros de altura.

-Esa pasión por el deporte que mostrás al hablar, ¿te sirvió para poder sobrellevar el momento difícil que viviste?

-UNTREF me ayudó muchísimo ofreciéndome un cargo que acá no existe: manager deportivo. Me dio ese rol para que esté cerca del equipo y tenga la cabeza ocupada en otra cosa y no estar sentado en casa clavándome espinas todo el día. Y le voy a estar agradecido toda la vida por esa mano. Después surgieron ciertas cosas que me hicieron dirigir el último tramo del campeonato, pudimos ganar la Copa Desafío, y eso me permitió también poder pensar en el futuro. 

-Dijiste que te sentías vacío, y es lógico, pero con el paso del tiempo, ¿pudiste reencontrarte con la pasión por las cosas?

-No. Todavía no la termino de encontrar. Yo era muy fanático. Vivía el voley, dentro y fuera de la cancha, enojándome, gritándome con los árbitros y después de lo que pasó me costó encontrarle la vuelta a incentivarme en los partidos. Me costaba mucho concentrarme. Tuve la suerte de trabajar con Facundo Morando y con el Topo (Federico Fernandez Mentaberry) que me dieron una mano enorme en el trabajo que hacíamos en Untref. Hacía cosas más por instinto de jugador que por mirar vídeos de ciertos partidos. Me costaba mucho estar metido en el partido durante un tiempo largo. Y eso me pasa en todos los aspectos. Miro televisión, voy a hacer cualquier otra cosa. Es un ratito en el que puedo estar atento a lo que hago. Después me vuelvo a perder, a volar, a imaginar, y pierdo el hilo de lo que estaba haciendo. Ahora estoy más tranquilo. muy dolido por dentro todavía, pero de a poquito estoy encontrando cosas para tratar de salir. De a ratos, porque me cuesta estar todo el día lúcido, con la cabeza metida dentro de lo que tengo que hacer, pero hay un tramo largo del día en el que puedo hacer ciertas cosas. A la mañana y a la noche me pierdo muchísimo y me cuesta hacer todo 

-¿Que es estar vacío?

-Es no encontrarle sentido a nada. Empecé a leer muchísimo, voy mucho a la iglesia de San Benito, hablé con el Padre varias veces y eso me ayuda bastante, me da recomendaciones y me ayuda a enfocarme. Él trata desde su lado hacerme entender el por qué pasaron ciertas cosas. Pero todavía no hay nada que me convenza. No hay Dios, ni nadie que me diga “pasó esto porque tenía que ser así”. Todavía no tiene lógica para mí. Uno cuando tiene hijos, no te digo que vive para ellos, pero en gran parte sí. Y cuando te pasan estas cosas decís: “¿cuál es el verdadero sentido de la vida?”. Uno tiene lo más hermoso que te puede pasar en la vida y se te va. ¿Cuál es el sentido de criarlo, darle todo, verlo crecer… si en el mejor período de su vida se va? Porque estaba empezando a ser un hombrecito, era el momento de empezar a verlo hacer su camino y solo decirle: “derecha o izquierda”, para encaminarlo. Ya el objetivo de su vida lo tenía. Ya sabía lo que le gustaba y lo que no, y era el momento de darle consejos de padre y madre para que tenga un futuro más lindo.

-¿Cuáles son los espacios para reencontrarte?

-La iglesia me hizo bien. Inicié hace un mes y medio yoga pero porque no tenía ganas de nada. Empecé a entrenarme en el gimnasio a la mañana con un profe que me dice todo el día “vamos, vamos, vamos” y me enganché con eso. Ahora es algo que necesito, dejo a mi hijo más chico en el jardín y me voy volando porque es algo que me hace bien. Sigo buscando cosas que me ayuden a completarme y a enfocarme en cosas que quiero hacer. 

-¿Cómo hacés para no transmitirle tu momento a Juan Bautista y Dunja sin que se den cuenta?

-Al principio fue muy difícil. Sobre todo con el nene, porque se me venían un montón de recuerdos. Me costaba muchísimo ir a las fiestas del jardín, porque me recordaba todo el tiempo. A las pocas que pude ir duré diez minutos y me fui porque me largaba a llorar. Todavía no puedo salir. Disfruto muchas cosas pero no las siento. Internamente no me siento feliz como me sentía antes. Disfruto, me río, estoy todo el día jugando con el nene acá y con la nena cuando voy a Europa, estoy todo el día con ella, nos disfrutamos, pero la sensación de alegría interna es totalmente diferente. 

-Hace un rato dijiste que más allá de cualquier medalla lo que te quedaba de tu carrera era el cariño de la gente. ¿Esta situación de vida te hizo más valorar eso?

-La cantidad de mensajes que recibí y que no tengo idea quién es inmensa. Un montón por las redes sociales, y es lo que demuestra lo bien que hice las cosas. Yo no sé si la gente se tomaría cinco minutos para escribir un mail o un mensajito por Twitter a alguien que te parece un boludo. Yo no me lo tomaría. Cuando Benedetto se fracturó (NdeR: se rompió los ligamentos), y eso que yo soy hincha de River, le mandé un mensaje. Y por ahí me decían “cómo le vas a mandar un mensaje si es de Boca” y yo se lo mandé porque es un ser humano con un perfil muy bajo. Y me salió mandarle un mensaje de fuerza porque lo veía como yo. Humilde, de barrio, que lleva la camiseta de Boca no importa, porque es un tipo como yo.

-Leí que con tu exmujer, la madre de Luka, hablan y se ayudan para salir adelante. 

-El gran desgaste que tengo hoy es sentirme fuerte o querer que mi ex mujer vea que estoy fuerte para ayudarla a ella. Eso me desgaste mucho. El “vamos, vamos” o el “fuerza” y escucharla llorar y que no se dé cuenta que yo también estoy llorando. Le cambio de tema para que piense en nuestra hija. Pero cuando corto me desenchufan. Y me quedo solo y sin energía de nada. Pero lo tengo que hacer y lo quiero hacer. Es fuerza para ella que es la que está con mi hija las 24 horas y sé que necesita estar sólida para esta tarea. 

-¿Cómo se comparte el luto? Es un sentimiento demasiado personal…

-A mí me cuesta muchísimo hablar con cualquiera del tema. Me cuesta muchísimo porque no sé cómo compartir ciertas cosas y Dios quiera que nunca nadie tenga que entenderme. Alguna veces el cable a tierra es hablar con la madre de Luka. Porque con ella me entiendo. Le digo “Hola Elena, ¿cómo estas?” O ella me dice a mí lo mismo y sé porqué me lo dice. Ahora si me lo preguntás vos, voy a decir “¡Qué pelotudés me preguntaste!” ¿Cómo querés que esté? Ahora, si me lo dice ella, me lo dice entendiendo cómo puedo llegar a estar yo. 

-La primera pregunta que tenía anotada era preguntarte ¿cómo estas?

-Hoy lo tomo mucho más natural. Me enojo menos. Contesto “de a ratos bien, de a ratos mal”, pero antes me lo preguntabas y te miraba con una cara de “¿cómo querés que esté?”. Antes me volvía loco. 

-¿Pensás que vas a recuperar la pasión en algún momento? Por ejemplo, por River. El hincha sigue estando…

-Las pocas veces que fui a la cancha me fui antes de que termine el partido. Fui a ver a River con Lanús en la última semifinal en la cancha de River, estaba contento pero no lo disfruté. Estaba esperando que termine el partido para irme a mi casa. No tenía ganas de escuchar gente, quilombo, gritos, necesitaba paz. Ojalá lo recupere eso. Y ojalá lo pueda vivir con mi otro hijo. 

-¿Le pasaste algo de esa pasión?

-Va al jardín a River. Por lo menos algo le inculqué. Lo que pasa es que tengo a la madre bostera y hay una pelea ahí. Por ahora grita los goles de los dos. Pero a veces me pongo a pensar en sueños que teníamos con Luka y me mata. Sueños de ir a ver una final de Champions, o ver a él mandarle mensajes a los chicos que viajaron con nosotros a Japón y les preguntaba si nos encontrábamos en Abu Dabi. Te lleva por un momento a un lugar lindo, pero hoy ese recuerdo es una pesadilla. 

-¿Hoy River te hace acordar a Luka en su máxima expresión?

-Sí. En ciertos momentos. Mismo cuando fui a la cancha se me vienen los recuerdos de dónde estuvimos con él, de partidos, ciertas situaciones, futuras cosas que podían haber llegado a pasar, pero bueno hay que seguir adelante. 

-Y con tu hija, ¿cómo es esa relación a distancia (vive en Croacia)? 

-Hablamos casi todos los días. Los nenes lo demuestran desde otro lado y de otra manera. Mi hija tiene un carácter muy fuerte y le gusta ser muy independiente. Una de las cosas que percibí es que ella ante la tristeza o el dolor enseguida sale de la casa a buscar a sus amigos, se va a andar en bicicleta, prende la televisión, busca hacer cosas. Y a nosotros nos cuesta mucho todavía. 

-En un punto te está enseñando…

-Sí. Tiene un carácter fuerte y por eso la ayuda muchísimo a la madre, porque la empuja todo el tiempo. Empezó a hacer un montón de cambios en la casa. Se cambió a la habitación donde dormía el hermano y en la que estaba ella es el salón de juegos. La empuja desde ese lado y está bueno. Se puede aprender de los hijos y son los que te dan esa fuerza diaria. 

-Aprendés de los hijos, del voley, el lugar… ¿Estás aprendiendo a conocerte de nuevo?

-Empecé a hacer un poco la foto de lo que fue mi vida hasta ahora. Y la fui dividiendo en diferentes etapas: la etapa del colegio, la de jugador y después venía esta tercera dirigiendo, la del camino post retiro. La vida me la dividió en cuatro. Ahora tengo que encontrar el equilibrio entre esta tercera parte que es la que me gusta y quiero hacer, y hacerla compatible con esta cuarta que no quería. Estoy en esa etapa de construcción de la primera fase. 

-¿Quién es Marcos Milinkovic?

-Hoy no sé bien quién es Marcos Milinkovic, estoy tratando de reinventarlo. Realmente quiero ver quién va a ser de acá en adelante. Lo único que tengo en claro es que soy un pibe de barrio, que gracias al deporte pudo encontrar una vida muy linda y muy sana, que me hizo conocer mucha gente linda, muchos amigos fuera de la Argentina y al que le tocó vivir la peor desgracia que le puede pasar a una persona. Y está tratando de insertar esa tragedia dentro su vida.

Carlos Sarraf