El Banco Central no se convence e insiste en que la inflación está bajando. La entidad publicó ayer en su blog Ideas de Peso un estudio en el que asegura que la devaluación a partir de diciembre de 2017 no tuvo traslado a precios como ocurría en otras épocas de la Argentina. El informe resulta sorprendente. Lo único que se requiere es ver los datos duros de la economía. El índice de precios mayorista en enero y febrero subió a ritmos del 4,5 por ciento y eso generó traslado a los precios minoristas. Ayer la inflación de los consumidores, según el Indec, se ubicó en 2,3 por ciento mensual en marzo y acumuló un 6,7 por ciento en los primeros tres meses del año. El dato de precios de marzo preocupa cuando se lo compara contra el resto de las economías de la región. La inflación de un solo mes en el país es igual a la inflación de todo un año en Brasil.

“Entre diciembre de 2017 y marzo de 2018 la inflación núcleo respondió menos que en episodios anteriores a los shocks de regulados y tipo de cambio”, argumentó el Central. Explicó que en los primeros meses del año el tipo de cambio acumuló un alza de 15 por ciento pero no generó una aceleración de la inflación cuando se compara el índice de precios contra el mismo período del 2017. “La inflación núcleo subió a una tasa del 2 por ciento en promedio mensual desde diciembre. Este ritmo de suba es prácticamente idéntico al registrado en el primer cuatrimestre de 2017”, apuntó. Agregó que “la diferencia es que en esta oportunidad los aumentos de regulados y de tipo de cambio fueron significativamente mayores a los observados un año atrás. Esto implica que la respuesta de la inflación núcleo fue menos que proporcional respecto de lo observado en la primera parte de 2017”.

El argumento oscila entre lo divertido y lo preocupante. Se aprovecha que a principios de 2017 la inflación de la economía venía de la elevada inercia del 2016, cuando se marcó el pico inflacionario de los últimos 25 años. Y lo usa para decir que si la inflación en los primeros meses de 2018, con mayor devaluación, fue igual que en ese momento implica que el dólar no tuvo impacto relevante en precios. Pero lo interesante es observar que la inflación mensual subía en noviembre pasado a ritmos cercanos al 1,5 por ciento y ahora lo hace en torno del 2,5 por ciento. 

Lo preocupante es que esto ocurre en una situación en que se desaceleran los aumentos salariales y la tasa de interés sigue en niveles altos. El propio Banco Central reconoce esto pero no lo considera un tema de alerta. “La menor respuesta (de la inflación a la suba del tipo de cambio) se dio en un contexto de desaceleración de los salarios y una política monetaria más contractiva que a inicios del año anterior”, planteó la entidad. En cuanto al efecto de la devaluación sobre los precios del mercado interno, solo hace falta detallar algunas subas registradas en la inflación mayorista de febrero, que ascendió al 4,8 por ciento. El rubro de los productos nacionales avanzó 4,9 por ciento, en donde se destacó el aumento del 9,1 por ciento de productos primarios.

La autoridad monetaria además de asegurar que consiguió el objetivo de disociar la devaluación de los precios del mercado interno, una situación que los datos duros de la economía no demuestra, planteó que en los próximos meses habrá “desaceleración de la inflación” permitiendo alcanzar la meta de 15 por ciento para este año. Se trata de un pronóstico muy difícil de creer. En 2016 y 2017 el presidente del organismo aseguró lo mismo, que en la segunda parte del año los precios iban a subir menos y que se iba a conseguir alcanzar la meta de inflación. Pero el resultado fue en 2016 un alza de precios del 41 por ciento, contra una meta del 25 por ciento, y en 2017 un aumento del 25 por ciento, contra una meta del 15 por ciento.