Los políticos viven en campaña permanente, circunstancia que tratan de disimular para no distanciarse de la ciudadanía. Hoy en día, empero, esa agenda se visibiliza, debate, sincera.

Cada quién imagina su escenario. Todos toman en cuenta referencias del pasado, que no se repetirán pero proveen indicios, presagios, hipótesis de trabajo. Repasemos:

  • En el año 2003 el ex presidente Carlos Menem contaba con un piso suficiente para prevalecer en la interna peronista. El muy cercano techo lo inhabilitaba para triunfar en las presidenciales. La dirigencia compañera restante inventó los “neolemas”: salteó la interna con el invalorable concurso de la jueza federal con competencia electoral María Romilda Servini. Así las cosas, otro peronista -Néstor Kirchner- llegaría a la presidencia, en segunda vuelta.
  • En 2007 la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner enfrentó dos espacios opositores con menos potencial de votos que el Frente para la Victoria (FPV): cuarenta por ciento en total y en trazo grueso. Parejos entrambos, por añadidura. Cristina se alzó con más del 45 por ciento en primera vuelta, cifra ganadora conforme al ballotage argentino. Le hubiera bastado con el 40 y más de 10 puntos de diferencia, que los obtuvo.
  • En 2011, la oposición se diseminó aún más y dejó campo libre a la reelección de Cristina.
  • En 2015, Cambiemos armó el rompecabezas opositor y logró que Mauricio Macri llegara al ballotage –escoltando al ex gobernador Daniel Scioli– y a la presidencia en la segunda ronda.

Los roles se invirtieron desde entonces. El oficialismo actual procura construir horizontes similares a los de 2007 o 2011. El peronismo sueña con tener chances como Cambiemos 2015.

El sentido común expandido (no unánime) le atribuye a Cristina Kirchner un capital semejante al de Menem 2003.

Las mesas de arena trabajan con esas coordenadas, en una suerte de diagnóstico compartido.

Saben todos y todas que Cambiemos se impuso en dos votaciones consecutivas. Y que, si se reprodujeran los guarismos del año pasado, se impondría en las de 2019. Su afán es conservar las posiciones. Romper la inercia, el de los adversarios.

Macri conserva la pole position, cuando falta más de un año para comenzar el armado de las listas. Uno y medio para los comicios.

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La unidad cambiemita: Macri se lanza comandando una coalición gobernante, con un partido que la hegemoniza (PRO). Conservarla unida está al alcance de la mano.

Lo fortifican dos figuras dominantes, en grandes distritos: el Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.

La Unión Cívica Radical (UCR), socia minoritaria, desliza reclamos, tímidos por definición. La limita una impotencia: imposible amenazar con la secesión. No tiene con qué, perdería infinitamente más que el aliado.

Cuestiona el tarifazo, regatea conformándose con el pago en cuotas con intereses…no sumará adhesiones con tan poco. Ni siquiera se alza con un compromiso escrito sobre la tasa de interés siendo que las promesas verbales de Macri se difuminan como gas en una canasta.

El gobernador boina blanca mendocino, Alfredo Cornejo, se disfraza de vanguardia y pide la candidatura a vicepresidente, para el partido o para él mismo. En Mendoza no hay reelección, busca su destino mientras su colega y correligionario jujeño Gerardo Morales se conforma con cuatro años más al mando de la provincia. Cualquiera de ellos comprende que la resolución está en manos de la Casa Rosada, que maneja el sabó, el presupuesto nacional, la legitimidad de origen y la de ejercicio. Too much.

La Carta Magna propicia la reelección, para eso se reformó en 1994. Menem y Cristina Kirchner se dieron maña para concretar la ventaja. El ex presidente Fernando de la Rúa fue el único que no pudo… ni siquiera terminar el mandato.

Macri no es De la Rúa, aunque su verdadera talla debe atravesar pruebas de fuego. La primordial: el efecto de las políticas públicas, crecientemente impopulares. Otra, los vaivenes de la veleidosa opinión pública que le reportó tantas satisfacciones pero que ahora emite señales de cansancio, descontenta con el devenir de la economía.

Los comunicadores del macrismo, tan hábiles cuan vivarachos, persisten en el discurso aspiracional y en trucar cifras e indicadores. Interpelan al corazón, habrá que ver cuándo (y cuánto) responderá la gente común con el bolsillo (ver asimismo nota aparte).

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Todos desunidos palmaremos: Para ser competitivo, el panperonismo necesita sumar más del 30 por ciento en la primera vuelta para evitar que Macri se imponga con el 40 por ciento. La fragmentación potenciaría la ventaja oficialista.

Las Primarias Abiertas Simultáneas y obligatorias (PASO) ofrecen la herramienta para dirimir supremacías, sumando. La interna supone reglas implícitas: atractivos para todos los sectores, en especial para los que llevan las de perder. El sistema proporcional D´Hondt en listas de diputados cumple esa función.

La amplitud es condición necesaria pero no suficiente. Se añade la exigencia de una campaña interna no sanguinaria, que no aleje al elector “extraño” y aún a fracción de los propios en la contienda general. La batalla bonaerense entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández: un antecedente para no repetir.

El pragmatismo “tira” para frentismo con contadas o nulas exclusiones. Ni el peronismo sin los K ni el kirchnerismo aislado tienen pinta de arribar al imprescindible 30 por ciento.

Dicho de esa forma, todo parece sencillo. No lo es por la hondura de las diferencias intestinas, por existir jugadores con intereses muy diversos (gobernadores, en particular pero no solamente). Antes que nada, porque las derrotas dispersan y avivan enconos, a diferencia de los triunfos. El peronismo mordió el polvo dos veces, paga las consecuencias.

Ceder y dialogar para unir, una de las claves. De nuevo: simple de decir, pero…

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Vetos cruzados y foráneos: Los compañeros federales enrostran al kirchnerismo las caídas recientes sin reconocerle los éxitos electorales, los avances socio-laborales, las ampliaciones de derechos sucedidos a partir de 2003. El kirchnerismo, a su vez, derrama bolillas negras mientras predica la unidad.

Los federales excluyen a Cristina invocando el precedente Menem 2003. Son especulaciones, verosímiles. No llegan ni a eso las virtualidades que atribuyen –sin fundamento serio– a otros candidatos.

Con una pizca de voluntarismo, todos unidos podrían pensar que una interna prolija, masiva, embellece y proyecta al ganador. El presidente Raúl Alfonsín, Menem, De la Rúa y Macri comenzaron así la carrera y llegaron a ampliar las fronteras de las fuerzas propias.

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Gobernadores en estado de alerta: Las divisiones del peronismo cuentan con la cooperación del macrismo y sus aliados fácticos. La estrategia exitosa durante años, da la impresión de haberse exacerbado excesivamente en semanas recientes. Asediar y descalificar es redituable, si se manejan bien las dosis. Si se exageran, cualquier remedio es veneno.

Los aliados fácticos también juegan, por fuera de las reglas del sistema democrático. La caterva de jueces federales de Comodoro Py y los medios dominantes se conjugan para perseguir al kirchnerismo, enlodarlo y, con vergonzosa frecuencia, encarcelar a sus dirigentes.

La táctica permanente escaló con la intervención judicial al Partido Justicialista nacional (PJ) y el encarcelamiento del ex gobernador jujeño Eduardo Fellner. La brutalidad de las movidas puede ser un búmeran para el gobierno nacional que las impulsó, re-juntando lo que quiere dividir.

Los gobernadores peronistas operan con premisas propias, la principal asentarse en rodeo propio. Eso los aleja de las peripecias nacionales o las relega a un lugar secundario. Casi todos los mandatarios podrían ir por la reelección y desdoblar los comicios para despegarse de las olas nacionales. De ahí su parsimonia ante los road show cruzados de encuentros por la unidad.

Pero empatizan entre sí, se saben integrantes de un colectivo con intereses parecidos. La veloz excarcelación de Fellner pudo ser consecuencia de su bronca, una marcha atrás.Pero todosentienden que las campanas siguen doblando por cada uno de ellos.

La avanzada procesal contra el tucumano Juan Manzur y las denuncias contra el chaqueño Domingo Peppo trasgreden un límite infranqueable: el de la supervivencia de cada cual.Una cosa es negociar o transigir en las pulseadas diarias por recursos con el Gobierno nacional, siendo la parte menos poderosa. Otra dejarse pasar por arriba. El gobierno, quién sabe, se pasó de rosca, polarizó para su mal.

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Al revés que Roberto Carlos: El interventor del PJ, Luis Barrionuevo, acelera, habla hasta por los codos. Promete una interna entre verdaderos peronistas: el gobernador Juan Manuel Urtubey, el ex diputado Sergio Massa y el ex gobernador José Manuel de la Sota. Deja afuera a Cristina porque formó otro partido. La memoria o el sectarismo le juegan una mala pasada: Massa comete el mismo pecado desde hace cinco años. Una interna peronista sin intervención del kirchnerismo: el oficialismo y Barrionuevo persiguen un objetivo común

Nobleza obliga: relega al ex ministro Florencio Randazzo quien siempre bregó por PASO en el PJ. La pésima cosecha electoral pesa más que el escudito, rige la Verdad 21: el que pierde es un traidor.

“Luisito” arguye que “armará” la Juventud Peronista y la Juventud Sindical Peronista. Lo flanqueaban Julio Bárbaro y Carlos Campolongo que están pasados de edad para integrarlas.

Servini había facultado a Barrionuevo a designar tres colaboradores, los mentados serían dos de ellos, pero por ahora obran como compinches sin investidura. Por directiva escrita de la misma jueza, el nombramiento está supeditado al resultado de la apelación interpuesta por las autoridades partidarias que ya pasó a Cámara.

El hombre discurseó ante un erial: ni gobernadores, ni intendentes, ni militantes no rentados. Barrionuevo es expulsivo, una especie de contracara del cantautor Roberto Carlos: tiene un millón de enemigos.

Tan es así que el ex presidente Eduardo Duhalde se despegó de la jugada y de Barrionuevo, aunque comparte el sueño húmedo de la dirigencia piantavotos: la intervención. Articuló, poco tiempo atrás, un reclamo referido al PJ Bonaerense, caratulado “Diani Oscar Alfredo s/formula petición Partido Justicialista de Buenos Aires”; lo perdió en ambas instancias.

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Ellos también juegan: Una anécdota o fábula futbolera narra la charla de un DT con sus jugadores. El tipo dibujaba el partido en el pizarrón, demostrando como superar al equipo rival, meter goles con pelota parada, etcétera. Un jugador, un habilidoso rebelde (el brasileño Garrincha, entre otras versiones) pedía la palabra para preguntar: “Maestro: ¿los otros no juegan?”. La parábola, hoy en día, podría invertirse a favor de la oposición. El macrismo gobernando se embrolla, se mete goles en contra, sobre todo cuando atenta contra intereses de millones de argentinos, de clase media hacia abajo.

Sobre el tarifazo hablamos en nota aparte, sobre los despidos casi siempre, sin repetirnos porque los ejemplos de acumulan. La medalla de oro semanal en la disciplina macrismo explícito la ganó el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Decretó asueto por razones operativas para todos los trabajadores de su cartera anteayer. La operatividad consiste en despedir a centenares: solo en unos días se conocerá la cantidad exacta. Modo sádico de ajustar, teniendo en vilo al conjunto, agravando el daño.

Los traspiés del oficialismo le dan oxígeno a la oposición sin dispensarla de las tareas propias. La de renovarse, interpelar a los no convencidos, ampliar sus bases, construir una alternativa viable. Casi nada, cuando la cuenta regresiva (aunque parezca mentira) ya está corriendo.

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